Capítulo 9. Volver.

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Jhonathan.

Desayunamos en silencio, quiso prepararme una valija, pero no se lo permití, sólo me llevé lo puesto y algo de ropa de su padre.

Nos dirigimos al aeropuerto, encontrándome con un vuelo que iba a mi ciudad y que saldría en dos horas, las cuales aprovechamos para conseguir la ropa de los empleados del sitio.

Llegó la hora de irme, ya me había adueñado de un carro con maletas que había que cargar en el avión. Ava cambió el dinero que se manejaba en el lugar en el aeropuerto por dólares y me lo dio. No lo quería aceptar, pero, como siempre, me obligó a hacerlo, ya que una vez llegado a mi destino, debería manejarme en la ciudad. En silencio, como habíamos estado toda la mañana, nos dimos un fuerte abrazo dentro del cual, ella se volvió un mar de lágrimas.

Tenía el corazón hecho un nudo.

Tras oír el anuncio de abordaje por los parlantes, negado, finalicé el abrazo, tomé el carrito y emprendí la marcha hacia el avión.

Cuando estoy llegando a él, escucho que detrás de mi grita - ¡Te amo, Sebastian! - sentí una bomba caer sobre todo mi cuerpo, me di vuelta intentando contener la inmensa tristeza que sentía – yo también te amo, colorada – respondí y ella sin más corrió con sus brazos abiertos y saltó sobre mí en un intenso abrazo el cual correspondí con todo mi corazón mientras tomando su rostro la besaba.

— No te quiero dejar, Ava. No me quiero ir. Yo también te amo, mi amor, hace bastante tiempo ya. Te juro por mi vida, que no me quiero ir – intento separarla de mí y la bajo, pero no puedo dejar de abrazarla.

— Intentaré volver – le digo al oído.

— Te estaré esperando – responde rompiéndome el corazón para luego darse vuelta y correr por la pista hacia un descampado para después perderse en el bosque.

Resignado, continúo empujando el carrito hasta el avión, acomodo las valijas y como lo planeamos, cierro desde dentro escondiéndome entre ellas hasta llegar a mi destino.

Una vez allí, salí del aeropuerto sin problemas, mezclándome entre los empleados, tomé un taxi y me dirigí hacia una de las empresas de mi familia. Ingresé a un bar cercano a ella y me vestí con la ropa del padre de Ava. Salí del lugar, pasé por un parque, ensucié con tierra mi cabello, mi rostro y mi ropa para luego sentarme en las escaleras de la empresa esperando a que, como todos los días, Máximo se hiciera presente.

Pasado el mediodía, lo veo salir de ella rodeado de sus guardias. Pero no debo permitir que me vean, quien haya atentado contra mi vida se encuentra dentro de nuestro personal.

Máximo pasa por mi lado y le chisto dos veces. A la segunda, él se da vuelta, no me reconoce, me ignora y sigue caminando rumbo a su auto.

Enojado, observo que está llegando a su auto y comienzo a correr hasta él, dándolo vuelta y tomándolo del cuello de la chaqueta, enfrentando su rostro al mío. Queda shokeado al verme, intenta abrir los brazos para abrazarme y decirme algo, pero no se lo permito. — Muero de maldito ricachón, ¿por qué me ignora?, ¿qué le cuesta darme algo de dinero? - le digo observándolo a los ojos, él me entiende.

— No soy de darle dinero a cualquier lacra de la calle, sin embargo, ha demostrado la inutilidad de toda la seguridad que me rodea al poder esquivarlos y llegar hasta mí. — Frena al personal de seguridad que intenta llevarme, empieza a hurgar en sus bolsillos sacando su billetera y entregándome algo de dinero y en un susurro apenas audible – espérame aquí, ésta noche, vendré por ti.

— No traigas chofer – respondo, él asiente.

—Ustedes, inútiles, sáquenlo de aquí – le dice a uno de sus guardias quién me aparta de él de manera brusca, me deje tirado en el suelo mientras finjo dolor y escondo mi rostro entre mis manos.

Por la noche, tal y como lo dijo, vino a buscarme. Quiso subirme del lado del copiloto, pero no se lo permití. Le pedí que me llevara a casa de nuestros padres, ya que dentro de su casa no había nadie que no fuera de la familia y nadie fuera de ella, debía verme. Le aseguré, que una vez allí, les explicaría todo.

Mi hermano, con los ojos brillosos a punto del llanto, asintió y me llevó en el baúl hasta la casa de nuestros padres.

Me permitió salir del baúl una vez que el auto estuvo dentro del garaje cerrado. Apenas me puso de pie, mi hermano me ahogó en un profundo y fuerte abrazo.

— ¿Dónde estuviste todo éste tiempo? ¿Qué fue lo que te pasó? Hace meses te estamos buscando. Encontramos el avión en el que viajabas con cuerpos adentro, pero ninguno era el tuyo. Por eso, aunque todos nos decían que habías muerto ahogado o en la explosión, nosotros siempre estuvimos seguros de que no era así. Mamá misma, salió a buscarte por mar y tierra sin descanso, hace unos quince días empezó a decaer por tu falta, y papá detrás de ella.

¿Qué fachas traes? Debes bañarte y cambiarte esa ropa. Alexia y Sofy se pondrán felices de verte, debes conocer a tu sobrino, le pusimos Jhonathan. Ni contar nuestros padres – sé que está feliz, mi hermano jamás fue tan conversador o cariñoso, algo heredado, en parte, de nuestro padre.

— Toma mi mano y medio a rastras, me lleva dentro de la casa y me hace sentar en el gran sillón de la sala para, luego, ir en busca de mis padres.

El primero en llegar, fue mi padre quien se quedó estático al verme.

Tras de él, mi madre pronunció mi nombre en un susurro al verme, cayó redonda al suelo y entre los tres, tuvimos que llevarla a la cama.

Luego de acomodarla, mi padre también me abrazó llenándome de preguntas que explique les respondería cuando mamá estuviera despierta.

Pasada media hora, ella comienza a abrir los ojos, me encuentro sentado a los pies de su cama. Cuando me ve, me abraza con fuerza y comienza a llorar. Acaricia mi rostro y mi cabello mientras me besa sin descanso una y otra vez mientras me contaba todo lo que había hecho para buscarme. También, sobre lo aterrada que estuvo todo éste tiempo.

La ayudé a levantarse y fuimos al living. Mi hermano, había ido a buscar a Alex, a Sofy y a mi tocayo sin decirles el motivo por el cual los traía.

Cuando estamos por sentarnos a la mesa, mi hermano ingresa desde el garaje con los ojos de Alexia tapados y se los destapa dejándola frente a mí.

No dijo una palabra, sólo abrió la boca y los ojos con asombro y se vino corriendo a abrazarme.

Tenía a mi madre abrazándome y besándome de un lado, a mi cuñada del otro y a Sofy entre mis piernas, mientras mi hermano me entregaba a mi sobrino en brazos para que lo conociera.

Cuando las cosas se calmaron, le relaté a mi familia todo lo que me había pasado desde que había subido al avión.

Les conté sobre Ava. Sobre todas las cosas que había hecho por mí, sobre todo lo que había aprendido en éste tiempo que viví con ella, sobre como me cuidó día y noche, sobre su pasado y sus miedos. También sobre los míos porque sé que hay una rata entre nuestros empleados.

Quisieron hacerme una reunión de bienvenida, pero me negué, prefería mantenerme como desaparecido en el anonimato, lo comprendieron y aceptaron.

Mi madre me preparó mi habitación a lado de la suya, como cuando vivía aquí. Cuando todos se despidieron y conseguí que mi madre me suelte, me fui a descansar allí. Fue extraño, era mi habitación, pero al mismo tiempo no lo era.

Estaba llena de tecnología que, si bien, en algún momento me fascinó, ahora me daba cuenta de que, en realidad, no servía para nada. Nada de eso me daba afecto, nada de eso podría darme de comer o ayudarme en nada si no existiera electricidad. Nada de eso me llevaba a algún lugar real o me cuidaba o curaba si algo me pasaba. Nada de eso se sentía feliz por mis logros o me abrazaba por las noches. Nada de eso tenía una utilidad real.

Abro mi ropero, y nada de la ropa que había en él me gustaba. Lleno de caros e incómodos trajes y zapatos. Definitivamente con nada de eso podría andar en bicicleta. La tela de la que estaban confeccionados, sería muy costosa, pero ni para nido de los pichones servía.

Terminé poniéndome la ropa con la que había salido de la casa de Ava, la que ella había comprado para mí.

JHONATHANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora