Capítulo 1. Comienzo y presentación.

82 6 0
                                    

*A mis lectores: Como secuela de Siempre Sofy y Andrea, es conveniente leer las anteriores para entender esta novela.

De antemano, Gracias totales.


Jhonathan.

Me presento, mi nombre es Jhonathan Ferrari De Vicentis. Soy el segundo al mando, después de mi hermano, de la mafia americana. Soy alto y de tez morena, al igual que mi padre. Tengo treinta y dos años, mi familia se compone por mis padres felizmente casados hace muchos años ya, mi hermano Máximo casado con mi cuñada Alexia y de quienes tengo una sobrina llamada Sofía y otro en camino del cual no quieren saber el sexo hasta que nazca. También tengo a mi tío y quien ha sido mi guía en lo que tanto me apasiona, Walter.

Si bien, soy abogado (algo contradictorio defender la ley en mi mundo). Tengo mi propio bufete y muchos empleados a mi cargo. Las leyes se me hacen más que sencillas, he aprendido a manejarlas, darlas vuelta a mi antojo y conveniencia, por lo que mis servicios "legales" son muy bien remunerados. Sin contar los otros negocios familiares.

En mi bufete tengo dos socios, Lucasiano y Sixtro Pertussi, que trabajan a la par mía. Ambos hermanos.

Los conozco desde la universidad y desde pequeños, se podría decir que somos "amigos", ya que su familia y la mía se conocen hace muchísimos años y son aliados en nuestro, se podría decir, estilo de vida.

Tienen una hermana, Luisana, que nunca supe de qué vivía y a la que una y otra vez han tratado de emparejarme. Es una hermosa mujer, pero definitivamente, no me atrae. En ocasiones, he intentado mirarla de otra manera, pero no he podido. El sólo recordar las indirectas o los intentos de provocarme que ha hecho, borran de inmediato cualquier atractivo en ella. Es altanera, egocéntrica, despectiva e insulsa. Podrá ser muy bonita, pero donde abre la boca pierde todo encanto.

Sus padres también han intentado emparejarme, por suerte los míos ni se han metido, sé muy bien como son y no me obligarán a nada que no quiera.

Amo la tecnología y junto a él, nos mantenemos siempre a la vanguardia de todo lo nuevo que se presenta. No sabría vivir sin ella.

Como decía, soy el abogado de las empresas legales e ilegales de mi familia. También colaboro con mis tíos y mis primos en sus negocios de Noruega, somos una familia muy unida, por suerte, nunca hubo discordias o rivalidades entre nosotros, fue en lo que la familia siempre se inculcó, la unión desde los más cercanos hasta los más lejanos, y siempre nos ayudamos en todo lo que se necesitó.

Mi hermano me ofreció su departamento cuando junto a mi cuñada compraron su casa, y sin dudar acepté, ya que estaba ubicado en un área cómoda, cercana tanto a las empresas como a la casa de mis padres y la suya, aparte Walter vive también a pocas cuadras de aquí.

A veces, en las reuniones familiares, observo en silencio a mi familia, no puedo quejarme, sé que soy una persona querida por todos ellos, pero, ¿no les ha pasado de sentir que les hace falta algo más? Eso es lo que siento. No voy a quejarme de mi soltería, la verdad es que me siento muy a gusto con ella, la disfruto en demasía, pero una parte de mí a veces siente algo de envidia en aquellas reuniones. He dejado de ir a ciertos lugares, las discotecas ya no me divierten como antes, la música a un volumen demasiado fuerte ha comenzado a molestarme, empecé a sentirme más cómodo en sitios mucho más tranquilos, con menor cantidad de personas, donde se puede conversar pudiendo escuchar cada palabra del otro sin inconvenientes y sin distracciones.

Las mujeres, tampoco, han sido un problema para mí, por lo menos en el entorno en el que me muevo. He intentado formalizar con alguna mujer por la que creí, que tenía algún sentimiento, con el pasar del tiempo me daba cuanta de que no era así, sólo era comodidad. Y hubo otras veces donde tanto mi madre como mi cuñada, complotadas, ya que la parte masculina de mi familia nunca se metió, se daban a la tarea de hacerlas correr despavoridas. Ni idea de que les harían o les dirían, pero si bien me ofuscaba, siempre supe que, por algo, no les caían bien y confío plenamente en su juicio.

Sin embargo, tras de cada intento, la frustración, volvía a mí con mayor fuerza.

Rumbo a Italia, para terminar de legalizar unos contratos, mis socios, mi hermano y su familia, como siempre, vinieron a despedirme antes de subir a éste avión junto con mis guardaespaldas y quedarme dormido apenas despegó.

— ¡Jefe, jefe! - siento que me dicen al mismo tiempo que zamarrean mi cuerpo y me obligan a despertar de muy mala manera y con un humor de los mil demonios. — ¡Jefe, despierte! Tiene que despertar ahora.

— Pero... Pero... ¿Qué pasa? - consigo decir entre dormido, asustado y enfadado.

— No tenemos piloto – manifiesta, aterrado, uno de mis custodios.

— ¿Cómo que no tenemos piloto? Si hay dos – sostengo enojado, pero en el rostro de mis custodios, observo el pavor en su semblante.

Me paro y me dirijo a la cabina donde confirmo lo relatado por mis custodios. Ambos pilotos se encuentran sin vida sobre el tablero y las palancas de mando mientras observamos al avión empezar a caer en picada sin control hacia el inmenso mar.

— Alguno de ustedes, ¿sabe pilotear? - les consulto y todos niegan. La verdad es que yo tampoco.

Mis custodios comienzan a toda prisa a ponerme primero a mí, un chaleco salvavidas y un paracaídas para luego colocarse el salvavidas ellos. Cuando empiezan a ponerse los paracaídas, uno de mis custodios abre la puerta del avión – fue un honor cuidar de usted, señor – me dice antes de empujarme fuera del avión en dirección al amplio mar. Mientras voy cayendo, observo como el avión continúa su rumbo hasta estrellarse sobre el agua en la lejanía. Espero que alguno de mis custodios haya podido salvarse, aunque no estoy seguro. Así como tampoco estoy seguro de hacerlo yo.

Desde donde voy cayendo no se observa tierra hacia ningún lado, sólo agua.

Dos metros antes de llegar al agua, me retiro el paracaídas para que éste no se me enrede en el cuerpo una vez en el agua y me permita nadar.

Puedo jactarme de que soy un excelente nadador y tengo buena resistencia, pero nunca lo hice en mar abierto y sin asistencia, por lo cual, en éste momento, estoy muy asustado, no sé hacia donde ir.

Me quedo un momento pensando y decido encausarme hacia donde cayó el avión con la idea de que el curso que llevaba, si bien fue truncado y finalizó su trayecto antes, se dirigía a tierra, así que comienzo a hacia esa dirección.

Creo haber nadado diez kilómetros en no sé ya cuanto tiempo, pero con la marea en contra es más que difícil, pese a la tecnología, mi reloj pulsera, creo que se ha dañado con el agua salada, ya que muerto está. Al lugar donde el avión cayó, ni siquiera he llegado, no sé si me he movido del lugar donde caí o el agua me ha arrastrado hacia donde no quiero ir.

Una enorme ola llega hasta mí, la cual me arrastra trayendo consigo algo con punta que se clava en mi pierna derecha, imposibilitándome seguir nadando. No quiero quitarla, temo que la sangre que pueda desprender atraiga depredadores a mí.

Frustrado, exhausto y herido, decido afrontar mi destino. Dejo de luchar, sólo inspiro hondo, me recuesto sobre el agua observando el cielo infinito sobre mí permitiendo que la marea me acune y lleve mi cuerpo donde quiera mientras mi mente divaga entre la consciencia y la inconsciencia pensando en mi familia, mis amigos, lo que me faltó, en todo el tiempo que tuve a mi disposición y que desaproveché.

JHONATHANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora