Capítulo 15. Gran ayuda.

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Andrea.

Después de varias horas en avión, llegamos con Jhan al aeropuerto.

La verdad, no puedo quejarme de las nueras que me han tocado. Aunque no tuve tanto tiempo como el que me hubiera gustado, en las dos semanas que pasé en casa de Ava, me di cuenta de porque Jhonathan estaba tan enamorado.

Me faltaba Alex para terminar con el control de calidad, pero creo que ella también se hubiera ido maravillada de Ava, en especial cuando le enseñase fitomedicina.

Salimos del aeropuerto y siento la voz de una muchacha con ropa de señalera gritar mi nombre y venir corriendo hacia nosotros agitando su brazo.

— ¡Señorita Andrea! ¡Señorita Andrea! - Con Jhoan nos quedamos quietos en el lugar esperando a que se acercara. Somos bastante precavidos por la vida que llevamos, Jhoan ya tenía su mano debajo de la axila donde siempre lleva una de sus armas.

La muchacha llega agitada a nosotros – Seño Andrea, ¿No se acuerda de mí? Soy María, fui su alumna – nos dice y la verdad, no la recordaba, he tenido tantos alumnos que no recuerdo a todos y más aún tan crecidos y cambiados. Entonces le pido disculpas y niego.

— A ver si con ésto me recuerda – dice y se quita una flor que tiene sobre la oreja y se la entrega a Jhoan quien parpadea y luego se echa a reír. Sí, definitivamente la recuerdo.

— ¡María, claro que me acuerdo de ti! – le digo, ella viene y me da un abrazo.

— ¿Qué es de su vida, señorita? ¿Sigue dando clases? - me pregunta.

— No, no, no, niña, ya me jubilé. Hace tiempo que ya las piernas no me ayudan para correr tras de ustedes – le digo mientras ella me sonríe con cariño.

Saca una billetera de su bolsillo y comienza a mostrarme fotos de su familia. Uno pensará que es molesto, pero para nada, amo ver que no me olvidaron. Al igual que yo con mis alumnos, ellos habrán tenido muchos maestros y profesores, no sé qué tanto se acordarán de ellos y si se acuerdan, no sé qué sentimientos les provocará ese recuerdo.

Puedo decir, con orgullo, que todos los alumnos que pasaron por mis mesas durante mi carrera, hoy los cruzo y aunque no los recuerde a todos, ellos si se acuerdan de mí, siempre me han recibido con un abrazo sincero y cariñoso. Y al igual que ésta muchacha, me cuentan de su familia y de su vida, la cual, yo ayudé a forjar.

— Siempre observo a sus hijos cuando vienen porque me recuerdan a usted. En especial su hijo mayor, ya que es idéntico a usted – me dice y asiento orgullosa.

— Justo hace unas horas nomás, los amigos de su hijo menor, esos que siempre lo acompañan se fueron en su avión privado – siento un destello en la cabeza y observo a Jhoan quien cambió su semblante y serio me observa de igual manera.

— Disculpa, ¿sabes como eran los amigos de mi hijo que se fueron hace unas horas? ¿Tienes idea del destino del avión? - le consulto porque dentro de mí, algo me dice que ésto no está bien.

—Sí – dice y cuando comienza a relatar como eran, definitivamente sabíamos que hablaba de Sixtro, Lucaciano y su hermana junto a muchos de sus hombres.

Luego continúa – No sé cuál era el destino del avión seño, pero se lo puedo averiguar – afirma y asentimos. Ella habla con alguien por el radio comunicador portátil a quien le pasa los datos del avión. No pasan cinco minutos que quien está del otro lado responde el destino y es del cual nosotros venimos.

Con Jhoan comenzamos a desesperarnos, yo corro hasta nuestro avión y pido que vuelvan a cargarle combustible, que llamen a las demás tripulaciones y preparen varios aviones más.

Jhoan, llama a Máximo, para que traiga a nuestra gente y salgamos cuanto antes de vuelta.

María me observa tremendamente nerviosa – Seño, ¿se encuentra bien?

— No, peque, no me encuentro bien. Ese avión del que tú hablas en éstos momentos, se dirige a lastimar a mi hijo – le digo cerrando los ojos intentando en vano contener las lágrimas. Él, ellos, están solos allí, no están armados, no están protegidos.

Jhoan me abraza con fuerza – En menos de media hora estarán todos aquí – me dice.

— Todo fue una trampa, siempre fueron ellos – le digo llorando contra su pecho, él asiente luego de lo cual, llama a Paolo y a Claudia.

— Seño Andre, si quiere, puedo intentar ayudar – me dice María con una sonrisa apenada y la observo. — Si todavía están en vuelo, puedo ver si hay posibilidades de que deban desviarse y darles tiempo a ustedes. Seguramente, ellos llegarán primero, pero si los desvío tardarán más y no habrá tanta diferencia en tiempo entre ellos y ustedes – me dice. — Vengan conmigo – Jhoan se niega, ya que esperará a Máximo y a los demás. Asiento y sigo a María.

Llegamos a la torre – Seño Andre, le presento a mi esposo, Tomás – éste me saluda con la cabeza mientras se mantiene concentrado en los monitores frente a él.

— Amor, - continúa María – necesito que desviemos un avión por un tiempo. Son personas malas que quieren lastimar al hijo de la Seño Andrea, ¿habrá alguna forma de ayudarlos para que tarden más en llegar? - éste solo asiente con la cabeza sin dejar de observar los monitores.

Ella le da el número del avión, ruta de vuelo y destino, él hace dos llamadas. Una al avión avisando de una terrible tormenta, y otra haciendo una denuncia por una posible bomba dentro de él con los datos del avión al aeropuerto donde seguramente desviarán por la tormenta, ya que si lo hace en el de destino, nosotros ni nadie podrá aterrizar hasta que evalúen al otro avión.

— Tienen tres o cuatro horas aproximadamente, quizás menos, entre que se den cuenta de que la tormenta es falsa y que revisan el avión porque es pequeño así que apúrense – finaliza el muchacho, asiento y María me lleva de vuelta a la pista de vuelo donde le explico todo a Jhoan quien me dice que en unos minutos ya estará todo listo.

Cuatro aviones aparte del nuestro están preparados en pista. Diez de nuestros hombres van en cada uno y Máximo con nosotros, quien me avisa, que Walter se quedó en su casa junto a su familia, y más custodios que dejó en el lugar y en nuestra casa.

Pasamos ella ruta de vuelo a los demás pilotos, agradecí a María por la gran ayuda que nos brindó y partimos nuevamente.

Tras varias horas de vuelo, llegamos en medio de la madrugada al aeropuerto. Vimos el avión en el que los hermanos habían llegado acomodándose para cargar combustible a un lado del sitio, aparentemente, ya habían bajado de él y no tenían intenciones de quedarse mucho tiempo.

El pueblo se encontraba vacío, parecía fantasma, completamente desolado en plena oscuridad, pero a diferencia de las semanas que estuvimos a aquí, una intermitente campana no dejaba de sonar.

Durante el vuelo, hice un mapa aproximado del bosque y les expliqué por donde ingresar y llegar hasta la cabaña por diferentes partes en grupos de diez.

Máximo, como de costumbre, no quiso hacerme caso, intentó ingresar por la ruta más directa. Pero no llegó a hacer diez metros que regresó con nosotros.

— ¿Qué pasó? - pregunté al verlo asustado.

— No sé qué hay en ese camino, pero no es nada seguro – lo observo en un "te lo dije", pero continúa. — está lleno de trampas pasando los quince metros, hay muertos y heridos a los lados y el centro del camino. Sixtro está herido, tiene ambas piernas atrapadas, me lo llevaré cuando regresemos. En el estado en el que está, no podrá moverse de ese lugar – finaliza y asentimos con Jhoan continuando con nuestro camino.

Al adentrarnos y a medida que nos acercábamos a la cabaña comenzamos a oír gritos y a ver luces.

JHONATHANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora