En un vasto océano de leyendas y secretos, donde los ecos de antiguas batallas aún resuenan entre las olas, se despliega un mundo de piratas y aventuras que desafían la imaginación. Un reino donde los dioses observan desde lo alto, susurrando destin...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
▐くらやみ るす ▐𝐊𝐮𝐫𝐚𝐲𝐚𝐦𝐢 𝐑𝐮𝐬𝐮 ▐ 𝕶𝖚𝖗𝖆𝖞𝖆𝖒𝖎 𝕽𝖚𝖘𝖚
La oscuridad era lo único que mis ojos veían.
Lo único que recuerdo es desmayarme luego de derrotar al Pacifista. Mi culpa por usar aquel poder.
¡Tsk!
Me sentía realmente mal, tenía una fuerte jaqueca¹ y casi no sentía mi cuerpo.
Abrí mis ojos lentamente, me sentía desorientada, ¿dónde estaba? Traté de levantarme, pero la jaqueca hacía que me costara.
—Maldición... —me quejé, logré acomodarme. Miré a mi alrededor, estaba en una sala de operaciones pero al parecer solo se utilizó una jeringa, toallas húmedas y la camilla en la que estaba durmiendo.
—¡Despertaste! Que alivio —me giré hacia la puerta y allí estaba un muchacho pelinaranja con una boina azul en su cabeza, en sus manos traía una bandeja con comida.
—¿Dónde estoy? —pregunté a la defensiva, mi ceño se frunció.
—Tranquila, estás en el submarino de los Piratas Heart —me contestó. Dejó la bandeja en una mesa cerca de la cama, lo seguí con la mirada— Es para tí, necesitas comer para mejorarte.
—No lo necesito —dije, no confiaba en él— Quiero hablar con tu capitán.
El muchacho se veía nervioso.
—No va a hacer falta, estoy justo aquí, Kurayami-ya —dijo una voz grave y cansada. Vi hacia la puerta, un hombre joven, alto, moreno y de unos potentes ojos grises estaba recargado contra el marco de la puerta.
—Trafalgar Law, "El Cirujano de la Muerte" —Law se acercó hacia mí, su mano se posó en mi frente pero rápidamente la alejé— ¿Por qué me tienes en tu submarino?
Él suspiró.
—Shachi, vete —ordenó al pelinaranja.
—Sí, captain —seguido de esas palabras, nos dejó solos.
Law agarró una silla y se sentó.
—Cuando derrotaste al Pacifista te desmayaste, y en el momento que fui a ver qué te pasó, me di cuenta que tenías una fiebre increíblemente alta, decidí traerte —frenó y miró mis manos— Pero, lo que más llamó mi atención, fue que una de tus manos se tiñó de un verde opaco.
—¿Qué? —Mi expresión delató la clara sorpresa que sentí. Miré mi mano pero estaba totalmente normal... menos en la punta de mis dedos, ahí estaba ese verde opaco.
