En un vasto océano de leyendas y secretos, donde los ecos de antiguas batallas aún resuenan entre las olas, se despliega un mundo de piratas y aventuras que desafían la imaginación. Un reino donde los dioses observan desde lo alto, susurrando destin...
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▐くらやみ るす ▐ 𝐊𝐮𝐫𝐚𝐲𝐚𝐦𝐢 𝐑𝐮𝐬𝐮 ▐ 𝕶𝖚𝖗𝖆𝖞𝖆𝖒𝖎 𝕽𝖚𝖘𝖚
Habían pasado dos semanas desde que llegamos a la isla de las Kujas;
Dos semanas en las que mi tripulación estuvo exiliada completamente del contacto con mujeres;
Dos semanas desde que fui la única en poder ver y aprender de las kujas;
Dos semanas en las que aún me lamentaba de su muerte;
Y dos semanas en las que Mugiwara no despierta.
Caminaba por las calles de la ciudad hacia donde mi tripulación había quedado con ese constante pensamiento.
Tan sólo habían pasado dos semanas y para mí la guerra tuvo lugar ayer.
Mi mente no paraba de divagar en el recuerdo de Ace siendo atravesado por el puño de magma de Akainu; y aquello me alteraba de sobremanera.
Jamás me sentí realmente mal por la muerte de las personas, de cierta forma me terminé acostumbrando, pero aún así sentía una ligera punzada en el estómago al recordar como no pude hacer nada para detener ese magma.
—Supongo que tantos años en el mar me hicieron más humana —susurré para mí mientras ahora caminaba por la inmensa selva de la isla hasta mis nakamas.
Durante estas dos semanas las Kujas me enseñaron una barbaridad de cosas: sus culturas, sus comidas, ropa…, incluso me enseñaron del haki. Y ya era consciente de la existencia de este poder –habilidad que los humanos desarrollaron con el tiempo para su beneficio– pero jamás imaginé que lo iba a poder aprender, o por lo menos saber lo básico.
Rasque mi cabeza pensativa.
¿Era posible que alguien como yo lo pudiera aprender?
—Ahg —fruncí el ceño, pensar en el poder no me agrada en lo absoluto
—¡Rusu-chan!, ¡llegaste! —Penguin me vio con una sonrisa radiante.
—Dos metros de distancia, pingüino —le advertí de mala gana
—¡Ay por favor! —lloriqueó
—Llevas sin convivir directamente con una mujer durante dos semanas; prefiero ser precavida —le dije para luego irme a sentar en un árbol, cosa que me daba sombra y podía disfrutar de otra satisfactoria siesta.
—¿Sabes cuando llega la comida, Rusu-chan? —me preguntó un emocionado pelirrojo
—En un rato, las chicas hoy tardarán un poco en preparar la comida —dije con los ojos cerrados tratando de dormir. Sentí como alguien se sentaba a mi lado, pero no le di importancia
