2. Chantaje

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Sanemi la llevó un largo trecho caminando, en silencio.
Saori estaba nerviosa. Fue peor cuando, luego de intentar charlar con él, Sanemi le contestó que se callara y que no confunda las cosas, él era su Maestro, no su amigo. Marcó la distancia de una forma tan tajante que Saori no se atrevió a intentar volver a cruzar esa línea. Además…no estaba segura de querer cruzarla.
Ella, una niña de pueblo que siempre había sido muy sociable, jamás se había sentido tan incómoda, así que a partir de allí, cerró la boca.
Había empezado a entender que su realidad estaba cambiando totalmente.

Un rato después, cuando Sanemi consideró que los músculos de ella estaban lo suficientemente calientes, aumento la velocidad. Saori no entendió bien por qué de repente el hombre parecía trotar, e intentó seguirlo.
- Ahora correrás. Te conviene mantener el paso, o quedarás sola en la montaña.- le advirtió él.
- Pe–...- Saori empezó a hablar pero Sanemi la interrumpió.
- Tu entrenamiento empieza ahora.-
Antes de que Saori pueda reaccionar él ya estaba muy, muy adelante. Se veía pequeño desde su perspectiva y a cada segundo le sacaba más distancia.
"¡¿Cómo carajos hizo eso?!" Pensó horrorizada. "Ningún hombre normal puede correr a esa velocidad, ninguna persona común....¿cómo podré yo siquiera acercarme?"
Pero tenía que correr. Respiró profundamente, y poco a poco aumentó su velocidad, exigió a sus músculos lo que no había exigido jamás en su vida, forzó a sus pulmones, a su sangre, a trabajar como nunca.
No logró alcanzarlo, pero si redujo considerablemente la separación entre ambos. Podía sentir cómo los músculos de las piernas le quemaban, y la naginata, colgada en su espalda, le agregaba peso y resistencia a su ya de por si complicada meta. La garganta se le secó horriblemente, cada vez que tragaba era como tragar un puñado de clavos. Pensó, con desesperación, que el corazón le explotaría y moriría.

Comenzaron a correr y no se detuvieron.

Para cuando llegaron al dojo, Saori no sentía las piernas. Sin embargo siguió trotando en su lugar porque pensó que si paraba, se desmayaría, sus huesos se desharían o las piernas simplemente le quedarían inútiles para siempre.

- Bien, aquí es.- dijo él, y la miró.- Ya quédate quieta.- 
- Si paro, me caigo.- declaró ella,
- Vas a caerte más veces de las que podrás contar, quedate quieta, me estás empezando a poner nervioso.- dijo él, abriendo la puerta.

Sanemi nunca había entrenado a un sucesor. Nadie había resistido. Todos los entrenamientos son complejos, las técnicas de respiración varían y cada cual entrena a quien cree que pueda aguantar.
Pero Sanemi Shinazugawa era brutal. Quebraba a sus aprendices física y emocionalmente, y los pocos que tuvo, abandonaron.

Tampoco nunca había entrenado a una mujer, por razones obvias. Las mujeres eran más frágiles, si un hombre no podía aguantar su entrenamiento ¿Cómo podría una mujer?
Así que, con el pasar del tiempo, perdió el interés en conseguir un tsuguko.

Pero Saori tenía algo que llamó su atención. Si bien se veía delgada, frágil y pequeña, él había visto que dentro de su corazón había un vendaval. Disperso, dormido. Pero estaba ahí.
Él tenía que despertarlo y perfeccionarlo, para volverla un Cazador.
Iba a romperla también, claro que sí. No se consigue un diamante sin presión. Y estaba seguro de que ella no era ni siquiera consciente de lo que podía lograr.
Sanemi sentía que tenía una buena pieza de arcilla entre sus manos. Ahora, había que trabajar.

No bien llegaron, la llevó hasta una habitación pequeña, al final del corredor. La había limpiado y había puesto un futón, un pequeño armario con varios cajones y un espejo. La presencia femenina en su casa no solía permanecer por más de una noche, así que no sabía qué sería apropiado. Aunque tampoco le importaba, lo que menos haría Saori sería estar en su habitación.
-Aqui dormíras.- le comunicó.- El día de entrenamiento comienza y acaba cuando yo lo diga. Deja tus cosas, vamos afuera.-
Saori sólo atinó a dejar su pequeña bolsa y la naginata dentro de la habitación, porque él ya estaba llamándola desde el patio interior.

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