4. Cuéntame

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Una madrugada, una tempestad azotó el pueblo.
Saori, que había quedado sola en la casa porque Sanemi estaba de caza, no pegó un ojo en toda la noche.
El viento era tan violento que sacudía los shoji y los árboles afuera se movían frenéticamente.

Ella estaba acostada en su habitación pero no dormía.
En realidad pensaba en Sanemi.
Se preguntó si los demonios salian aún con ese clima. Supuso que si, después de todo, son demonios, sólo buscan alimentarse.
Pero ella no estaba preocupada por eso, sino porque él estaba afuera con semejante temporal...para cuando escuchó las primeras gotas caer en el techo, se levantó. Ya no podía fingir que intentaba dormir.
Miró la hora, la claridad del alba debía notarse ya pero afuera el cielo estaba tan negro y cargado que parecía medianoche.

Espero. Y decidió que como no dormía, prepararía el desayuno. Era eso o dar un millón de inútiles vueltas en su futon y elevar aún más la ansiedad que le producía la tormenta.
Además, él había cuidado de ella antes. Sintió el deseo de corresponderle el gesto.

Así que, cuando Sanemi llegó, empapado hasta los huesos esa mañana, tenía sobre la mesa un desayuno completo, caliente y delicioso.

El aroma a comida casera acarició su nariz apenas cruzó la puerta de entrada.
-¿Por qué?- preguntó, al entrar en la sala. Saori estaba sentada allí, sirviendo el té.
-¿Por qué que?- ella repitió, frunciendo el ceño. Dejó la tetera y le arrojó una toalla, que Sanemi atrapó en el aire justo frente a su cara.
-¿Por qué hiciste esto?- preguntó él, secándose el cabello, con los ojos fijos en la comida y el estómago rugiendole fuerte. La ropa aún goteaba agua y caía en pequeñas gotas sobre el tatami.
-¿La verdad? No podía dormir...- Dijo ella.- Las tormentas siempre me ponen nerviosa. Y...bueno...supuse que...tendrías hambre al llegar. Tómalo como un agradecimiento.-
Sanemi no dijo nada.

Se sintió extraño. Una ola agradable surcó su cuerpo y le dejó una sensación poco familiar.
Había pasado más tiempo del que le gustaría admitir desde que alguien tuvo un gesto así con él.
La última había sido Kanae. Una de las últimas veces que pudo quedarse en su casa, que pudieron coincidir. Porque siempre había algo. Siempre una misión, uno en una punta, otro en la otra.
Y el resto de mujeres que vinieron después de ella no se quedaban a desayunar.

-No...no era necesario- Titubeó él.
-Pues si no quieres no comas.- dijo ella, encogiéndose de hombros. Llevó la taza de té lo suficientemente cerca de su nariz como para que el vapor aromático le hiciera cosquillas.- Mira que me aguanté mucho para no comer. Podría haber acabado con todo sobre la mesa y tú ni te hubieras enterado que existió.-
-Oye oye, no dije que no lo quería.- sonrió él.- Pero primero debo cambiarme. No toques nada, realmente tengo hambre...-
Saori sonrió, y bebió un poco de té.

Unos minutos después, ya cambiado, Sanemi se sentó a un lado de ella y mientras desayunaban, Saori comenzó a preguntarle sobre su misión, como era el demonio que mató. De la familia que había logrado salvar.
Para cuando todos los platos, platillos y tazas estuvieron vacíos,y sin que él lo pudiera controlarlo, la charla se había vuelto profunda, casi íntima, sumamente cercana.
-¿Crees que alguien haya ocupado tu casa?- preguntó él, pasando la punta del dedo índice por el borde de una taza, con la mirada levemente pérdida.
Por un instante pensó en su casa, en qué sería de ella ahora.
¿Seguiría en pie? ¿Viviría alguien ahí?
-No.- Contestó Saori, jugueteando con los palillos entre sus dedos.- Ni lo harán. Deben creer que está maldita.- Explicó ella.- En lo que a la gente respecta, allí murieron 4 personas. Mi madre, mí esposo, mi hijo y yo. Nadie que conozca ese hecho se atrevería a vivir allí.-
- ¿Piensas que el pueblo cree que que estás muerta?- se sorprendió él.
- Seguramente. Es decir ¿por qué no lo harían? .- dijo ella, dejando los palillos.- Nadie mete mucho las narices cuando se corre la voz de un demonio rondando. Y tú debes saberlo bien.-
Tenía razón. Sanemi recordó todas las veces que vio a la gente girar la cabeza ignorando un ataque a otra persona, huyendo.

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