3. No soy cómo él

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Habían pasado seis meses desde que Saori comenzó a entrenar con Sanemi.

Y aunque el Pilar del Viento estaba conforme, sabía que ella debía llegar a más. Que podía llegar a más. Que tenía que llegar a más.

No era opcional.

- Atacame.- ordenó él.

Parados a unos 4 metros de distancia el uno del otro, en medio del jardín, el sol brillaba imponente sobre ellos. El sudor le cayó a Saori por las sienes y el cabello se le pegó a la piel, y es que, a pesar del gélido día y de que echaba vahos por la boca cada vez que respiraba, estaba cubierta en sudor como si fuera verano.

- Nunca he atacado a nadie.- dijo ella, avergonzada.

- No te estoy preguntando, atacame.- reiteró Sanemi, cruzándose de brazos.

- Es que...no sé ni cómo empezar.-

- ¡Solo atacame, carajo!- Le gritó él.- ¡Haz lo que te salga!

Saori apretó los labios. Nunca había peleado con nadie al punto de necesitar agredir físicamente, no tenía idea de cómo hacerlo, pero tenía qué. Negarse sería peor. Corrió hacia él, alzó el puño derecho y apuntó a su rostro. 

Fue inútil, claro. El hombre detuvo el golpe con una sola mano y sin esfuerzo, desviándolo, haciendo que ella gire involuntariamente a la izquierda, y trastabille. Cayó de rodillas al piso, y las piedrillas se le clavaron en la piel.

- La rapidez y fuerza que ganaste en este tiempo es innegable pero no es suficiente. Tus ataques son patéticos- dijo él, con una sonrisa burlona.

- Gracias, que motiva- 

Saori interrumpió la frase cuando sintió en el suelo de grava que él se movió. Fue un sonido sumamente sutil pero logró captarlo, y mientras se giraba, vio pasar el puño cerrado de Sanemi a toda velocidad rozando el aire cerca de su rostro, tan finamente cerca que se estremeció. 

- Que..- empezó a decir ella, pero él no se detuvo, volvió a atacarla, esta vez mandando una patada que ella logró bloquear casi de milagro con los antebrazos, haciendo que un dolor sordo le recorra las extremidades hasta el codo. 

Sanemi volvió a incorporarse, haciendo volar pedacitos de grava por los aires y sin decir una palabra arremetió nuevamente, yendo directo al plexo solar, y le dio de lleno. 

Saori tambaleó hacia atrás y cayó de rodillas. Sintió que todo el aire de su cuerpo e incluso su alma se escapaba. Intentó recuperar aire y levantarse, pero su cuerpo se empeñaba en mantenerse hecho un ovillo, era como si todos sus músculos se hubieran plegado al lugar donde Sanemi golpeó.

- Hay mucho que trabajar. Ponte de pie.-

Ella afirmó un pie en el piso pero al hacer esto, pudo sentir un nuevo ataque de él, desde la izquierda, se defendió con el antebrazo. Luego por la derecha, e hizo lo mismo. 

Y ya no pudo detenerse porque él no lo hizo. 

Durante esa semana, Sanemi la golpeó sin consideración. No a propósito, sino para enseñarle combate cuerpo a cuerpo, para que su cuerpo se acostumbre al dolor, para que sepa qué esperar y como reaccionar. Para que entienda que a pesar del dolor había que seguir, porque ningún enemigo tendría misericordia con ella, ni por estar adolorida ni por ser una novata. 

No tuvo piedad.

No contuvo nunca sus golpes, se dijo a si mismo que no estaba entrenando una mujer.

Estaba entrando una Cazadora.

Una sucesora.

Un futuro Pilar.

Y quedó maravillado porque Saori no lloró ni se quejó en ningún momento. No quiso rendirse, incluso estando aterrada como estaba, porque él podía verlo claramente en sus ojos cuando la atacaba. En esos momentos el miedo se manifestaba claramente en su mirar pero ella no retrocedió.

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