Capítulo 12.

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Llegué a casa de Rubén y su abuela. Él vive con ella desde que tenía doce años, sus padres murieron en un accidente de coche cuando él tenía esa edad y desde entonces ha estado siempre con ella. Suspiro, recordando con nostalgia cuando de pequeños jugábamos en su casa. Su madre muy amable nos hacía la merienda, sándwiches de queso.

**Flashback**

- Chicos, entrad a merendar. -Dijo Claire la madre de Ru desde la puerta del patio.

Al oír el llamado, entramos corriendo a la cocina para sentarnos en la mesa a merendar esos deliciosos sándwiches de queso que su madre hacía con tanto cariño. Ella se quedaba observándonos mientras merendábamos y conversábamos sobre los juguetes y a qué jugariamos después.

- Podemos jugar a mamás y papás. -Propuso Ru mordiendo un trozo de sándwich.

- Sí, y pingüino será nuestro hijo. -Dije tragando. - Después podemos jugar al fútbol.

Él asentía emocionado, una vez terminamos nuestros sándwiches salimos corriendo al jardín de nuevo para jugar a lo que habíamos dicho. Su madre observaba a través del cristal como yo hacía de mamá y Rubén cogía a pingüino, nuestro hijo, y jugaba con él.

**Flashback**

Éramos muy felices por aquél entonces. Eso ocurrió un año antes de la muerte de sus padres, recuerdo lo mal que lo pasamos los dos con la noticia. Ru no paraba de llorar abrazado a mí y yo lo consolaba como podía y sabía pero siempre estuve con él en todo momento.

Con sus indicaciones encontré la llave que su abuela escondía en una maceta y entré, me aseguré de que ella no estuviese por allí y comencé a decorar el salón con guirnaldas de 'feliz cumpleaños' y globos por todas partes. Dejé la tarta de chocolate en la mesa de la cocina con las velas puestas, número sesenta y nueve. Su abuela ya se hacía mayor y él no quería que pasase sola su cumpleaños y a mí no me cuesta nada cumplir su deseo, él ha hecho muchísimas cosas por mí. Mientras seguía decorando el salón pude ver unas cuantas fotos nuestras y con su familia. Los recuerdos me invadieron y cogí una en la que salíamos vestidos de leones para una función del cole, con nueve años. Nos divertimos mucho aquél día, mi padre nos llevó a tomarnos un helado después de la función. Dejé la foto en su sitio y terminé de colocar todo. El regalo que le compré, un vestido lila, a ella le encantaba ese color, encima de la mesa de la cocina junto a la tarta. Miré el reloj, todavía quedaban veinte minutos hasta que su abuela volviera y caminé por la casa hasta llegar a la habitación de Rubén. Al abrir la puerta me embriagué de su olor, miré cada rincón, tenía trofeos de fútbol, posters de grupos de música rock. Me emocioné cuando encontré a Pingüino encima de su cama adornándola. Era verdad que aún lo tenía y que está muy bien cuidado, no tiene nada roto. Lo cogí y lo abracé, pasando el olor de Rubén por mis fosas nasales, lo dejé en su sitio cuando me fijé en una foto, éramos nosotros con trece años en su último cumpleaños antes de separarnos. Cogí la foto y lloré de emoción al recordar tantas cosas que habíamos vivido juntos, al dejar la foto en su sitio me dí cuenta de que al lado estaba la pulsera de la amistad que le regalé con ocho años, sellando así nuestra amistad para siempre. Aún no entiendo por qué nos distanciamos tanto. Mi móvil me sacó de aquél momento y de mis pensamientos, Rubén me estaba llamando. Salí de la habitación deprisa y volví al salón para coger la videollamada.

- Hola. -Dije emocionada.

- Amelia, ¿cómo vas por allí? - Preguntó contento.

- Míralo tú mismo.

Dije y le dí la vuelta a la cámara para que viera como estaba todo decorado.

- Joder, te lo has currado mucho. Está precioso el salón. -Dijo sonriendo.- Muchísimas gracias, sin ti no podría hacer esto.

Desde siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora