Capítulo 4.

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*Una semana después*

Salí de casa para ir a hacer la compra, monté en el coche y lo arranqué, conduje hasta el supermercado que había al final del pueblo. Yo no compraba en el que trabajaba, no tenía lo que necesitaba.

Visualicé a Rubén andando por la acera, paré a su lado y bajé la ventanilla.

- ¿Te llevo a alguna parte? - Pregunté sonriendo.

- Hey Amelia. - Sonrió.- Voy a casa de Javi, hemos quedado para hacer una barbacoa. Si no te importa llevarme... Tengo mi coche en el taller.

- Claro, sube. - Asentí.

Subió al coche y conduje.

- ¿Te apuntas a la barbacoa? - Preguntó.

- Me encantaría pero... - Reí.- No me apetece tener que lidiar con Javi. - Me encogí de hombros.

- Tranquila, no te hará nada.

- Es un chico muy pesado.

- Lo sé pero, vienes conmigo, no hará nada. Vamos, lo pasaremos bien.

- No sé, Rubén... Tengo que hacer la compra.

- Ya lo harás más tarde.

- ¿Por qué quieres que vaya? - Pregunté curiosa.

- Eh... - Hizo una pausa bastante larga.- Es que también eres mi amiga y es lo propio invitarte, ¿no?

- No cuela. - Reí.- Han sido muchos años que no hemos tenido contacto, Ru.

- ¿Ru?

- Yo te llamaba así, ¿recuerdas?

- Sí, me ha extrañado que lo hicieras ahora.

- Si quieres dejo de hacerlo.

- Tranquila, me gusta. - Rió.

Aparqué frente a la casa de Javi, ya habíamos llegado.

- Vamos Amelia, entra conmigo.

- No creo que sea buena idea.

- ¿Por qué? Somos amigos, ¿no?

- Mira Rubén, hace tiempo que tú y yo dejamos de ser amigos... Por eso no entiendo por qué insistes tanto en llevarme contigo a esa barbacoa.

- Nunca has dejado de ser mi amiga.

- Claro, y ¿por qué nunca hemos quedado hasta que nos vimos en la fiesta? - Esperé respuesta sin obtenerla.- Sí que somos amigos pero los dos hemos cambiado, tienes otros amigos más interesantes y no me apetece volver a sentirme desplazada como en el instituto.

- Amelia, ¿por qué nunca me lo habías dicho?

- ¿Crees que con los amigos que tienes, yo podría haberte hablado? Vamos, Ru... Se hubieran reído de ti por hablar conmigo.

- Eso no es cierto. - Negó mirándome fijamente.

- Si quieres lo comprobamos.

- De acuerdo, entra conmigo.

Asentí y bajé del coche temerosa, no sé por qué acepté. Él llamó al timbre y los dos esperamos impacientes a que se abriese la puerta, segundos después Javier asomaba por aquella robusta puerta de madera.

- Wow Rubén, te has traído a la señorita soledad. - Rió de su propia gracia.

- Tío. - Él lo miró de mala manera y entramos.

Todos me miraban impresionados, yo sonreía educadamente mientras todos susurraban cosas sobre mí.

- Vaya Rubén, si has venido con Amelia. Es raro, siempre estuviste sola y ahora vienes aquí. - Dijo Rebeca con aires de superioridad.- Oh vaya, ha desaparecido tú barriga, ¿has tenido ya al bebé? Debe de ser muy mayor y muy gordito como su madre.

Todo el mundo reía ante aquello.

- Rebeca. - Hice una pausa.- Que te jodan. - Miré a Rubén.- Te lo dije.

Me marché de allí un poco nerviosa, fue mi culpa meterme allí y exponerme a que eso ocurriera pero no puede seguir afectandome lo que esa arpía me diga, o eso quería yo creer.

*Flashback*

- Niña cerdo. - Repetían todos los compañeros de mi clase, Rebeca incluida.

- Basta. - Dije con los puños apretados.

- Eres una niña cerdo, estás tan gorda que pareces una albóndiga. - Dijo ella riéndose.

- No lo soy. - Dije firme.

- Ya claro, no todos dicen eso. - Se encogió de hombros y se marchó.

*Flashback*

Comencé a llorar cuando recordé aquél día, a causa de ello vomitaba todos los días desde los diez años hasta los diecisiete. Comía de todo, estaba feliz y cuando llegaba al colegio me provocaba el vómito. Alguien abrió la puerta de copiloto y se sentó dentro de mi coche.

- Amelia. - Posó su mano en mi hombro.- ¿Qué pasa?

- Por favor Rubén, vete.

- No hasta que me digas qué pasa.

- No quiero hablar de ello.

Nos quedamos callados un rato mientras yo aún lloraba.

- Eh, niña cerdo, te olvidas de esto. - La voz de Rebeca sonaba al lado de mi ventanilla, la cual estaba bajada, la miré y lanzó un cuenco de chocolate encima de mí y dentro de mi coche a la vez.

- Que te jodan. - Dije.

- Rebeca, lárgate. - Rubén comenzó a gritar.- Eres una inmadura.

Ella se marchó, yo suspiré, tenía que volver a casa a ducharme, lavar el coche y no volver a salir a la calle en días, quizá meses.

- Rubén, vete por favor.

- No me pienso ir, Amelia. Eso ha sido horrible, ella es horrible.

- Que te vayas. Quiero estar sola.

- No te dejaré ir sola. Eres mi amiga.

- Cuando todo esto pasó en el instituto nunca me ayudaste, no eras mi amigo. ¿Por qué ahora sí? - Mi tono de voz fue duro.

- Amelia... Yo nunca pensé que te pasaba esto..

- Pues ya lo sabes, ahora vete.

- No me iré.

- Está bien, me voy yo. - Cogí las llaves del coche y me dispuse a salir de el pero Rubén me agarró.

- Déjame ayudarte, por favor.

- No creo que puedas. Por favor, déjame sola.

- Amelia... No quiero dejarte sola, quiero ayudarte. - Dijo mirándome fijamente.

- Vale.. - Suspiré.- ¿Puedes coger del maletero una toalla por favor?

Él asintió y se bajó del coche, en aquel momento arranqué y me marché dejándolo allí parado, mirándome sin saber qué hacer, lloré hasta llegar a casa y allí lloré aún más. Me di una ducha para quitarme todo el chocolate de encima, una vez limpia salí de la ducha para peinarme.

Mis ojos fueron hacia el váter, subí la tapa y me arrodillé frente a él, mis dedos iban hacia mi boca lentamente, cuando me di cuenta de lo que estaba a punto de hacer, paré. Bajé la tapa y rápidamente me peiné para no volver a sentir la tentación.

Desde siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora