Calma

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Alastor no podía dejar de mirar la brillante pulsera que rodeaba la muñeca de Lucifer.

— ¿Vas a pedir algo o solo te le vas a quedar mirando? - Husk limpiaba los vasos sin dirigirle la mirada.

— Dame un whisky. - el vaso fue puesto frente a él. — Tu relación con Angel, ¿cómo va?

— ¿A qué va eso?

— No te pongas tan tenso amigo mío, solo fue una pregunta. - el hombre se levantó sin haber tomado un trago de su bebida.

Fue detrás del gobernante que se había retirado a su oficina y escondido en la oscuridad observó cómo leía algunos papeles, firmaba otros y tiraba algunos más, lo escuchó suspirar agotado para luego ver aquella pulsera en su muñeca, provocando que una sonrisa tímida se asomara en sus labios, sus mejillas se sonrojaron un poco y un brillo extraño se instalaba en sus ojos.

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Alastor se encontraba en una de las joyerías del infierno, esperando que le entregaran el encargo que solicitó.

— Aquí tiene señor. - un demonio con aspecto anciano abrió una caja de terciopelo rojo frente a él, en ella reposaban dos argollas, tomó la que tenía un diseño de astas junto a una piedra verde en medio y miró dentro de ella la inscripción personalizada, "Lucifer", tomó la segunda que tenía un pato que simulando su ojo se podía ver una piedra de color rojo, en ella se podía leer "Alastor". Al quedar satisfecho con el producto, lo pagó y se retiró del local, no sin antes agradecerle al anciano por su trabajo.

Esa noche el demonio esperaba a que llegarán su cachorro junto a su padre, invitaría al soberano a una cena fuera de su itinerario y darle el anillo, quizás invitarlo a bailar mientras disfrutaban de la noche. Alastor vio como un portal se abría frente a él, mientras escuchaba sonoras risas, enarcó una ceja mientras miraba como aquellos dos cruzaban evidentemente felices.

— Siempre es un placer compartir mi tiempo con ustedes. - una mano cruzó el portal, la cual tomó la del gobernante, no supo qué mierda había pasado, pero el sonrojo en las mejillas de Lucifer hicieron que su ceño se frunciera más.

— Nos vemos Jesse. - sonreía como tonto enamorado el rey y el portal se cerró.

— Me alegra que hayan regresado. - los recién llegados brincaron ante la emotiva voz del demonio. — Espero que les haya ido bien.

— Claro que nos fué bien, tú no estabas ahí. - gruñó el menor, Alastor apretó la mandíbula mientras seguía sonriendo.

— Luke, no seas grosero. - regañó su padre. — ¿Qué haces aquí Alastor?

— Bueno, quería ver si el gran soberano tenían tiempo para salir a una cita esta noche. - Alastor no sabía si era tierno o irritante que padre e hijo le dirigieran la misma cara de confusión.

— Iré a cambiarme. - cuando pasó al lado de Alastor, Luke le dedicó una mirada severa. En cuanto la puerta se cerró, el soberano suspiró.

— ¿A qué va esto? - dijo sin rodeos.

— Solo quiero que salgamos a cenar, ¿qué tiene de raro?

— No es el día de mostrar "nuestro amor" en público.

— Salir de la rutina puede ser divertido, además de que ya reservé en tu restaurante favorito.

— Dudo mucho que sepas cuál es mi restaurante favorito.

— Podría sorprenderte, cariño. - suspirando el gobernante chasqueo los dedos y su vestimenta cambió al típico traje blanco con rojo de siempre.

— Terminemos con esto rápido, ¿quieres?

Gotas de agua Donde viven las historias. Descúbrelo ahora