Citas y visita

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Alastor se encontraba frente a la puerta del soberano, dio tres toques, enseguida se escuchó al dueño dar su permiso para entrar.

- ¿Estás listo para esta noche? - dijo tan solo entrar, encontrándose a un triste rey sobre su cama y mirando la pulsera tan desagradable que abrazaba su muñeca.

- Sí... solo dame un momento. - el tono sin ánimos de Lucifer fue evidente.

- ¿Pasa algo?

- Nada importante. - al demonio de la radio le empezaba a irritar aquel comportamiento tan deprimente, se acercó hasta el soberano y de forma repentina lo pegó a su pecho, envolviéndolo con sus brazos.

- Es evidente que algo atormenta a su majestad y aunque el sufrimiento ajeno es satisfactorio, me desagrada su deprimente expresión. - el soberano parpadeo sin comprender. - Voy a hacer esto una última vez y quiero una respuesta satisfactoria, ¿Qué lo tiene tan consternado? - Lucifer dudó por un momento en sí revelar aquello, no quería que su compañero se burlara por algo tan estúpido, pero se dijo que si iban a llevarse bien, tenía que confiar en él.

- Si te burlas voy a convertirte en un estúpido venado y te cazaré. - sintió como el pecho de Alastor se movía y escuchó la risa que salió de sus labios, tomó aire antes de empezar a hablar. - Jesse no se ha presentado en el jardín, estoy preocupado de que algo le haya pasado, ¿y si el cielo lo descubrió?, ¿si es castigado por quedarse a nuestro lado?, no podría cargar con esa culpa, no cuando él es tan bueno. - Alastor se arrepintió de inmediato haber preguntado tal estupidez, apretó la mandíbula y el pequeño cuerpo del rey. Al pensarlo por unos segundos más su energía se recargó, sin ese idiota no había nadie más que pudiera interferir con su plan, tenía al ser más poderoso del infierno a su completa disposición.

- Tranquilo, dulzura, seguro que no es nada y más temprano que tarde sabrás algo sobre ese amigo tuyo. - realmente esperaba que no. - Pero hoy, tú y yo saldremos y nos divertiremos hasta el amanecer. - tomó la mano de Lucifer y le dio una vuelta mientras lo atraía hacia sí. - Así que dejemos atrás las caras largas y disfrutemos la compañía del otro. - al salir del hotel, Alastor lanzó aquella pulsera muy lejos del lugar.

En la velada, Lucifer parecía estar en otro lugar e inconscientemente llevó su mano hasta el anillo que colgaba en su cuello.

- ¿No te ha gustado la cena? - el rey del infierno parpadeo.

- ¿Disculpa? - miró su plato casi intacto. - Oh si, perdón, es que no tengo mucha hambre.

- Podemos pedir uno de esos postres exagerados de azúcar si así lo deseas.

- Sí, por supuesto. - el hombre movía la comida de un lado para otro con el cubierto.

Alastor comenzaba a perder la paciencia, ¿Realmente ese angelito era tan importante para Lucifer?, saber la respuesta con el comportamiento del gobernante tampoco ayudaba mucho a su creciente cólera. Al escuchar una melodía de lo más agradable, el demonio sonrió, miró a su decaído compañero y se levantó de su silla.

- ¿Me acompañaría en esta canción? - Lucifer asintió, no muy convencido, ambos fueron hasta la pista de baile y Alastor guió sus movimientos.

Al principio la canción era lenta, para bailar pegado al cuerpo del otro, pero repentinamente cambió a una más energética, el demonio de la radio dejó relucir su gran conocimiento en el baile, mientras Lucifer se mostraba torpe al no comprender en su totalidad los movimientos tan rápidos en los que se sintonizaban todos, lo que casi provoca que ambos cayeran, pero gracias a una sombra no llegaron a tocar el suelo.

- Tranquilo, majestad, solo siga el ritmo. - el rostro de Alastor estaba muy cerca del suyo, podía sentir su aliento pegar sobre sus labios. Desvió la mirada avergonzado y su compañero se sintió satisfecho al ver unas hermosas mejillas sonrojadas.

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