El paraíso

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Tarde pero aquí está, el capítulo de la semana 😌

Disfrútenlo.

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Cuando Luke abrió los ojos se encontraba en una habitación desconocida, el lugar tenía paredes de madera, muebles y demás cosas que lo decoraban, dándole un aire hogareño y tranquilo, al sentir un movimiento a un costado, se dio cuenta de la presencia del primer hombre recostado de forma incómoda, con la mitad de su cuerpo en el colchón y la otra en una silla.

— ¿Adam? - movió el cuerpo y éste se quejó antes de parpadear. Luke se tensó al escuchar pasos fuera de aquellas paredes. — Alguien viene. - cuando la puerta se abrió, el chico ya había saltado de la cama con las alas extendidas para proteger al ángel, en posición de pelea.

— Oh, querido, veo que ya despertaste, pero no deberías estar fuera de la cama, tu herida aún no ha sanado completamente.

— Perdone si soy grosero, madame, ¿pero quién es usted?

— Una amiga. - el menor desvío la vista al ángel que ya conocía. — No te hará daño, ha estado cuidándote estos últimos días.

Al sentir un agonizante dolor en el pecho, el chico dio un paso atrás.

— ¿Cariño, estás bien? - Luke llevó las manos a las vendas. — Será mejor que vuelvas a la cama. - de forma delicada, la mujer lo ayudó y curó.

— Gracias. - dijo cuando la dama había acabado de atenderlo.

— No es nada querido, siempre me ha gustado ayudar a mis amigos.

— ¿Podrías dejarnos a solas?, tengo que poner al chico al corriente de todo lo que ha pasado.

— El desayuno estará listo en diez minutos, si tienes fuerzas, baja a comer. - la mujer le dedicó una sonrisa maternal y salió de la habitación.

— ¿Qué ha pasado? - exigió respuestas a los hombres en la habitación.

— Metatrón te trajo casi moribundo a las puertas del cielo, los arcángeles y serafines no quisieron atenderte por miedo a que tu oscuridad pudiera corromper a las personas. - decía apenado y enojado ante la negativa de los altos mandos.

— ¿Y nosotros somos unos hijos de puta, he? - sonrió con amargura.

— Te traje aquí porque confío en esta dulce mujer, la cual no se negó a atenderte.

— ¿Seguro de que no omitiste la parte de que soy un demonio salido del mismísimo infierno e hijo del mayor enemigo del cielo?

— Ella lo sabe. - Luke asintió. — Escucha, has estado inconsciente por un largo tiempo, aún te falta conocer a la serafín Emilie y demás personas que nos apoyarán con el juicio, pero eso se resolverá más adelante, hoy solo avisaremos que has despertado.

— ¿Seguro que con eso no intentarán matarme de nuevo? - Jesse no pudo responder nada, ya que la amable mujer que los acogía llamó para desayunar.

El príncipe bajó sin ayuda hasta la cocina, no quería perder el poco orgullo que le quedaba viéndose completamente vulnerable. Frente a ellos pusieron unos platos con huevo y tocino.

— No pensé que en el cielo se comieran otros seres vivos. - el príncipe probó la comida y quedó encantado. — Aunque me alegra que no sea así.

— Oh, querido, esto es lo que el señor nos provee para vivir, si fuera malo no nos hubiera dado colmillos con los cuales desgarrar la carne. - Luke frunció el ceño, eso último es algo que dirían en su hogar, no en un lugar tan sofisticado como este. — Por cierto, puedes llamarme señora Sara. - el menor se levantó de la silla y rápidamente fue hasta la mujer, tomó su mano y besó su dorso.

— Disculpe mi insolencia, señora Sara, mi nombre es Luke. - el chico mantuvo su posición inclinada, hasta que la mujer lo tomó del mentón y elevó su mirada.

— Qué bien educado estás pequeño, tu madre debe estar orgullosa de su pequeño caballerito.

— Bueno, realmente yo no tengo una madre, son dos padres. - la mujer se sorprendió.

— Oh, disculpa cariño, fue descortés de mi parte.

— No tenga cuidado, es natural pensar eso. - la mujer pellizco sus mejillas.

— Eres toda una ternura, ahora come, necesitarás fuerzas para ver este hermoso lugar.

— ¿No crees que es muy pronto? - intervino Jesse.

— Tonterías querido, entre más rápido se adapte, será más fácil para él ganar ese juicio. - le guiñó un ojo al chico, este sonrió, no sabía cómo explicar por qué esa mujer le generaba confianza.

Después de un desayuno delicioso y de escuchar como Jesse discutía con la amable mujer sobre si era bueno o adecuado que él saliera, el ángel terminó cediendo.

Los llevaron hasta la ciudad donde diversas almas caminaban de forma tranquila, sonrientes y sin temor a que fueran asaltados.

— Vaya, realmente no estamos en el infierno. - pensó mientras miraba asombrado todo alrededor, edificios, carteles, tiendas, realmente solo faltaba un vagabundo malhumorado, un alcohólico, una prostituta o un vendedor de drogas y sería como estar en casa. Sonrió ante el pensamiento, Charlie llegó a contarle algo sobre este lugar, lo pintaba como una maravilla, pero solo la iluminación era diferente.

— ¿Qué cosa especial tiene este lugar?

— Es el puto cielo, ¿No es suficiente? - el menor bufó.

— ¿Dónde hay un bar por aquí?, no creo poder aguantar esto por mucho tiempo.

— Aquí no hay alcohol. Además, ¿Olvidas lo que pasó la última vez? - Adam y Luke se miraron.

— No mucho la verdad. - el exlíder de los exterminadores asintió, ese tema aún era vergonzoso.

— ¿Qué tal una malteada?, sé dónde venden unas que les harán tener un orgasmo. - Luke se encogió de hombros poco interesado, mientras Jesse le pedía fuerzas al padre para tener paciencia.

— Estamos en el cielo, respeten. - regañó, pero ambos hombres ya estaban caminando delante sin siquiera ponerle atención.

Al entrar al establecimiento todos quedaron sorprendidos, viendo con total detenimiento a los recién llegados y otros más murmuraban. Al acercarse a pedir, la cajera se ponía nerviosa, Luke se dio cuenta desde que entraron, pero Adam parecía ignorarlo.

— ¿Eso es un demonio? - susurraba un consumidor. También vio como otro salía del local de forma lenta.

Adam parecía estar feliz de estar ahí, pero sabía que no faltaba mucho para meterse en problemas.

— Oigan, ¿Qué creen que hacen aquí? - un uniformado entraba al establecimiento. — Oye, tú. - apuntó al príncipe. — ¿Vienes con él? - el menor frunció el ceño.

— ¿Hay algún problema?

— Sí, las personas no están acostumbradas a ver demonios por aquí, saca a tu amigo de este lugar o tendré que reportarte con los altos mandos.

— ¿De qué mierda estás…? - Luke levantó la mano haciendo callar a su compañero.

— Solo quería algo de tomar, y es el cielo, ¿no?, solo buenos samaritanos llegan aquí. - sonrió y el oficial frunció el ceño.

— Bien, pero si llega a provocar problemas tú te harás responsable. - el menor no dejó de sonreír.

— Tiene mi palabra, me haré cargo. - tomó las bebidas y caminó hacia la puerta. — Gracias, querida. - dijo a la chica detrás del mostrador, la cual se sonrojó. — Nosotros nos retiramos, oficial.

Al estar lo bastante lejos, Luke se echó a reír.

— No es gracioso. - reprochó Adam mientras bebía su malteada.

— Ese idiota ni siquiera se dio cuenta de que hablaba con el hijo de Lucifer, claro que es gracioso y confirma mi teoría de que son unos imbéciles, será fácil convencerlos de que soy un niño bueno.

— Será mejor regresar.

— ¿De qué hablas?, aún hay mucho que podemos ver. - vio como las pocas almas que se cruzaban con ellos miraban a su compañero de forma incrédula y como este subía el cuello de su chaqueta, haciendo un intento por ocultar su apariencia. — Hay que buscar a Jesse.

Gotas de agua Donde viven las historias. Descúbrelo ahora