Demonio

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Jesse se encontraba volando de un lugar para otro, trayendo y llevando encargos de los serafines, los días que no estaba en el jardín siempre eran ajetreados, pero procuraba terminar todo en un solo día para al siguiente poder disfrutar con ambos demonios mientras cuidan el jardín.

— Ten, me pidieron que llevara esto con el arcángel Miguel. - el ángel miraba sorprendido el paquete.

— Señor, yo no estoy autorizado a ir a esa sección. - dijo temeroso.

— Ahora la tienes, el otro mensajero no se presentó hoy, así que tómalo y no discutas. - Jesse aún dudoso, tomó el encargo, un folder con papeles a reventar, agradeció al hombre y se retiró.

Voló hasta el gran salón, dónde podían comunicarse con los arcángeles, al estar frente a la puerta tomó aire, tocó con suavidad sin recibir respuesta, volvió a intentarlo sin tener ningún éxito.

— ¿Arcángeles? - dijo mientras abría la puerta y metía su mano con el sobre. — Me pidieron traer esto. - no se escuchó ni un ruido, así que se atrevió a asomarse, encontrando el lugar completamente vacío, con más calma entró, mirando sorprendido cada rincón de este.

— ¿No te parece algo triste? - el joven ángel se asustó tanto que los papeles cayeron de sus manos. — ¿Qué es eso que llevas ahí?

Jesse rápidamente se agachó a juntar cada hoja.

— Yo... solo me pidieron traer esto. - mientras acomodaba las hojas en el folder, la imagen de Luke lo hizo detener todas sus acciones.

Tomó aquella hoja e ignorando toda regla de privacidad, leyó el contenido.

"Cordero"

El hijo de la maldad que traerá la destrucción del mundo.
Este ser es cruel y despiadado, sin una gota de amor en su cuerpo; él no conoce la piedad o la compasión; no siente empatía hacia el dolor humano; su sed de sangre y sufrimiento nos condenarán a días llenos de oscuridad.

Estas son las razones por las cuales el cordero del infierno debe ser eliminado, sin piedad o duda, ya que estaremos salvando a nuestro pueblo y a la creación del todopoderoso.

Las manos de Jesse temblaron al leer la última parte.

— ¿Qué pasa muchacho? - el ángel sacudió la cabeza y terminó de acomodar aquellos papeles, los puso en la gran mesa que ocupaba su lugar en medio de la habitación y miró al extraño que lo había asustado.

El aire salió de sus pulmones al darse cuenta de que la entidad suprema estaba frente a él, rápidamente se tiró al suelo.

— Perdóname, señor porque he pecado.

La gran puerta fue abierta y los arcángeles entraron.

— ¿Quién es él?

— Un joven muy amable que trajo unos papeles. - la deidad le indicó que se parara. — Puedes irte.

El ángel no pudo mantenerse concentrado en todo el día, su mente y corazón se encontraban intranquilos, ¿Si le decía a Lucifer estaría traicionando al cielo?, y si no, ¿Cómo vería a la cara al ángel caído o a Luke, sabiendo lo que el cielo planea para ellos?, la duda lo estaba devorando.

— Disfruta tus vacaciones muchacho. - despedía alegremente su jefe, este se despidió de forma automática y se alejó.

Mientras caminaba por los pasillos de aquel lugar, vio como los ángeles exorcistas llegaban de otro exterminio, no les tomo importancia y siguió su camino.

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Luke estaba sentado frente a la ventana del restaurante de la amiga de su padre, Rosie, en el barrio caníbal, ya que era el único lugar decente en toda la ciudad. La amable mujer atendía a sus clientes, él por su parte se perdía en sus pensamientos mientras miraba el paisaje y tomaba una deliciosa taza de té.

Gotas de agua Donde viven las historias. Descúbrelo ahora