Regalos

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Jesse se encontraba en las oficinas de los serafines, tenía semanas intentando hacer que lo citaran con el altísimo, pero todo era en vano, nadie podía hacerlo.

 — Por favor, necesito una cita con el gran señor. - casi rogó.

 — Jesse, te lo he dicho muchas veces, nosotros no estamos autorizados para algo así.

 — Entonces prográmame una cita con quien sí pueda.

 — Jesse…

 — No, no voy a escuchar otra negativa de su parte. - aquellos ojos inyectados de sangre hicieron temblar a la pobre chica.

 — ¿Qué está pasando aquí?

 — Serafín Sera.

 — Necesito hablar con usted. - decía mientras se acercaba a la mencionada.

— Espera, no puedes hacer eso. - la chica intentó detenerlo, pero Jesse la ignoró. La serafín le dio un asentimiento para que lo dejara.

— Hablemos en mi oficina. - el ángel caballerosamente la dejó pasar primero. — ¿Cuál es el tema que quiere hablar?

— Me disculpo por mi comportamiento anterior, pero ya no sabía que más hacer para que me escuchen. - Jesse se tranquilizó. — Iré directo al punto, necesito una cita con el todo poderoso. - la cara de la serafín perdió su calma.

— Bueno, puede decirme a mí el problema y me encargaré de que llegue a nuestro señor.

— Lo lamento serafín, pero prefiero exponerle yo mismo mi problema al omnipotente.

— Le aseguro que si me lo dice a mí será igual que si se lo dijera a él.

— No. - Sera se sintió amenazada por aquella mirada carmesí. — Y si usted no me puede ayudar, buscaré quien sí pueda hacerlo. - el ángel salió de las oficinas con gran decisión.

— ¿Sera, que pasa? - la serafín miró a su pequeña aprendiz.

— Nada, no te preocupes. - evadió el tema, pero la pequeña serafín había escuchado toda la conversación.

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Luke llegaba a las oficinas de la empresa armamentista liderada por la familia Carmine, fue recibido por una adorable señorita que lo llevó hasta el laboratorio de Camilo.

— Gracias dulzura. - despidió a la mujer que sonreía encantada ante el príncipe.

— Sí que has cambiado desde la última vez que nos vimos.

— ¿De qué hablas?, siempre fui encantador.

— Dile eso a las pobres chicas con el corazón roto a las cuales mirabas como si fueran mierda. - Luke recordaba esas épocas.

— Quizás sea porque ya tenía a alguien robándome los suspiros. - le regaló una sonrisa encantadora.

Luke miró el lugar, frívolo y con olor a desinfectante fueron su primera impresión, todo pulcramente limpio y ordenado, sonrió al saber que era idéntico a su dueño. Al mirar de nuevo al armamentista, sintió un dolor punzante en el hombro, al igual que la humedad de un líquido caliente y el rostro de Camilo estaba a una corta distancia de la suya.

— Fuimos una linda pareja. - soltó con sarcasmo mientras que sus manos sostenían el mango de la lanza que había atravesado su carne.

— También te extrañé. - ambos sonrieron.

Luke empujó a su compañero con fuerza, mandándolo al otro lado de la habitación, tomó la lanza y la sacó de su hombro, miró la sangre en el filo con una sonrisa.

Gotas de agua Donde viven las historias. Descúbrelo ahora