Averno

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El tiempo es un amigo cuando intentas olvidar o eso es lo que han dicho, pero olvidar no es para todos, hay cosas no están permitidas olvidarlas y otras más que no se desean olvidar. El infierno olvidó el incidente, nuevas cosas pasaron, dejando el tema de lado, los pecadores y los nacidos en el averno seguían con sus vidas, al igual que el hotel Hazbin y sus habitantes, no podía culparlos, tienen una vida que debe seguir, aun con el dolor.

Aunque siempre habrá quien no lo haga, siempre existirá alguien aferrado al pasado y tratará de recuperarlo.

— ¿Por qué la habitación de Luke está cerrada?

— Debe empezar a dormir en su cuarto, majestad. - Alastor tomaba café mientras sus sombras le servían el desayuno al rey.

— Duermo en mi habitación. - gruñó, sabía que aquello le perjudicaba, ya que traía de vuelta recuerdos que lo lastimaban, pero no podían culparlo, no sabía nada de Luke y su único consuelo era el pasado.

— Tiene que empezar a aceptar que él ya no está aquí. - el monarca apretó los puños.

— Lo sé, no soy idiota.

— Solicitan su presencia para un juicio... - ni siquiera terminó de hablar cuando fue interrumpido.

— Ve tú, yo tengo cosas que hacer.

— Majestad. - apretó los dientes. — Quedarse encerrado en su habitación haciendo patos no es de suma importancia como sus deberes de rey.

— Si no hay nada más, me retiro. - Alastor lo vio alejarse.

El demonio de la radio gruñó ante la actitud del gobernante, tenía un mes entero evitando salir de su torre y enviándolo a él a estas reuniones, al principio no se quejó, qué gente más poderosa que él tuviera que tomar su palabra como la última era gratificante, igual a que todos empezaran a ver su posición en el infierno, ganándose un lugar en la mesa. Claro que la diversión duró muy poco, muchas de las reuniones eran una completa pérdida de su tiempo, dejándolo, sin poder ejercer aquello que le gustaba, transmitir en la radio. Sumado a eso, su trabajo de tiempo completo que era cuidar que el deprimido rey no cometiera alguna estupidez.

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Alastor se encontraba en la reunión con aquellos a los que él llamaba idiotas, sin algo mejor que hacer que malgastar su tiempo en reuniones absurdas.

— ¿Él tampoco vendrá hoy? - el pecado de la gula estaba sentada a su lado.

— Me temo que tiene cosas importantes que le han impedido asistir.

— Claro, por eso mandó a su lacayo, de nuevo. - el pecador frunció el ceño ante tal descripción hacia su persona.

— ¿Cómo se encuentra? - preguntó el pecado de la lujuria, con evidente preocupación.

— Como la última vez que lo vieron. - se limitó a contestar.

— Ya que todos estamos presentes. - el hombre miró a su dirección. — O casi todos. - la mirada de superioridad que le lanzó, hizo al demonio fruncir el ceño sutilmente. - ¿Lucifer sigue indispuesto?

— Me temo que sí, pero yo tomaré su lugar. - y como la primera vez, los presentes murmuraban a la lejanía su disgusto.

— Esto ya es inaceptable, regresa y dile a ese pecado que se presente. - los puños de Alastor se apretaron, él no era un mensajero.

— Soy la pareja del rey, así que tomaré su lugar hasta que su majestad esté dispuesto. - aclaró.

— Esta corte puede exiliarlo ante la poca confianza que se le tiene ante un tema delicado como el que vamos a exhibir, hágame el favor de retirarse y comunicarle al rey que su presencia es esencial. - iba a volver a hablar cuando el hombre lo interrumpió. — No me obligue a sacarlo, señor. - amenazó.

Gotas de agua Donde viven las historias. Descúbrelo ahora