8, No nos odiamos.

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VIII

No nos odiamos. 

Muchos no le hablaban por respeto a la corona, por ser de la realeza, porque su lugar era el de la princesa. Ella ya no debía pasar tiempo en la cocina, alcanzando los ingredientes o distrayéndose con los caballos. Ahora tenía que esperar sentada a que le llevaran la comida, que le prepararan el agua para bañarse, o debes en cuando para limpiarle el cuarto.

Pero existía una persona, lejos de la servidumbre, que mantenía su distancia. No por ser la princesa o la protegida de su antigua aprendiz, sino por su magia. Una que parecía tan extraña como peligrosa.

Había pocos escritos que hablaban sobre las brujas de vasija, y todos decían lo mismos. "Son peligrosas sin la educación mágica adecuada". Merlín en un principio no lo tomo al pie de la letra. No veía un peligro, Arabella parecía bastante tranquila.

Era pequeña, y risueña. Parecía ser que le gustaba más que peinaran su cabello a que le hablarán de magia.

Al menos el primer año.

Con el tiempo fue descubriendo que la niña que Morgana había traído al castillo, a demás de desconocer su propia magia, la iba acumulando. Quizás no la tomaba como lo hacían las brujas mayores, pero esta se iba metiendo en ella, sin que nadie mas lo notara.

O es lo que él creía.

Logro infiltrarse en un par de clase que Morgana impartía, para descubrir que lo que le enseñaba se alejaba de lo necesario. Le enseñaba como no tomar la magia, y purificarla, pero no a como hacer que esta fluya en caso de no sacarla de su cuerpo, como esta se lograba mantener cada día.

Y aunque este le dijera a la maestra hechicera que su deber era mejorar la calidad mágica de su protegida, ella se negaba.

A Arabella se le hacia contradictorio lo mal que se llevaban y que luego Morgana la mandara a tener clases con él. Luego descubrió que la hechicera se marchaba bastante seguido. Entonces, aunque no le caía bien Merlín por la fría distancia se acostumbro a su presencia mágica, a los regaños cuando era descubierta, junto con Hisirdoux, en una travesura, y más.

Merlín sabía que solo era cuestión de tiempo para que Arabella fuera mas que una de esas brujas que poco se veían en el mundo mágico. Y Morgana parecía estar esperando aquello con mucha paciencia.

Si no hubiese sido por Zoe, Arabella hubiera llegado tarde al primer día de trabajo. La noche anterior llego muy tarde tras seguir el rastro mágico y toparse con que se trataba mas que un simple truco. Ahora no podía sacar la cabeza de debajo de la almohada.

Desayunaron juntas, y tras su rutina de siempre, esta vez un poco mas lenta por el cansancio, se marchó. Llego con los minutos justos, diez después que Hisirdoux, quien ya estaba allí hablando con un compañero de trabajo, apoyado en la escoba.

—Buenos días, bella durmiente —la saludo—. Jo, ella es Arabella nuestra nueva compañera. Quien dijo ser la mas puntual entre las puntuales.

Arabella le dio una sonrisa de fastidio.

—Pensé que recordabas que soy una mentirosa experta —dijo.

—Esperen —los detuvo Jo—. ¿Ustedes ya se conocen?

Ambos se vieron, y pensaron exactamente lo mismo. Eran mas que simples conocidos o amigos. Existía detrás de ellos años, cientos de estos, repletos de historia que iba mas allá de una amistad duradera. Sin tocarse sentían la magia del otro, y con solo verse a los ojos, leían el deseo tan bien oculto.

Quedarse Quieta, el origen de una bruja.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora