19, La noche eterna, y los dilemas de una bruja, I

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XIX

La noche eterna, y los dilemas de una bruja.

|Control|

Narra Arabella Pericles.

Camelot.

Estaba tensando demasiado el arco, pensado en la manzana a la cual debía darle, y no lastimar a Douxie en el proceso. Digamos que por él me motivaba a tomar con un poco mas de calma el entrenamiento, e ignorar las distracciones.

La voz de un caballero al lado mío, es una de esas.

—Esa flecha debe salir en algún momento —dice Lancelot, y me lanza otra piedra.

No le iba a responder, se porque lo hacía, tan solo tomó un poco mas de aire y lo dejo salir con suavidad. Al mismo tiempo suelto la cuerda del arco, y Lancelot me desestabiliza con una piedra mas, y la flecha salió disparada cargada con magia.

Primero un brillo rosa, que dejaba de verse delicado y cariñoso, y luego, se oye un grito.

—Hisirdoux —digo con espanto.

La idea de que él me acompañara no era lastimarlo, era que me ayudara a mejorar mi habilidad de tiro a un blanco vivo. Oh no, y ahora lo mate. Mate a mi novio.

Salgo corriendo, imaginado lo peor. A Douxie con la flecha en la cabeza, que es peor que ser atravesado en el pecho. A cualquiera lo mataría una flecha en la cabeza, ni siquiera es algo que se lanza con la idea de sacarle la magia. Para eso hay puntos claves, como el centro del pecho, el estómago, o el corazón. También en la espalda se puede, y son diez puntos justo en medio.

La cabeza es diferente.

—No, no, no, no —repito a medida que me acerco.

El polvo se asienta, y lo puedo ver a él sentando en el suelo. Se mueve, esta vivo. Pero aun así lo pude haber lastimado con la flecha.

—Doux, lo siento —digo angustiada.

Hace unos ruidos raros con la boca, y el corazón se me encoge. Comienzo a pensar que lo que hay dentro de nuestras cabezas se relaciona de manera directa con las demás partes del cuerpo.

—Te he dejado mas tonto de lo que estabas —digo, y él me ve enojado—. Oh lo siento, pensé que no lo entenderías.

—Que, si lo hago, bruta —me responde.

—Cuidado con tus palabras, hablas con la princesa —le dice Lancelot de lejos.

No se acerca, porque sabe que no debe cuando quiero estar sola con el aprendiz de Merlín.

—Perdón, no era mi intensión darte con la flecha —le digo, y lo tomó con cuidado del rostro.

No tiene una marca de nada, creo que es una ventaja de las flechas. No dejan cicatrices, es bueno. Gracias a mi blanco vivo, se que eso puede ser posible.

—Es que no me diste con la flecha —dice, y ve a un lado—. Le diste a la manzana.

Veo lo que él, y es cierto. La manzana esta a un lado, con la flecha atravesada, deshaciéndose con lentitud.

—¿Qué paso contigo? —le pregunto.

Sigo sin soltar su rostro, y disfruto tenerlo tan cerca que puedo sentir como se le acelera la respiración. Sus ojos brillan, y yo me derrito. ¿Cómo puede ser posible que me sienta tan débil y dichosa a su lado?

—Es que tu magia es mas fuerte de lo que crees —dice y sonríe.

Me siento aun mas tonta, por como me halaga, y me sonríe.

Quedarse Quieta, el origen de una bruja.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora