11, No hay que ignorar.

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XI

No hay que ignorar.

|Who is she?|


—No hace falta que vayas hoy, tómate el día —dijo Hisirdoux—. No se, di que estas indispuesta, o algo.

Giró a la entrada, y la vio salir del edificio, cubriéndose la cara a causa de la luz del sol.

—Ni puedes mantener los ojos abiertos —añadió.

Arabella se paro frente a él, y se cruzó de brazos, poniendo cara de fastidio. Escucharlo hablar a la ligera, cuando sabía, ella y él, que no era tan a la ligera como parecía, le molestaba. Tenía claro a donde se dirigía, y no estaba dispuesta a dejarse cuidar. No, mientras se prometieron poner por igual ambos.

—No empieces —dijo ella.

—No, no, no linda, tu no empieces —dijo él—. Debes descansar, ahora si se te notan los meses de insomnio.

La tomó de las mejillas, y notó lo que antes no. Las leves ojeras, apenas ocultas por un poco de maquillaje, la cicatriz rosada imposible de cubrir, la boca sin pintar, y su mirada falta de brillo. Hisirdoux no podía creer que se veía tan penosa como hermosa.

Y aquello le causaba tanto, que no sabía que decir.

—Insomnio parcial —le corrigió, y se soltó de su agarre—. Ahora acompáñame al departamento, me quiero bañar.

Comenzó a caminar, dejándolo atrás. Hisirdoux, quien la conocía lo necesario, sabía que pronto iba a fingir que nada sucedió. Se apuro para llegar a su lado, y la tocó con el codo, haciendo que lo viera. Entonces Arabella sonrió, y paso el brazo, entrelazándolo con el suyo.

—Siempre tan caballero —dijo—. Respetando las decisiones de una dama.

—Si, yo espero que esta dama sepa que descansar no le va hacer mal —respondió ante su juego de palabras.

Sin embargo, Arabella no le dijo nada. Tan solo siguió caminando agarrada de él, y sonriente, como si fuera alguna de esas tardes en las paseaban por las calles de Paris, y el mundo era muy diferente.

Cada vez que se encontraban, el mundo parecía ser muy diferente a anteriores reencuentros. Igual que ellos. Nunca era igual, y nunca continuaba como deseaban. Siempre querían algo, que en esa ocasión el otro no buscaba, o que, por azares de un destino empeñado en juntar, no le podía ofrecer.

Arabella era inquieta, y llamativa. Malévola y volátil. Una princesa que muchos reyes trataron como una reina. Una bruja que muchas otras querían derrotar. Tanto, que fue la mas buscada, y no podía estar por mucho tiempo al lado de nadie.

Por otro lado, Hisirdoux, aunque inquieto y llamativo, hasta el punto de ser un caballero cotizado, sabia cuando debía hacerse a un lado. Que la magia, y su nombre no podía quedar en ningún libro, en ninguna memoria.

Siempre se deseaban, pero ninguno le podía otorgar al otro lo que tanto necesitaban. Y ahora en el presente, donde no debían huir, y podían pasar horas y horas hablando, sabiendo que están a unas cuadras de distancias, nada les impedía dar aquello que siempre les falto.

A pesar de que Morgana estaba allí de alguna manera que no comprendían, no temían a la nueva quietud del momento.

—Bien —dijo Arabella, abriendo la puerta del departamento—. Ponte cómodo, ya casi estoy.

Hisirdoux le hizo caso, mientras ella desaparecía dentro del baño. Se sentó en el único sillón que había, y daba al balcón. Saco el celular, y comenzó a ver lo que había, desde unos textos de Zoe, hasta el recordatorio de que debía empezar los preparativos para la batalla de bandas.

Quedarse Quieta, el origen de una bruja.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora