𝗖𝗮𝗽𝗶𝘁𝘂𝗹𝗼 𝟭𝟳: di que me deseas

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Solo hay pulgadas entre nosotros.
Quiero que te rindas.
Hay tensión entre nosotros,
solo quiero rendirme.

Camila Cabello—


El sol de la mañana se colaba por la ventana. Abrí los ojos lentamente, acoplándome a la luz que me daba los buenos días.

Anoche todo cambió. Algo dentro de mí cambió, la forma en la que veía a Jason era distinta. Lloré frente a él, me abrazó, me acarició, me consoló.

Te dijo cariño.

¿Qué significa eso? A lo mejor no lo dijo en serio; simplemente intentaba calmar a una chica en situación de tristeza. No es como que sea capaz de llamarme así de una manera romántica...

Me levanté de la cama, Jason ya no estaba. Seguía con la misma ropa de ayer: una sudadera amarilla y un pantalón negro de algodón.

A la moda.

Al llegar a la cocina, me quedé de pie contemplando cada parte de su ser, tal y como sucede cuando tienes frente a ti al dueño de tu corazón.

Imposible. Quizás me sienta así por el lindo gesto de la noche anterior, por su manera de tranquilizarme y hacerme sentir segura. Cuando se dio vuelta y me miró a los ojos, mi corazón se detuvo como era de costumbre cada vez que posaba su mirada sobre mí.

—Despertaste justo a tiempo.

Me acerqué a la isla de la cocina y me senté en el taburete, muerta de hambre mientras examinaba el desayuno. Me había hecho un avocado toast, un pequeño bol con ensalada de frutas, un café y un vaso de jugo de naranja exprimido.

—¿Todo esto es para mí? —pregunté con asombro.

—Tuve que levantarme como dos horas antes —admitió observando la tostada que tenía en frente—. ¿Sabes cuánto tiempo tardé en hacer este huevo de mierda? —señaló el huevo poché que yacía sobre la tostada.

—Requiere paciencia. —Sonreí con timidez.

—¿Paciencia? ¿Qué es eso? Necesito que me la presentes. —Se me escapó una pequeña risa.

—Gracias.

—Vamos, come.

Hice lo que me dijo y enseguida me devoré la tostada.

—¿Tú no desayunas? —inquirí, frunciendo el ceño. Él solo negó con la cabeza y bebió un sorbo de su café—. Ten, toma. —Le ofrecí un poco de mi ensalada de frutas.

—Lo hice para ti, es tuya.

—Y como es mío puedo decidir qué hacer con ella. Ten —insistí.

Pinché con el pequeño tenedor una rodaja de kiwi. Él se acercó a mí y abrió la boca.

—¿En serio?

—Lo estoy aceptando y aún te quejas.

Puse los ojos en blanco, finalmente se llevó la rodaja a la boca. No pude detenerme y mis ojos bajaron hacia su boca en cuanto relamió sus labios.

—Está bueno.

—Es kiwi.

—Hay kiwis feos —informó.

—¿Feos? Todos vienen de la misma planta.

—Eres imposible —se rindió ante mi "falta de conocimiento".

Intercambiamos sonrisas entre medio de una tensión que se fue construyendo. Sus ojos vagaron por mi rostro hasta llegar a mis labios, no pude evitar recordar aquel beso y las ganas que tengo de que se repita.

Tuya En Secreto #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora