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La segunda cosa tabú, después de que un alfa y un omega vivan bajo el mismo techo sin ninguna relación, es el hecho de practicar magia negra. En una sociedad dónde la religión lo es todo, dónde todos van a una iglesia a adorar a alguien que posiblemente ni siquiera escucha sus oraciones, él solo recita un par de conjuros mientras ofrece un sacrificio a su estómago para saciar el hambre de su amigo. La sombra que lo acompaña desde el día de su nacimiento. La que le informa sobre cada cosa que hace el señor de la mansión y la que siempre lo supervisa por las noches, cuando duerme.

Sus pasos eran lentos, pero constantes; no hacía sonido a la hora de caminar. Su cuerpo era tan liviano como una pluma, al menos lo era en momentos como estos. Cuando suele ir a la siguiente aldea para conseguir algo delicioso para comer, por suerte. Este es el marquesado de Lucifer, el magnífico territorio Morningstar, dónde la economía es bastante buena y la seguridad también. Por ello, debe ir a la siguiente aldea que está fuera del marquesado. No desea causarle algún problema a su suegro. Mientras daba su paseo nocturno, pudo atisbar un leve brillo en plena oscuridad; tan densa que casi no podía ver sus propios pasos, en la lejanía pudo ver a dos personas esconderse detrás de un arbusto.

"¿Oh? ¿No es ese mi querido amigo Husky?"

Alastor ensanchó su sonrisa a la vez que caminaba en esa dirección, no importa si se desvía un poco de su camino. No cree que el amo del territorio lo espere hasta altas horas de la noche. Las cigarras habían comenzado su serenata hace ya dos horas, acompañando esos desafinados sonidos con el brillo de las luciérnagas; iluminando el paisaje que le regala el bosque que se vuelve denso después de pasar por un lago de los tantos que hay en esa región. Apenas pasó uno de los arbustos cercanos, Alastor escuchó gemidos; choques y ruidos casi morbosos que no le agradaron para nada. Sonrió, burlón y con algo de molestia chasqueó los dedos y su confiable sombra abrió los arbustos verdes que justo ahora se ven oscuros.

— Sigues siendo tan despistado como siempre, Husker.

Un hombre mayor salió del arbusto con los pantalones hasta la rodilla y la ropa interior mal acomodada. Lo más notable sería la mancha blanca que se desliza por su pierna... Luego de él salió un lindo omega de cabello rubio cenizo, ojos grises y una buena figura que no deja mucho a la imaginación realmente, debido a que se encuentra completamente desnudo. Y por más desnudo que esté frente a él, Alastor no desvió la mirada; tampoco va a molestarle en mostrarle respeto a alguien que ni se molesta en vestirse. Recorrió su cuerpo con la mirada sin pensar en el omega y luego miró al alfa mayor que lo veía con molestia, tal parece que no iba a darle una sonrisa hipócrita.

— ¿Qué haces aquí, Alastor? — dijo de mala gana.

El mencionado sonrió, arreglando su ropa. — He venido a buscar un bocadillo, pero solo encontré una escena demasiado asquerosa... — miró de reojo al omega que comenzó a vestirse por orden de Husker.

Husker hizo una mueca mostrando lo desagradable y molesto que era toparse con este peculiar alfa, no es que se lleven mal; simplemente no pueden llevarse bien por muchas razones que Husker no puede decir por dos simples razones, podría morir lentamente o podría morir de la forma más dolorosa posible.

Y como no desea morir, por eso se mantiene al margen y busca la manera de encontrarse con Alastor; y lo había hecho perfectamente bien por dos meses... Hasta ahora, y tuvo la desdicha de involucrar a su dulce omega; qué para su mala suerte es coqueto hasta la muerte.

— ¿Quién es este dulce de canela, Husky? — ya con sus prendas más o menos decentes comenzó a rodear al alfa con una mirada voraz — Si folla tan bien como se ve... ¿Quién sabe? Podría volver a tener un polvo contigo y gratis. — dejó salir su aroma a jazmines.

El novio de mi hija. [RadioApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora