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"Nunca se le cruzó por la cabeza el volver a tener sexo con Alastor", había hecho todo lo imposible por mantenerse lejos de él. Lo más que pudo, eso está claro. Pero no se puede huir del depredador cuando vive bajo el mismo techo que tú, teniendo el riesgo de caer en sus encantos o provocaciones, Alastor es la manzana a la que no puede resistirse, pero lo ha estado haciendo bien, quizás la dulce lengua que lame su cuello le hace olvidar el porqué se había resistido tanto. Había estado luchando contra ese raro sentimiento que le provocaba el alfa, su cuerpo reaccionaba a cada susurró en su oído. Su cuerpo recordaba cada toque del alfa en su cuerpo, sintiendo el hormigueo que le recorría desde los pies hasta la punta del cabello.

La noche es perfecta, la luz de la luna que se cuela por la ventana que da vista al rosal, sus cuerpos encajando de una forma impensable. Es la primera vez que ambos notan ese pequeño detalle, estando más o menos consciente de lo que están a punto de hacer. Lucifer estaba sobre la mesa, ahí, donde antes estaban las manzanas que se iban a convertir en su merienda de la noche. Las mismas que yacen esparcidas en el suelo, mientras que ambos seres se devoran como un par de bestias hambrientas, sedientas y deseosas de poder consumir al otro. Luchando por el dominio de lo que ya no tendrá reparo después, Lucifer se aferra al cuello del alfa, y el Alfa se aferra a la pequeña cintura que hay entre sus manos. Era tan pequeña, tan diminuta. Tanto que se le vino a la mente destrozarla.

Ah~... — había soltado un pequeño jadeo cuando las manos del castaño se moldearon alrededor de sus glúteos, apretando sin ningún cuidado. Apretando su cintura alrededor de su notoria erección sobre sus pantalones, ambos estaban cegados por el calor, no podía pensar con tanta claridad. Pero eso no es importante ahora, Lucifer rodeo la cintura del alfa, queriendo tener más fricción entre sus cuerpos, disfrazando sus ansias por ser dominado, ese deseo primitivo de ser sometido al alfa... Ese sentimiento al que tanto le ha rehuido finalmente se apodera de él, sus manos habían comenzado a desabrochar las prendas del alfa. Desabotonando torpemente mientras que el castaño devora su cuello, con un trato limpio de querer comerlo en toda la palabra.

— Lucifer... — gruñó, simulando pequeñas embestidas mientras separa las nalgas del rubio sobre la tela. Queriendo frotarse piel contra piel, deseando ver como Lucifer vuelve a rogar por tenerlo dentro, deseando que lo señoreen mientras busca la forma de ser sometido debajo de él... Fue cuestión de segundos para que Alastor ya no tuviera la camisa sobre su torso, Lucifer había comenzado a dar pequeñas lamidas sobre sus pezones, chupando, mordiendo y lamiendo mientras alzaba la vista y le dedicaba la mirada más inocente que jamás en su vida haya podido ver. Cara de ángel, el peor demonio. Las manos de Lucifer se deslizaban por el contorno de las caderas de Alastor, delineando la curvatura que se muestra ahí... Fijando su vista en la longitud resentida que le grita "pruebame".

Alastor sonrió cuando las feromonas de Lucifer mostraban su inseguridad en si tomarlo o no, podía ver en esos ojos azules el deseo, el cariño, las intensas ganas de ser avasallado y mimado eran claros como el color de los mismos. Tanto Lucifer como el propio Alastor anhelan el encuentro con algo más que deseo carnal. Alastor repartía besos por el rostro del hermoso Lucifer mientras sus manos bajaban los pantalones del rubio, cayendo a los pies del Omega. Sus manos podía sentir la suave piel de sus glúteos, tan suave y tan fáciles de apretar, siendo hasta cierto punto desestresante. Sus respiraciones chocaban, sus narices se rozaban y sus labios morían por encontrarse.

Pero no podían hacerlo, no cuando sus ojos se ven con un hambre voraz, jurando comer hasta lo último del otro.

— ¿Puedo...? — Alastor iba a preguntar si podía besarlo, pero Lucifer se le adelantó y estampó sus labios rosados sobre los del alfa. Disfrutando la sensación de finalmente probar una verdadera delicia, sus bocas parecían encajar con la contraria, sus respiraciones se volvían erráticas y cada vez más difíciles de controlar. Sus dientes chocaban de vez en cuando, mordiéndose y chupando, ambos tenían los ojos cerrados mientras las embestidas de Alastor se volvían cada vez más fuertes.

El novio de mi hija. [RadioApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora