30

2.2K 302 99
                                    

Una semana completa pasó después de eso y el celo del rubio no se ha presentado. Su cuerpo ha estado muy, muy sensible en varias zonas, zonas que a Alastor le gusta tocar con mucha frecuencia, amando esos pequeños jadeos que le encienden lo que nunca supo que tenía. Nifty finalmente se adaptó a la mansión y a los residentes que ahora viven ahí, todo está tan lleno de vida qué, al pensar en la mansión hace casi dos meses no había nadie más que Alastor y el rubio, Lucifer. Poco a poco la vida solitaria del Omega había comenzado a llenarse de calidez. Con siete residentes en la mansión, comienza a parecerse lentamente a una familia.

Stolas vendrá mañana.

Sonreía mientras comenzaba a pintar en un lienzo en blanco la silueta de su tan amado animal favorito.

El sol estaba en pleno apogeo, pues aún es verano, la brisa que alivia el agasajo que el sol provocaba. Todos estaban en sus ocupaciones del día, y él admiraba el paisaje a la vez que su acompañante ordenaba los utensilios de pintura que necesitará para comenzar a pintar. El silencio entre los dos era cómodo, no había necesidad de decir palabras que no valían la pena, solo bastaba una mirada, sonrisa o un gesto para que pudieran comprenderse a la perfección. Esa es su forma de hablar, a través de comportamientos, suspiró y de vez en cuando, caricias.

Alastor E. Haworth se acomodó a un lado del rubio, leyendo uno de los tantos libros que había en la biblioteca del amo.

Ambos se hacían compañía mientras todo fluía con tanta tranquilidad, como la suave corriente de un pequeño riachuelo. Ambos estaban inmersos en sus propias cosas, pero aún si lo hacían siempre la atención estaba sobre el otro. Silenciosamente brindándole amor al otro, siendo tan compatibles y unidos. No hubo ruido que llegase a perturbar su paz, ni molestia que los hiciera preocuparse, todo en ellos dejaba a la vista que se comprenden completamente.

Lucifer suspiró, terminando su pintura.

— Creo que hizo falta algo... — susurró.

Alastor terminaba de leer el libro "Peonías en Primavera", un raro libro erótico que Lucifer había dejado nuevamente a la vista y que por alguna extraña razón termino leyendo, él se asomó un poco para ver el cuadro terminado. Encontrando un bello paisaje, dónde se veía un lago con varios patos en el fondo nadando en parejas haciendo un corazón. Sonrió un poco cuando se dio cuenta que en la esquina del cuadro había un par de iniciales, muy pequeñas que eran difíciles de leer. Por suerte tiene una excelente vista, se acercó a la mejilla del rubio y dejó un sonoro beso.

Lucifer lo miró avergonzado pero con una pequeña sonrisa.

— ¿Tú y yo en un pequeño barco? — propuso.

Lucifer lo pensó.

— Nunca hemos ido a uno. — tocó su barbilla con el dedo índice.

— Entonces ¿Deberíamos hacerlo?

Morningstar parpadeó confundido, comprendiendo luego, su rostro comenzó a encenderse por la repentina vergüenza.

— Pero... Umm... ¿Y si nos escuchan? — agachó la vista.

— ¿En qué estás pensando ahora, corazón? Habló de ir en barco por el lago. ¿No sería divertido? — lo miró con cierta picardía en la mirada.

"Esa mente cariño, esa mente."

Se divertía demasiado cuando avergonzaba al rubio, todo se sentía tan refrescante cada vez. Su linda carita de ángel se ponía roja como una de las manzanas que tanto le gustaban al omega, ambos sonrieron y se acercaron, acariciándose las mejillas mientras juntaban sus frentes.

El novio de mi hija. [RadioApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora