CAPÍTULO 2. LA AUDIENCIA

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REGINA


Cuando este mediodía he cruzado el Atrium del Ministerio de Magia con la cabeza decapitada de Delphini Riddle en mi mano, con su melena rubia todavía goteando sangre, jamás me hubiera imaginado que mi juicio se celebraría esta misma tarde.

El eco de mis botas de tacón negras resuena en el silencioso vestíbulo mientras avanzo, escoltada por dos fornidos guardias de seguridad que me sujetan con firmeza, a pesar de estar desarmada y esposada con grilletes que bloquean mi magia.

Al entrar en la sala de audiencias, se extiende ante mis ojos la majestuosidad del Wizengamot. El salón, iluminado por una luz cálida que confiere un aire solemne al ambiente, está repleto de magos y brujas, impecablemente enfundados en sus túnicas negras, ansiosos por juzgarme.

Observo sus rostros, tallados por el tiempo, y marcados por la gravedad del momento, tratando de encontrar en ellos algún indicio de simpatía o compasión, pero en vano.

Estoy jodida.

Me siento como un animal enjaulado en medio de la carpa de un circo. Un breve vistazo hacia atrás, donde se encuentra el público, me corta la respiración. Las miradas pesadas de mis padres y mi hermano reflejan una mezcla de incredulidad y sorpresa. Después de tres años en los que he permanecido en la sombra, sin dar señales de vida, seguramente me habrán dado por muerta.

Me obligo a mirar hacia delante de nuevo, donde otro guardia de seguridad abre los barrotes de una pequeña celda para meterme dentro mientras se celebra el juicio.

Por Merlín, ni que fuera una zorra psicópata, pienso con ironía.

Suelto un pequeño suspiro y entro en la celda, agarrándome a los fríos barrotes, mientras la bulliciosa sala se queda en un silencio absoluto, y el guardia cierra la puerta con llave detrás de mí.

—Audiencia Disciplinaria del 15 de agosto de 2026, sobre los delitos cometidos en el marco del Decreto para la Razonable Prohibición de las Maldiciones Imperdonables y el Estatuto Internacional de la Punición de los Actos Mágicos Reprochables de Regina Riddle-Sallow, con residencia desconocida —comienza el Ministro Shacklebolt.

—Abogado de la defensa, Ominis Riddle-Sallow —interviene mi hermano, de pronto.

Mierda.

El eco de su voz resuena en la sala, y siento una mezcla entre alivio por ver que no me odia del todo, y preocupación porque se meta en este lío.

—Se acusa a la Señorita Riddle por los siguientes delitos —continúa el Ministro. —Utilización de la Maldición Asesina frente a funcionarios del Ministerio de Magia. Asesinato y decapitación de sesenta y cuatro magos y brujas.

¿Sesenta y cuatro? Juraría que eran sesenta y cinco... ¿Y dónde coño está mi testigo?

—¿Cómo se declara la acusada? —pregunta, con su mirada fija en mí.

—Culpable —respondo, sin titubear, provocando un estallido de gritos en el público.

—¡Reg! —me regaña mi hermano, atónito. —¿Qué coño haces?

—¡Silencio! —clama el Ministro, imponiendo orden. —La condena por los actos cometidos por Regina Riddle-Sallow es la cadena perpetua en la Prisión de Azkaban.

—Testigo de la defensa, Harry James Potter —escucho al Señor Potter, mientras entra en la Sala de Audiencias, recordándome que llevo mucho tiempo sin respirar.

Al ver a Harry Potter entrar en la sala, el público estalla de nuevo.

—¡Silencio! —repite el Ministro, con severidad.

El Legado de la Oscuridad (Parte IV): RedenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora