JAMES
Cierro la puerta de mi despacho dando un portazo, sintiendo cómo resuena por toda la habitación. La ira me consume, y apenas puedo contener el temblor en mis manos mientras me sirvo una copa de Whiskey de Fuego.
Me lo bebo de un trago, sintiendo el calor familiar descendiendo por mi garganta, pero ni siquiera el fuego líquido puede calmar la tormenta que se está desatando dentro de mí.
Me siento en la silla de mi escritorio, intentando inútilmente encontrar algo de paz en medio del puto caos que está siendo esta tarde, pero cuando mi padre entra en el despacho con semblante serio, sé que la situación va a empeorar. Estoy furioso con él, y ahora mismo, no quiero ni siquiera verle la cara.
—James —saluda con seriedad, cerrando la puerta tras él.
Me obligo a levantar la mirada hacia él, con los ojos chispeantes de furia contenida. No me apetece escuchar sus excusas ni justificaciones.
—¿De qué coño vas, papá? —espeto, incapaz de contener la calma en mi voz.
Mi padre se acerca y se sienta frente a mí. Sus penetrantes ojos verdes buscan los míos, como si pudiera leer mis pensamientos, y siento que estoy al borde de explotar.
—Entiendo que estés molesto, hijo... —suspira, con tono conciliador.
—¿Molesto? —suelto una carcajada sardónica. —¡Estoy mucho más que molesto, papá! —¡Estoy furioso! —exploto, inevitablemente. —¿El Servicio de Inteligencia Mágica? ¿En serio? Me parece increíble que Riddle te haya manipulado a ti también para salvarse el culo y que declares a su favor... —suelto. —Sabes que lo que has hecho podría considerarse perjurio, ¿verdad?
—James, Regina no me ha manipulado —dice con una calma que lo único que consigue es cabrearme más. —Todo lo que he declarado es cierto. Poco después de irse, Regina se puso en contacto conmigo... —confiesa, dejándome helado. —Estaba dispuesta a trabajar con el Ministerio para acabar con los Hijos del Basilisco. A cambio, me pidió que la ayudara para que retiraran los cargos por usar la Maldición Asesina. Le dije que no podía asegurarle nada, que lo que había hecho era grave, pero igualmente accedió a acabar con la organización criminal, y luego, volver a Londres.
Me quedo atónito ante las palabras de mi padre. Todo lo que me está contando es incluso peor de lo que me imaginaba. Conozco a Regina Riddle: es una egoísta y manipuladora de manual que haría cualquier cosa para conseguir lo que quiere. Que hubiera manipulado a mi padre para que declarase a su favor en el juicio es una cosa, pero que mi padre haya estado colaborando con ella a mis espaldas durante todos estos años es una traición abrumadora.
—¿Cómo has podido? —consigo articular, mientras la rabia me consume lentamente. —¿Cómo has podido colaborar con ella todo este tiempo a mis espaldas después de todo lo que hizo? ¡De lo que me hizo a mí!
Él me mira con tristeza, como si pudiera ver la tormenta de emociones que me consume por dentro.
—James, Regina estaba pasando por una etapa horrible —la defiende. —Y que lanzara esa maldición imperdonable es malo, sí, pero es entendible también. —Voy a contarte algo que no te he dicho nunca: en mi juventud, utilicé la Maldición Imperius contra un duende, y la Maldición Cruciatus contra Bellatrix Lestrange —suelta, dejándome atónito.
El Gran Harry Potter, el puto Elegido, lanzando maldiciones imperdonables en su juventud. De puta madre.
—No creo que Regina merezca una cadena perpetua en Azkaban por un error que cometió cuando tenía diecisiete años —continúa.
—Pues yo creo que sí —lo corto, furioso. —Regina Riddle es una zorra egoísta que cree que está por encima del bien y del mal. Que cree que puede ir lanzando maldiciones imperdonables por ahí y que todo el mundo la perdonará por su cara bonita. Me tuvo engañado durante mucho tiempo, papá. Pero créeme, ahora ya no puede.
—James... —empieza a hablar mi padre.
—No, papá —lo corto de nuevo. —¿Sabes qué? Iba a decirte que me niego a ser su supervisor. Iba a solicitar a los carcamales del Wizengamot que se buscaran a otro puto pringado que aguantara a esa zorra psicópata. Pero lo he pensado mejor. Voy a ser su supervisor. Voy a declarar en su contra, y voy a asegurarme de que Regina Riddle-Sallow pase el resto de su patética vida en Azkaban —sentencio.
Mi padre abre la boca para replicarme, pero unos golpes en la puerta hacen que se levante de su silla.
—Adelante —digo, cuando Cole abre la puerta de mi despacho. —El Señor Potter ya se iba.
—¿Estás bien, James? —pregunta Cole cuando mi padre sale de mi despacho, con sus ojos azules cargados de preocupación. —Acaban de decirme que te han puesto como niñera de la jodida Degolladora. ¿Es cierto que tendrás que llevártela a tu casa? A ver, por una parte, es una mierda, ya sabes, por el tema de dormir al lado de una asesina todas las noches y eso... Pero, por otra parte, me han dicho que está buenísima. Yo todavía no la he visto, pero dicen que tiene unos ojos negros como el infierno que te atraviesan y...
—Cole —corto su incesante parloteo. —¿En serio estás pensando en eso? —respondo, con una mezcla de incredulidad y exasperación en la voz.
Pero, aunque jamás lo admitiré en voz alta, Cole Hunter tiene razón... Regina Riddle-Sallow sigue teniendo una belleza jodidamente cegadora. Esa clase de belleza capaz de hacer que cualquier hombre pierda la cabeza. La clase de belleza que te seduce y te consume. Verla por primera vez después de todos estos años, encerrada en esa celda en medio de la sala de audiencias ha sido cómo tener una jodida visión divina de una diosa del inframundo, de un ángel caído, que, inevitablemente, ha mandado una descarga eléctrica directa a mi polla, recordándome lo jodidamente débil y vulnerable que puedo llegar a ser en su presencia. Y me odio profundamente por ello.
—¡¿Es cierto!? —exclama mi prima Roxanne, entrando como un torbellino en mi despacho. —¡Acabo de leer el veredicto del Wizengamot! ¡¿Regina ha vuelto?! ¡¿Es la Degolladora!? —pregunta, sin poder contener su excitación.
—Sí, ha vuelto —sentencio, poniendo los ojos en blanco.
¿Acaso hoy no voy a poder tener un maldito segundo de tranquilidad?
—Espera, ¿conocéis a esa chica? —pregunta Cole, atónito.
—¿Qué si conocemos a esa chica? —repite Roxanne, con una risa nerviosa.
—Es mi exnovia —admito, acariciándome el puente de la nariz.
—¡¿Cómo!? ¿¡La Degolladora es tu jodida exnovia?!—exclama Cole, sin poder creerse nada de lo que está escuchando.
Si no estuviera en esta situación de mierda, incluso me haría gracia ver cómo el fornido Auror de treinta y tantos años se emociona por el cotilleo jugoso como una colegiala.
—No es solo su exnovia —aclara Roxanne, alzando una ceja. —Es su primer y único amor. La única chica que fue capaz de conquistar el corazón del apuesto y ligón James Potter, y luego pisotearlo y dejarlo hecho un ovillo llorón durante meses.
—Te estás pasando, Rox —la fulmino con la mirada. —Eso fue hace mucho tiempo.
—¿Y cómo cojones acabó tu exnovia siendo la Degolladora? —pregunta Cole.
—Es una larga historia... —suspiro. —Que te contaré en otro momento. Ahora necesito que vayas al Callejón Diagón y compres lo que sea que necesiten las mujeres para su cuidado personal.
—¿Disculpa? —pregunta Cole, horrorizado.
—Ya sabes, ropa, cepillo de dientes... —enumero.
—Soy un Auror, no un estilista —me fulmina Cole con la mirada.
—Y yo soy tu jefe, te lo recuerdo —le suelto a mi amigo.
Él levanta las manos en señal de paz, con una sonrisa divertida en el rostro.
—Yo te acompaño —dice Roxanne, poniendo los ojos en blanco. —Dudo mucho que Regina Riddle se pusiera ningún atuendo que eligieras tú.
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El Legado de la Oscuridad (Parte IV): Redención
FanfictionÚltima parte de "El Legado de la Oscuridad". Han pasado tres años desde que Regina se fue de Londres, y, para cuando decide volver, ella ya no es la misma. James, por su parte, también ha cambiado mucho: se ha convertido en el Jefe de la Oficina de...