CAPÍTULO 20. HOGAR

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JAMES


—Creo que te has olvidado del más importante —dice, con una ceja alzada, mientras observa los libros que he colocado cuidadosamente sobre mi cama.

—¿A qué te refieres? —pregunto, con el ceño fruncido.

Trago saliva cuando ella se desabrocha la cremallera de su vestido y lo deja caer hasta el suelo. Me quedo embelesado, deleitándome con su desnudez. Mi polla palpita con anticipación.

Regina se acerca a mí, colocándose entre mis piernas, mientras permanezco sentado en el colchón, y coloca sus manos en mi nuca.

Si por besarte tuviera que ir después al infierno, lo haría. Así después podré presumir a los demonios de haber estado en el paraíso sin nunca entrar —recita el verso de "El Rey Lear".

—Mierda —chasqueo la lengua. —¿Cómo he podido olvidarme de Shakespeare? —sonrío.

Ella atrapa mis labios con los suyos, y yo me desabrocho la camisa mientras disfruto de esa quemazón que surge en mi boca al conectarla con la suya.

Cuando se coloca sobre mí, pienso en que, aunque jamás he consumido drogas, deben tener un efecto similar al de Regina cuando me recorre las venas y me consume.

Me agarro a ella con fuerza y su lengua se enrosca a la mía. Le recorro el costado con los dedos y luego sus pechos, disfrutando se su piel cálida y suave. Luego, llevo mi boca a uno de sus pezones y lo acaricio con la lengua. Ella deja escapar un gemido y arquea la espalda. Necesito mostrarle lo que siento, porque las palabras no bastan.

La hago rodar con cuidado y me coloco encima, mientras acaricio con mi dedo su centro, que ya está húmedo para mí.

Me deslizo hacia abajo y ella abre más las piernas, ofreciéndose a mí. Me enreda los dedos en el pelo y me atrae hacia ella. Me dejo llevar y le acaricio el clítoris con la lengua, mientras su delicioso sabor me explota en la boca. Siento cómo le tiemblan los muslos mientras sigo trazo círculos con mi lengua, y ella suelta un gemido y se estremece. Sigo moviendo mi lengua mientras le sujeto por el vientre con la mano, y cuando su cuerpo comienza a temblar, sé que está cerca.

Alzo la vista hacia ella, reemplazando mi lengua por mi pulgar, y la visión de su boca entreabierta y su piel ruborizada me tensa la polla. Introduzco un dedo y ella explota, arqueando la espalda sobre mi cama. La acompaño durante todo el orgasmo, y cuando vuelvo a colocar mi boca en su sexo para saborearla, dejo escapar un gemido. Cuando ella recupera poco a poco su respiración, subo por su cuerpo con la lengua hasta que mis labios llegan a los suyos de nuevo. Regina desliza su lengua en mi boca mientras me acaricia el pecho y baja sus manos hasta la hebilla de mi cinturón. La ayudo a quitarme los pantalones hasta que mi polla queda libre, dura e hinchada de necesidad por estar dentro de ella.

Regina me rodea las caderas con las piernas y yo acomodo mi polla contra su sexo. Me froto contra ella, y el calor recorre todas las células de mi cuerpo.

Cuando abre sus ojos, buscando mi mirada, siento cómo se me tensa el estómago.

—Te amo, James —susurra, provocándome una descarga de placer.

Entro en ella de golpe, hasta el fondo, y lanzamos un gemido a la vez. La sensación de estar rodeado de nuevo de ella es abrumadora. Me da miedo estallar si me muevo, quiero quedarme así eternamente.

Salgo con delicadeza antes de volver a embestirla, y marco con las caderas el ritmo de mis emociones. La necesidad de llenarla me hace delirar.

—¿Para siempre? —jadeo.

El Legado de la Oscuridad (Parte IV): RedenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora