JAMES
—¡Jefe!
Me sobresalto al escuchar los porrazos incesantes en la puerta de mi habitación. El desmesuradamente alto tono de voz de Cole Hunter resuena en mi cabeza, dispersando los restos de mi sueño, y desatando un dolor punzante en mis sienes.
La rubia que dormita en mi cama murmura algo ininteligible, y yo intento aclarar mis ideas mientras me siento en el borde de la cama. Miro a la rubia, desnuda bajo las sábanas, pero por más que lo intente, no consigo recordar su nombre.
—¿Quién es? —pregunta ella, con la voz cargada de sueño.
—¡Tenemos trabajo! —vuelve a gritar la voz desde el otro lado de la puerta, acrecentando mi dolor de cabeza.
—Mi peor pesadilla —maldigo, malhumorado.
Voy a matar al puto Cole Hunter.
—Tengo trabajo... —le indico a la rubia. —Deberías irte.
—¿No vas a pedirme mi número? —pregunta ella, alzando una ceja.
—La verdad es que no —respondo áspero.
Ella me fulmina con la mirada, y, sin decir una palabra más, se apresura a vestirse. Hago acopio de toda mi fuerza de voluntad para ponerme de pie, y me dirijo hacia la puerta, sintiendo el frío del suelo de madera bajo mis pies desnudos.
Abro la puerta de mala gana y me encuentro con la sonrisa divertida de Cole Hunter, quien no puede evitar mirar de reojo a la espectacular rubia que sale de mi habitación, enfurecida y sin despedirse.
—Buenos días, Jefe —saluda, con una sonrisa socarrona.
—Recuérdame por qué te di las llaves de mi casa, Cole —digo, intentando ignorar el dolor que late en mis sienes.
—Porque sabes que soy el mejor compañero que podrías tener —responde, con una sonrisa. —Además, ¿quién si no iba a salvarte de las amantes que se niegan a abandonar tu cama por las mañanas? —se burla.
—Pues no te esfuerces tanto la próxima vez, ¿quieres? —respondo, con un suspiro, deseando que se enfoque en el verdadero motivo por el que está aquí.
—Si un lunes a las once de la mañana, en lugar de estar pasando la resaca, estuvieras en la oficina, no tendría que venir hasta aquí y sacarte arrastras —suelta, con sarcasmo. —Sé que te gusta una buena fiesta, James, pero desde que tu mujer se fue a recorrer América del Sur estás imparable... —suelta, con el tono cargado de preocupación.
Ignoro su comentario y me encamino hacia la cocina de Grimmauld Place. Por lo menos ha preparado el desayuno, pienso, al notar el aroma a café recién hecho.
Cole me sigue de cerca, y se sienta en silencio a la mesa, sirviéndose también una taza de café.
—¿Cómo estás? —pregunta.
—Con resaca, pero sobreviviré —respondo, dándole un sorbo a mi taza. —¿Vas a decirme ya por qué estás aquí? —pregunto, todavía de mal humor.
—Es por "El Degollador" —dice, ahora adoptando un tono profesional, mientras me tiende el ejemplar de El Profeta de hoy.
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El Legado de la Oscuridad (Parte IV): Redención
Hayran KurguÚltima parte de "El Legado de la Oscuridad". Han pasado tres años desde que Regina se fue de Londres, y, para cuando decide volver, ella ya no es la misma. James, por su parte, también ha cambiado mucho: se ha convertido en el Jefe de la Oficina de...