CAPÍTULO 16. ESCÁNDALO

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REGINA


—Buenos días —me saluda James, a la mañana siguiente.

Lo fulmino con la mirada. ¿Ahora es simpático conmigo? Imbécil.

Me sirvo una gran taza de café y me siento en el extremo de la mesa, lo más lejos de James que puedo.

—¿Escuchaste algo anoche? —pregunta, con cautela.

Casi se me escapa la taza de café de entre las manos ante sus palabras. ¿De verdad me está preguntando si ayer lo escuché follándose a su jodida esposa, o algo así?

—No, Potter, no escuché nada anoche —respondo entre dientes. —¿Podemos irnos? —pregunto, después de darle el último sorbo a mi taza de café.

—Antes quería hablar contigo, Regina... —dice, en tono tranquilo.

Alzo la mirada, encontrándome con sus ojos oscuros.

—Tú y yo ya no tenemos nada más de lo que hablar —suelto, antes de levantarme de la mesa y dirigirme a la chimenea del salón.

James suelta un pequeño suspiro, pero asiente y me sigue.

Atravesamos el Ministerio en silencio hasta llegar al despacho de James, y me sorprendo al no ver allí a Cole. Él suele pasarse cada mañana por Grimmauld Place antes de venir al trabajo, y los pocos días que no lo hace, ya está aquí antes que nosotros.

¿Se debió pasar ayer con la bebida en la fiesta del Ministerio? Saco mi teléfono del bolso y marco su número, pero después de unos timbres, se activa el contestador de voz.

—Regina, tenemos que hablar —dice James con determinación.

Está apoyado en su escritorio, con la camisa arremangada en los brazos y el cabello despeinado sobre su frente, ofreciéndome una visión dolorosamente hermosa.

—Cole no contesta —digo, ignorando su comentario. —Deberíamos repasar la lista de magos y brujas que han entrado en el país los últimos meses. Si hacemos una lista de los que han llegado de países con clima cálido...

—¡Regina! —me interrumpe. —Quiero hablar contigo.

Inhalo aire. ¿Qué diablos le pasa? Estoy intentando centrarme en el puto caso, joder. Lo miro fijamente. ¿Qué más puede decirme que no haya escuchado ya?

—¿¡Qué coño quieres, James?! —exploto. —¿Regodearte? ¿Hacerme sentir más imbécil de lo que ya me siento?

—Reg... —dice, incorporándose.

Utiliza el diminutivo de mi nombre con un tono calmado que lo único que provoca es que me cabree todavía más.

—¡No! —exclamo, tajante. —¿Qué quieres escuchar, James? ¿Qué, a pesar de que me dejaste muy claro que jamás volverás a quererme, toda mi puta vida eres tú? —se me quiebra la voz. —¿Qué no puedo respirar mientras espero patéticamente a que dejes a tu esposa y vuelvas a por mí? Tú... Eres mi dueño, me controlas, yo... ¡Te pertenezco!

—¡Tú eres mi dueña! —suelta, dejándome helada mientras se acerca a mí. —Tú me controlas. Soy yo el que te pertenezco. Te quiero, Regina —dice, haciendo que me tiemblen las piernas. —He dejado a Imogen porque estoy enamorado de ti. ¡Eres el puto amor de mi vida, joder! Todos mis sentimientos están controlados por una jodida mirada tuya. No puedo respirar sin ti, no puedo dormir sin ti. ¡Yo existo por ti!

Está tan cerca que puedo sentir su cálido aliento en mi rostro, y su respiración entrecortada. Las diminutas manchas doradas de sus ojos centellean con desesperación, y yo estoy completamente paralizada.

El Legado de la Oscuridad (Parte IV): RedenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora