CAPÍTULO 4. LA ZORRA HA VUELTO

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REGINA


Estoy empezando a desesperarme cuando por fin escucho el sonido metálico de la puerta abriéndose. La sala en la que me mantienen encerrada hasta que algún funcionario me lleve a casa de mi supervisor es absolutamente deprimente.

Las paredes están pintadas de un color grisáceo desgastado, sin muebles, sin adornos. La luz fría de la lámpara sobre mi cabeza contribuye a crear una atmósfera opresiva.

Pero todo esto se me olvida cuando la puerta se abre finalmente y mis padres y mi hermano aparecen frente a mí.

Me quedo helada en el sitio, impaciente por saber su reacción al verme después de tanto tiempo. ¿Van a gritarme? ¿Van a mandarme al infierno? Creía que estaba preparada para cualquier cosa, pero cuando veo una gruesa lágrima rodar por la mejilla de Mattheo Riddle, siento cómo las rodillas empiezan a temblarme violentamente.

—Lo siento papá, pero tenía que hacerlo... —me justifico.

Él se acerca a mí y me rodea entre sus brazos con fuerza. Me dejo envolver por su abrazo reconfortante, sintiendo un nudo en la garganta. Los remordimientos por todo lo que habrán tenido que sufrir al ser señalados por la loca de su hija que va lanzando maldiciones imperdonables por ahí va a asfixiarme.

Harry Potter me informó de que los suspendieron temporalmente de su trabajo, aunque más adelante fueron readmitidos. Mi madre incluso consiguió un ascenso, convirtiéndose en Jefa del Departamento de Misterios...

—Creíamos que estabas muerta... —murmura, cuando me mira por fin.

Mi madre se acerca a nosotros lentamente, con los ojos llenos de lágrimas y una mezcla de emociones en su rostro. Me acaricia el pelo con ternura, como cuando era pequeña, y siento cómo voy a ponerme a llorar de un momento a otro cuando Ominis me abraza con fuerza también.

—Tenemos poco tiempo... —me informa mi madre. —Harry nos ha metido aquí a escondidas.

—Lo siento mucho. Siento haberme ido sin deciros nada. Pero necesitaba acabar con ella y toda su maldita secta. No nos habrían dejado vivir tranquilos...

—No era tu obligación, Regina, sino la mía —dice mi padre, con el tono cargado de remordimiento.

—No te culpes, papá —suplico, agarrando su mano. —Fue mi decisión. No podía dejar que siguiera haciéndonos daño, ella consiguió que yo perdiera el control y...

—Estamos contigo, cariño —me corta mi madre, tranquilizadora. —Siempre lo estaremos.

—No pienso dejar que vayas a Azkaban —me informa mi padre. —Voy a buscar la manera de que podamos irnos de aquí sin...

—No, papá —lo corto. —Tengo que hacer esto. Voy a superar la prueba.

—Reg... —habla mi hermano por primera vez. —Quien tiene que testificar a tu favor es James Potter —me recuerda. —Él ya no es el James que conociste en Hogwarts.

Siento un escalofrío recorriéndome la espalda. James Potter me odia. Me aseguré de eso antes de fugarme. Y puede que haya cambiado durante estos años. Pero, aún así, es James.

—No importa —los tranquilizo. —Es James Potter, y por mucho que me odie, sé que hará lo correcto.

—Tenemos que irnos —me informa un Auror, cuando entra en la sala.

Mis padres y mi hermano me abrazan de nuevo y se despiden de mí, dejándome a solas con mi carcelero.

—Lo siento, tengo que esposarte —me informa, enseñándome unas esposas bloqueadoras de magia.

El chico frente a mí tendrá unos treinta años. Es alto y corpulento, tiene el pelo castaño y una barba incipiente, y me mira con cautela a través de sus vivarachos ojos azules.

—¿Me tienes miedo? —pregunto, alzando una ceja, divertida.

—Por supuesto que no —suelta, con chulería. —Soy Cole, por cierto. Cole Hunter.

—Encantada de conocerte, Cole Hunter —respondo, divertida, mientras me coloca las esposas con precaución.

Cole Hunter me dirige en silencio a través de pasadizos solitarios hasta el exterior del Ministerio de Magia, donde nos espera un carro arrastrado por thestrals.

—¿Un carruaje? —pregunto, cuando nos subimos y el conductor cierra la puerta.

—Un carruaje para la Reina del Mal —bromea Cole. —No quieren arriesgarse a que te escabullas si usamos la Red Flu —se encoge de hombros. —Además, la entrada principal está plagada de paparazzis.

Suspiro mientras me acomodo en el asiento, y el vehículo empieza a moverse.

—¿Conoces a James? —interrogo, con interés.

—¿Al Jefe? Claro —responde. —Me han dicho que tú también lo conoces muy bien —levanta una ceja.

—¿Ah sí? ¿Y qué más te han dicho? —quiero saber.

—Lo básico —vuelve a encogerse de hombros. —Que eres una zorra manipuladora y egoísta, la reina del caos y la discordia.

—Te han informado bien, entonces —sonrío con malicia.

—Creo que vamos a llevarnos bien —ríe, divertido.

***

Contengo la respiración cuando Cole Hunter abre la puerta del Número 12 de Grimmauld Place, mientras intento a toda costa que los recuerdos de este lugar no me abrumen.

Examino con atención cada rincón de la casa, que ha cambiado muchísimo desde la última vez que estuve aquí. Es evidente que James ha hecho reformas. La oscura y ostentosa mansión que recuerdo ha desaparecido por completo, dejando paso a una decoración más cálida y en tonos terrosos. No hay enormes retratos, ni cabezas reducidas, han sido reemplazados por cuadros de diseño y muebles modernos.

Siento como el corazón se detiene en mi pecho cuando Cole abre la puerta del salón y lo veo. Está sentado en un sillón de terciopelo de color crema, y sostiene en su mano un vaso de cristal cuadrado de Whiskey de Fuego. Sigue siendo hermoso, arrebatador, y cuando clava sus ojos oscuros en mí, siento que voy a derretirme de un momento a otro.

Su pelo castaño cae descuidado sobre su frente, enmarcando esa mandíbula cuadrada y perfecta suya. Lleva una camisa blanca, con los dos primeros botones desabrochados, dejando entrever su duro pecho, y unos pantalones de color beige. La barba incipiente que enmarca su rostro solo lo hace ver todavía más atractivo, y, mientras me examina con la mirada inundada de un odio infinito, no puedo evitar sentir un calambre de deseo en la parte baja de mi estómago.

—Hola, amor —rompo el silencio ensordecedor que se ha instaurado en el salón.

—Riddle —me saluda de vuelta, con una frialdad cortante, como el filo de una navaja.

El Legado de la Oscuridad (Parte IV): RedenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora