REGINA
—Esto es ridículo —me quejo, frustrada. —Deberían darle a ese tío un maldito frasco de Veritaserum de una vez.
Hace semanas que arrestamos al encapuchado, y todavía no ha confesado para quién estaba distribuyendo el Néctar de Poseidón, ni ninguna otra maldita pizca de información que pueda servirnos de algo.
—Eso es ilegal —comenta James, concentrado en el partido de Quidditch que se está desarrollando frente a nosotros.
El Mundial acaba de empezar, y Albus nos ha regalado entradas en el palco para ver el primer partido: Gran Bretaña contra Francia.
—Qué estupidez —pongo los ojos en blanco, frustrada. —Llevamos meses con esta investigación. Y si tienes al alcance de tu mano una maldita herramienta que te permitiría...
—Disculpe, señorita, pero tengo que acceder a mi asiento —me interrumpe una voz a mi izquierda.
Me levanto para dejar pasar al chico, cuando noto cómo coloca una mano en mi hombro.
—¿Regina? —pregunta, con una sonrisa encantadora.
—¡Nate! —exclamo, al reconocer al altísimo y moreno Nathaniel Booth. —¡Por Merlín! ¿Qué estás haciendo aquí?
Él me rodea con sus fuertes brazos y me levanta del suelo, provocándome una carcajada.
—Jugar en el mundial de Quidditch, por supuesto —dice, orgulloso.
—¿Te han seleccionado para el equipo de Estados Unidos? —pregunto, impresionada. —¡Es genial!
—James Potter —interrumpe James, extendiendo su mano a Nate, con cara de pocos amigos.
—¿Potter? ¿Cómo Harry Potter? —le pregunta Nate, apretándole la mano para presentarse.
—Exacto —suelta James, con soberbia.
—James, él es Nathaniel Booth —le presento. —Nos conocimos en Nueva York, hace dos años, cuando estaba persiguiendo a Delphini Riddle. —James es... Un compañero de trabajo —suelto, sin saber muy bien qué palabras escoger.
—No puedo creerme que estés aquí —dice Nate, sin apartar la mirada de mí. —Desde que me levanté aquella mañana en mi apartamento y habías desaparecido, dejándome con el corazón destrozado, parecía que se te había tragado la tierra —bromea Nate.
—Al parecer, esa es su especialidad —refunfuña James entre dientes, aunque puedo entender perfectamente todas y cada una de sus palabras.
—Por Merlín, tengo tantas cosas que contarte... —sonríe. —¿Vas a quedarte a la fiesta de inauguración del Mundial? —me pregunta.
—Por supuesto —asiento. —Mi mejor amigo juega con la selección inglesa. Es el hermano de James —le cuento.
Un estallido jubiloso del público sofoca mi voz cuando Albus atrapa la Snitch dorada, terminando el partido y dándole la victoria a Gran Bretaña.
—¡Nos vemos luego! —grita Nate, para hacerse oír por encima de los alaridos de los hinchas.
Cuando lo veo perderse entre la gente que salta sobre las gradas, vuelvo a mirar a James, que permanece con el rostro inexpresivo y la mirada fija en el campo de Quidditch.
—¿Vamos a la fiesta? —pregunto, intentando romper el incómodo silencio que se ha instaurado entre nosotros. —Seguro que tu madre lo ha dejado todo perfecto.
—¿Voy a encontrarme a más exnovios a los que dejaste con el corazón destrozado entre la plantilla de las selecciones de Quidditch? —pregunta, con la voz llena de sarcasmo.
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El Legado de la Oscuridad (Parte IV): Redención
Hayran KurguÚltima parte de "El Legado de la Oscuridad". Han pasado tres años desde que Regina se fue de Londres, y, para cuando decide volver, ella ya no es la misma. James, por su parte, también ha cambiado mucho: se ha convertido en el Jefe de la Oficina de...