CAPÍTULO 13. NOSTALGIA

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JAMES


Cuando me despierto unas horas después, todavía abrumado por las sensaciones de hace un rato, extiendo mi mano hacia el otro lado de la cama y me doy cuenta de que Regina no está aquí. Miro la hora en la pantalla de mi móvil y veo que son las 10 de la noche. Mi estómago ruge con fuerza, recordándome que no he comido nada desde el almuerzo en casa de mis padres.

Me levanto de la cama y me pongo mi pantalón de pijama. Mientras camino hacia la puerta entreabierta de mi habitación, percibo un delicioso aroma flotando en el aire. Sigo el olor hasta llegar a la cocina de Grimmauld Place, donde encuentro a Regina cocinando con mi varita. Lleva puesta una de mis camisetas, que le queda grande, y su larga melena negra está recogida en un moño desordenado. Tengo que morderme el labio para no mostrar una estúpida sonrisa al ver su expresión concentrada mientras se mueve con gracia alrededor de la cocina.

—Has cogido mi varita sin permiso —bromeo, apoyado en el marco de la puerta.

Regina se gira hacia mí, sorprendida por mi presencia. Una sonrisa traviesa ilumina su rostro cuando nuestros ojos se encuentran.

—Bueno, si mi supervisor me entregara la mía, no tendría que robártela —bromea.

—Creo que todavía no te mereces tal grado de confianza —suelto.

Aunque ella sigue sonriéndome de lado, puedo ver cómo un rayo de tristeza cruza su mirada al escuchar mis palabras.

—Vete al salón ahora mismo y deja de desconcentrarme —me amenaza en broma, apuntándome con la varita.

Levanto los brazos en señal de rendición y me dirijo al salón de la Mansión Black. Enciendo la televisión y busco alguna película o serie interesante. Me decido por "La casa del dragón", de HBO.

Unos minutos después, Regina deja sobre la mesa un plato repleto de humeantes pasteles de carne con una pinta deliciosa.

—¿Desde cuándo sabes cocinar? —bromeo, mientras me llevo uno de ellos a la boca.

—Tuve tiempo para practicar... —murmura, sin mirarme, con la voz cargada de remordimiento.

Si hace unos meses me hubieran dicho que hoy estaría en el salón de mi casa, junto a Regina Riddle, medio desnudos, comiendo y viendo la televisión juntos, me habría reído hasta perder la cordura.

Estoy haciendo todo lo que me juré a mí mismo que jamás volvería hacer, pero cuando la veo disfrutando de su empanada concentrada en la escena de la serie, no podría importarme menos. Embobado, escucho las palabras que Rhaenyra le dice a Daemon a través de la televisión: "Tú y yo estamos hechos de fuego. Nuestro destino siempre ha sido arder juntos".

Me siento como si estuviera caminando por una cuerda floja sobre un abismo oscuro y profundo. Es surrealista estar aquí, compartiendo este momento con ella. Recuerdo claramente todas las promesas que me hice a mí mismo, las líneas que juré no cruzar nunca más. Pero aquí estoy, dejándome llevar por la corriente de sensaciones que me obligan a arrastrarme hacia ella inevitablemente una y otra vez.

No sé cómo va a acabar todo esto. No confío en Regina Riddle, solo un idiota lo haría, pero no puedo seguir mintiéndome a mí mismo: desde que ha vuelto, vuelvo a sentirme vivo.

—¿En qué estás pensando? —pregunta, cuando se termina su empanada.

—En lo surrealista que es todo esto... —digo. —Es totalmente irracional lo complicada que eres, nunca sé qué esperar contigo —suelto, con sinceridad.

El Legado de la Oscuridad (Parte IV): RedenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora