CAPÍTULO 6. REENCUENTRO

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REGINA


Abro el último cajón del mueble de mi nueva habitación y me pongo un jodido sujetador de encaje negro. Al menos Cole Hunter tiene buen gusto, pienso con ironía.

Cuando me pongo una falda de cuero negro y una camiseta verde oscuro de tirantes y me miro al espejo, pienso en las palabras de mi hermano: "Él ya no es el chico que conociste en Hogwarts", y me asusto de lo ciertas que son.

James Sirius Potter ha cambiado mucho desde la última vez que lo vi. Se ha vuelto un hombre frío, serio, distante. Las líneas de su rostro están marcadas por la tensión y las pequeñas manchas doradas de sus ojos centellean con ira cada vez que me mira.

Recuerdo al James de Hogwarts, el chico con una sonrisa encantadora que hacía babear a todas y cada una de sus compañeras, con los ojos llenos de alegría y mirada traviesa. El chico que me hizo sentir viva, que me enseñó lo que significaba amar y ser amada. Me aseguré de que me odiara antes de irme, para que su vida fuera más fácil, para que no pensara en mí constantemente, para que no me esperara, pero ese James que conocí parece haber desaparecido, sustituido por este hombre lleno de resentimiento y desprecio.

Trago saliva y me ato las sandalias de tiras negras, y, cuando bajo al recibidor del Número 12 de Grimmauld Place, James y Cole ya me están esperando, con sus escobas en sus manos, listos para marcharnos.

Genial, otro viajecito en escoba...

Me dirijo hacia la puerta, sin decir una palabra, pero, cuando giro el pomo, no se abre.

—Te olvidas de un pequeño detalle —suelta James, con una sonrisa maliciosa, mientras me enseña una horrible tobillera de metal negro.

—¿Qué es eso? —pregunto, frunciendo el ceño.

—Tu castigo —responde. —Si te separas más de doscientos metros de mí, emitirá una descarga paralizante. Así que mejor te quedas cerca.

—¿Me estás tomando el pelo? —siseo entre dientes, furiosa.

—Es por tu propia seguridad, Riddle —responde él, con falsa simpatía, mientras me lanza la tobillera para que me la ponga.

Aprieto los dientes con fuerza, con frustración, sintiendo la impotencia crecer dentro de mí. Esta situación es humillante, indignante.

—Soy una heroína, Potter —suelto, con prepotencia. —Yo solita he conseguido hacer lo que tendrías que haber hecho tú como Jefe de la Oficina de Aurores. ¿A cuántos Herederos del Basilisco habéis apresado vosotros? —me burlo. —Además, está claro que tú yo queremos lo mismo: cumplir con la maldita misión que nos manden. Y sabes que yo siempre consigo lo que quiero —sonrío de lado.

James frunce el ceño, claramente cabreado por mi comentario.

—Asesinar a personas sin ser juzgadas antes por un Tribunal no te convierte en una heroína, Riddle, te convierte en una zorra desquiciada sedienta de venganza —me suelta, con descaro. —Y, ahora, ponte la maldita tobillera de una vez si no quieres que adelante tu Audiencia y te condenen a cadena perpetua —me amenaza.

Sin poder evitarlo, suelto una risa irónica.

—Vas a hacerlo de todos modos, ¿verdad? —asimilo. —No importa lo que haga, no importa lo que te demuestre. Tomaste una decisión en el mismo momento en el que te nombraron como mi supervisor. Me odias, y quieres vengarte de mí...

Él me mira directamente a los ojos, con sus pupilas centelleando con una mezcla de ira y resentimiento.

—Ponte la puta tobillera —me ordena, sin más.

El Legado de la Oscuridad (Parte IV): RedenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora