La princesa y el guerrero espadachín

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Disclaimer: Digimon tamers no me pertenece.

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UNIVERSO ALTERNO

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Un atractivo hombre rubio se hallaba meditabundo en sus aposentos, deslizando entre sus dedos una antiquísima reliquia que ha pasado de generación en generación en su familia y que únicamente los terratenientes portaban. Dentro de algunas horas partiría hacia Kioto a visitar a su futura esposa. Él, al ser el Daimio más poderoso de Yoshino tenía que buscar mujer para darle buenos y fuertes herederos, y que mejor que de los de una princesa de sangre noble, virgen y muy hermosa como lo es Ruki Makino. Desde que la conoció quedó prendado a su gran belleza, sin duda alguna una joven deidad sumamente pura, de facciones delicadas y a leguas se le notaba lo apasionada que podía llegar a ser. Sonrió de lado imaginando las intensas noches de placer que tendría a su lado.

De inmediato, mandó llamar a la madre de la joven para pedir su mano en matrimonio. No fue difícil conseguirlo, ya que ella accedió encantada no sin antes satisfacerla íntimamente, también la madre gozaba de una hermosura sin igual, pero su hija la rebasaba en creces y a decir verdad ella era su único objetivo. Volteó a su lado apreciando la delicada silueta de su amante Reika Ootori, una geisha a su disposición que podía tomarla a su antojo. Lástima que esa mujer pronto se iría de su vida al desposar a la joven princesa, un nudo extraño se instaló en su garganta, siendo sinceros no quería dejarla, se la pasaba increíble a su lado, sin embargo, tenía que cumplir con sus obligaciones.

OoOoOoOoOoOoOoOoO

Ryo y Ruki se encaminaban a la aldea del joven guerrero en absoluto silencio. Después de coincidir la noche anterior cerca de aquel caudal, ella simplemente lo siguió con el pretexto de estar en deuda con él, no le dijo más, solamente le suplicó llevarla y él confundido pero gustoso accedió a cumplir su capricho. Mientras caminaban a paso ligero, no podía evitar mirarla de reojo, la chica pese a verse normal cargaba una sombrilla muy elegante de papel y bambú cubriéndole del incandescente sol.

–Oye – comenzó a hablar jalando sin problema la carreta que contenía los víveres.

–Dime.

–¿No crees que exageras? Si quieres pasar inadvertida tienes que deshacerte de esa wagasa.

–Ni loca, el sol quemaría mi piel.

–Si quieres vivir donde vivo no creo que esa sombrilla sea de utilidad, las labores diarias son muy rudas. Todos nos dedicamos a trabajar y esas cosas nos estorbarían.

–Mira, tu calladito te vez más bonito. No molestes.

Ryo resopló rendido, esa chica resultó peor que un enfrentamiento con un mítico Yokai, no obstante, su sola presencia lo tenía cautivado desde que iniciaron su recorrido. Su aroma, su mirada felina, su andar... Hasta esa mañana pudo notar el color de su cabello, era de un tono rojizo oscuro, y aquella sencilla trenza y esa yukata roja acentuaban su verdadera belleza natural. Su piel de porcelana, blanca como la leche resplandecía cual diamante ¿Cómo se sentirá deslizar sus manos por esa tersa piel?... Sacudió su cabeza ante tal idea ¿Qué demonios estaba pensando? No quería comportarse como aquellos hombres indecentes. Era curioso que, sin conocerla del todo, ya despertaba en él sensaciones inimaginables y todo su cuerpo reaccionaba de manera involuntaria ante sus atributos.

–¿Estás bien? ¿No te sientes cansada? ¿Cómo está tu pie? – le preguntó disipando sus cavilaciones e intentar distraerse en otra cosa. Ante todo, él era un caballero.

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