La princesa y el guerrero espadachín

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Disclaimer: Digimon tamers no me pertenecen

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UNIVERSO ALTERNO

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Estaba cansado, respiraba dificultosamente, la vista le fallaba un poco e intentaba detener sin éxito la abundante hemorragia que brotaba del costado de su estómago. Tenía un enorme corte muy feo que le impedía moverse con mayor agilidad y la pérdida de sangre empezaba a hacerle mella en su adolorido cuerpo.

¡Ryo!

El joven guerrero reaccionó al escuchar el grito de su esposa. Ni loco cedería, no se iba a rendir, la salvaría a toda costa de las garras de ese malnacido. Con dificultad se puso de pie apoyándose con su espada viendo impotente al muy desgraciado aprovecharse de la situación y tocarla sin descaro alguno.

¡Suéltala, maldito! – gritó a todo pulmón corriendo en su auxilio.

Aquello no fue buena idea porque de nueva cuenta cayó de rodillas y no pudo evitar escupir sangre.

–¡Ryo!

Ruki se sentía tan inútil, no podía hacer nada más que verlo agonizar mientras ella era sometida por ese gusano.

¿Tanto te importa la vida de esta chiquilla?

Yamaki apretó el agarre en el cuello femenino, bien que se regocijaba sentirla temblar del miedo y manosearla a su antojo ante la mirada sufrida de su estúpido esposo. Sonrió socarrón y lentamente posó sus labios en el lóbulo de la oreja de la chica, para enseguida deslizarlos por todo el contorno de su mejilla. Ruki se retorció asqueada, este hombre era el mismo demonio en persona, ganas no le faltaban de golpearlo. De repente, dio un brinquito, aterrada al sentir la filosa punta de su espada rozarle toda su columna.

Nunca te perdonaré por haberte casado con ese hombre, Ruki ¿Cómo pudiste siquiera revolcarte con semejante basura? Eres una... – el rubio la asió más para si – Perdiste tu oportunidad de gobernar a mi lado, pudiste obtener todo lo que quisieras, pero decidiste mezclarte con la plebe.

Mitsuo no perdió oportunidad de aspirar el dulce aroma de la sangre que emanaba su cuerpo, besó delicadamente su mejilla para luego hundir la filosa espada en su frágil cuerpo.

El tiempo se detuvo para el castaño, abrió desmesuradamente los ojos, horrorizado al observar a Yamaki atravesar sin compasión desde el vientre de Ruki hasta su pecho y luego ver anonadado como la vida de su amada se iba apagando.

No... – musitó estático.

Yamaki sonrió victorioso deshaciéndose del cuerpo de la chica de una forma despreciable.

No...

Lágrimas abundantes surcaban sus mejillas al mirar a su esposa yacer inmóvil, tirada en medio de un gran charco de su propia sangre, sin vida.

No te preocupes, dentro de poco la alcanzarás, Ryo Akiyama – dijo burlonamente el terrateniente acercándose lentamente a su enemigo, blandiendo su espada para darle muerte.

El moreno ya no escuchaba, estaba perturbado. Lo único por lo que valía la pena vivir se había ido. Ya no la vería esperarle en su pequeña casita donde habían convivido y compartido momentos maravillosos, esa que fue testigo de su amor florecer. Su mirada, su sonrisa, sus arranques, sus abrazos, sus besos... Nada, ese maldito se la arrebató cruelmente. Su cuerpo comenzó a convulsionar hundiendo sus dedos en la tierra hasta convertirse en un grito doloroso.

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