Amarte duele

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Disclaimer: Digimon tamers no me pertenece.

***

–Hola... ¿Le conozco? – preguntó confusa Rumiko al ver a un atractivo moreno en la puerta de su residencia.

–Soy Ryo Akiyama ¿No me recuerda?

La rubia se quedó pensando, le sonaba ese nombre. Rápidamente se le vino a la mente un jovencito muy agradable pasearse algunas veces por la casa ante la fingida molestia de su temperamental hija. Oh, sí, ya lo recordaba, aunque jovencito ya no tenía nada, ahora frente a ella se encontraba un hombre muy alto y apuesto.

"No se puso nada mal, mi hija siempre tuvo buen gusto" pensaba Rumiko, analizándolo de pies a cabeza.

–Eh, señora...

–Nada de señora – le corrigió enseguida – Llámame Rumiko, querido. No te quedes ahí parado, pasa. Disculpa por no haberte reconocido, Ryo – fingió demencia, claro que lo recordaba, pero no con muy buen agrado.

–No se preocupe, es normal luego de varios años sin verlas... "Cinco para ser exactos" – pensó eso ultimo un tanto apagado.

–¿Gustas algo de beber? – el castaño negó amablemente – ¿Cómo has estado? – le cuestionó luego de haberlo invitado a la sala de estar.

–Se podría decir que bien, gracias. He estado muy ocupado en el trabajo y bueno...

–Pues me alegra verte bien y que hayas cumplido todos tus propósitos.

Ryo notó cierto tono de molestia en su voz, además de la forma un tanto tajante en que lo interrumpió.

–Supongo que no los he cumplido todos. Aún me falta uno y vine a remediarlo.

La señora Nonaka suspiró acongojada.

–Mira Ryo, no te voy a mentir. No me alegra tenerte aquí, ni tampoco te voy a preguntar el motivo por el que te fuiste, eso lo deben resolver tú y mi hija. No te odio ni te guardo rencor, bueno... al principio si lo hice. Solo que no puedo permitir que mi hija sufra otra vez a causa de ti.

–Ella sufrió mucho en mi ausencia ¿Verdad?

–Como no tienes idea ¿Sabes que estuvo a punto de suicidarse? – se tapó la boca arrepintiéndose inmediatamente por haberle dicho aquello – Por dios, no debí decírtelo.

El tamer legendario no pudo evitar horrorizarse y temblar ante tal confesión.

–¿Ella está bien?... ¿Está aquí?

–Sí y sí... Ryo, eso sucedió a un mes de tu partida. A estas alturas ya lo superó y no quiero que al verte tenga alguna recaída ni nada por el estilo.

–Entonces ¿Por qué actuó como si nada al momento de reconocerme? ¿Por qué me dejó entrar?

Rumiko bajó la mirada empezando a jugar con los dedos su brazalete.

–Ante todo soy una mujer educada, Ryo, aunque ganas no me faltaban de echarte a patadas – calló por un segundo – ¿Sabes? A pesar del tiempo, a pesar de que ella sigue con su vida, el brillo en su mirada se apagó al momento de tu partida. Tú eras el único que la hacía realmente feliz y aunque lo niegue sé que todavía te extraña.

Ryo agachó la cabeza sintiéndose responsable por lo acontecido a la mujer que amaba. Vaya manera de amarla.

–Si no es molestia... Quisiera verla.

La mujer dudó unos segundos, pero bien sabía que él le debía muchas explicaciones a su hija.

–Adelante. Ya sabes donde encontrarla.

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