Beso bajo la lluvia

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Disclaimer: Digimon tamers no me pertenece.

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–¡Estúpido reporte del clima! – farfullaba una jovencita pelirroja mientras corría a buscar un lugar donde refugiarse de la inclemente lluvia.

Quien iba pensar que después de un hermoso día soleado se desataría un fuerte aguacero precisamente cuando iba saliendo de la escuela, ocasionándole de inmediato una gran molestia. De nada servía haber salido de su casa con una alegría inusitada siendo acompañada de un sol brillante y un cielo azul despejado sin ninguna señal de nubes oscuras.

¿Por qué no le hizo caso a su abuela de traerse una sombrilla? Prefirió hacerle caso al tonto del reportero quien pronosticó todo un día sin indicios de chubascos. Se maldijo internamente por ser tan confiada, he ahí las consecuencias. De todas formas, no le dieron ganas de regresar a esperar en el salón, mejor decidió correr sin sentido arriesgándose a mojarse.

De inmediato, llegó a un cercano parque y aceleró sus pasos hacia un frondoso árbol que deducía la protegería hasta que parase la lluvia. Empezó a inspeccionarse percatándose de que no resultó tan empapada como creía, únicamente su mochila fue víctima de las furiosas gotas de agua que por fortuna no llegaron ni a humedecer sus cosas. Se acomodó recargándose en el grueso tronco esperando impaciente a que cesara el chaparrón.

Mientras aguardaba, no pudo evitar recordar la llamada que sostuvo con cierto castaño antes de salir de casa. Que curioso, cuando era una niña le resultaba chocante e insoportable escuchar su voz, incluso tenerlo cerca. Ahora su corazón saltaba de alegría al oírlo y olvidaba todo a su alrededor ¿Era eso estar enamorada? A sus dieciséis años, efectivamente. Observó su teléfono mirando la hora. Las cuatro y diez de la tarde, aunque solo fue una tonta excusa para checarlo. Tenía montones de mensajes, pero solo uno en particular llamó su atención.

"Preciosa ¿Cómo te fue en el examen?"

Un gracioso stiker de un monito leyendo venía adjunto con su mensaje. Hacía dos horas que se lo envió y ella apenas lo notó. Le respondió rápidamente con un pulgar arriba y un emoticón de una carita cansada, porque en verdad lo estaba.

"Gracias por ayudarme a estudiar"

Le escribió ella terminando su mensaje con la imagen de un corazón y se dispuso a alejarse cuando se dio cuenta que las gotas de agua comenzaban a inundar y traspasar las hojas de aquel árbol. Por fortuna, la lluvia había mermado y lo mejor era irse antes de que arreciara. No avanzó ni cinco pasos cuando inesperadamente dejo de sentir las frías gotitas sobre su cuerpo, alguien había colocado una enorme sombrilla sobre ella. Se asustó un poco, pero al voltear a ver a su acompañante, se llevó la grata sorpresa de que su novio se hallaba a su lado, cubriéndola.

–Ryo... ¿Qué haces aquí?

–Vine a tu rescate, mi reina – ella rodó los ojos fingiendo molestia.

–¿Y se puede saber cómo me encontraste?

–No fue difícil... Tu ubicación te delató ¿Sabes? Tienes que quitarla si no quieres que te encuentre. Te iba a responder, pero al advertir que te hallabas cerca no dudé en sorprenderte – le guiñó un ojo haciéndola sonrojar y ladear su rostro.

El castaño al notarla tiritar levemente, se quitó su chaqueta para enseguida colocarla sobre sus hombros. Tal acción sorprendió a la pelirroja quien no tardó en agradecerle sonriendo y sonrojándose más de lo que ya estaba. Dioses, si seguía así, su cara no tardaría en competir con su cabello ¿Tendría que ponerle un alto y prohibirle ser tan endemoniadamente tierno y guapo?... Ni loca, esas muestras de afecto la enamoraban perdidamente, que cursi sonaba, pero era la pura verdad. Sintió la tibieza de su chaqueta y olió la loción varonil impregnándose de ella.

–Gracias – susurró un poco apenada.

–No tienes que darlas, es mi deber. No puedo permitir que mi novia se resfríe.

Se miraron un momento, sonrojados y felices. Recordando que precisamente hacía una semana iniciaron su noviazgo en un día de lluvia. El joven moreno colocó su mano en la mejilla de ella acariciándola dulcemente, contemplando esa hermosa mirada violeta y esos apetecibles labios que lo llamaban a besarlos. Lentamente fue acercando su rostro hasta estar cerca de su boca e instintivamente cerraron los ojos.

La pelirroja se aferró a su pecho al sentir su cálido aliento. Pocas veces eran los momentos que Ryo la besaba en la boca, tal vez temía su reacción si actuaba osadamente. Sonrió entre su boca apretándose más a él, enseguida el ojiazul asió su cintura mientras que con la otra mano sostenía la sombrilla. Rika se colgó de su cuello aumentando la intensidad de sus besos instándolo a no soltarla, y él gustoso no lo haría. La lluvia comenzaba de nueva cuenta a caer, sin embargo, los enamorados poco le dieron importancia debido al calor que generaban sus cuerpos y al fervor de ese beso bajo la lluvia.

Fin.

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