FRÍO

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Disclaimer: Digimon Tamers no me pertenece.

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A Ryo nunca le ha gustado el frío, por alguna extraña razón, cada que esa época del año llegaba a estacionarse en Shinjuku, siempre pescaba un catarro que le duraba días y por ende no podía acercarse a su esposa, ni siquiera para darle un besito en la mejilla. Tampoco le gustaba porque le recordaba sus días solitarios en el digimundo, especialmente en aquellos lugares en donde el frío era tan extremo que se arrepentía de la extraña locura de querer alejarse de la civilización e ir en busca de aventuras y perderse por un largo tiempo sin ningún alma a su alrededor. Solo con los digimon.

Suspiró nostálgico, por fortuna, esos días terminaron y ahora gozaba de una pacífica vida a lado de la mujer que amaba con locura. Volteó observando a su acompañante quien dormía tranquila y profundamente. A veces se preguntaba cómo es que su esposa dormía tan mansa como un gatito con este clima, estaban a menos cinco grados bajo cero y ella como si nada. En cambio, él temblaba hasta los huesos a pesar del grueso edredón que le cubría y la calefacción encendida. Rika siempre lo tachaba de exagerado por no aguantar un simple viento helado ¡Ja! He ahí la reina del hielo.

Chasqueó los labios, lo bueno de este condenado y congelado clima, era que siempre tenía la oportunidad de abrazar a su mujer. Que importaba si estaba con catarro, él rompía las reglas con tal de sentirla cerca y hacerla rabiar para que terminara cediendo a sus encantos. Decidió pues poner fin a sus pensamientos abrazándola por detrás y se dejó llevar por el mundo de los sueños.

Ya entrada la madrugada, Rika despertó envuelta en los musculosos brazos de su esposo, sintiendo su cálido aliento en su cuello. Frunció el ceño para finalmente sonreír apenada, ella sabía que a él no le gustaba el frío, lo odiaba, y encima enfermo. Pobrecito. Dándose la vuelta con cuidado de no despertarlo, lo acomodó suavemente en el futón y lo abrazó rodeando su cuello con sus delgados brazos. Antes de cerrar los ojos le acarició el cabello castaño enmarañado y besó la comisura de sus labios, para luego acomodarse en su ancho y fuerte pecho y de nueva cuenta volver a dormir.

Un sonido insistente lo despertó. Abrió los ojos perezosamente para ponerle fin a lo que sea que le andaba quitando el sueño. Quiso incorporarse, pero enseguida notó un peso extra sobre él, Rika dormía de lo más cómoda sobre su pecho. Sonrió divertido, después de todo, ella tampoco podía aguantar estar alejada de su cuerpo. Su mano que sostenía el delicado hombro femenino terminó posándose en la cintura de ella. Que bien se sentía. Agarró el molesto aparato dispuesto a apagarlo y se dio cuenta que tenía muchos mensajes de Takato y Henry ¿Acaso no se daban cuenta de la hora que era? ¿No tenían otra cosa que hacer? Bueno, habían quedado de ir para... ¿Para qué? Ya ni lo recordaba. De seguro ni enterados que estaba enfermo... En fin, se encontraba de lo más cómodo pegado a su mujer. Ignoró los mensajes y botó el celular.

"Otro ratito más", pensó rodeando el pequeño cuerpo con su otro brazo, atrayéndola más hacia él y cerró nuevamente los ojos con una sonrisa en sus labios.

A Ryo no le gustaba el frío, sin embargo, cada vez que abrazaba y sentía la calidez que desprendía el cuerpo de su amada pensó que no era tan malo como pensaba.

Fin.

Al contrario de Ryo, a mí si me encanta el frío.


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