Ejercicio

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Disclaimer: Los personajes de Digimon Tamers no me pertenecen.

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Un guapo hombre joven se hallaba frente al espejo ovalado del baño observando minuciosamente su perfil, alzó sus brazos detallando cada músculo de su tonificado torso, su ancha espalda y que decir de aquellos bíceps. Fuertes y duros. Tampoco era tan corpulento, a él no le gustaba ni mucho menos a su esposa, pero aun así se mantenía en buena forma.

Advirtió a Rika moverse en la cama a través del reflejo de cristal, aún no despertaba, la noche anterior estuvieron muy ocupados y apasionados haciendo el amor que por un instante se olvidó de su problema de vanidad. Su rostro se ensombreció inmediatamente al agachar la cabeza y mirar con pavor esa extraña y deforme masa en su estómago ¿Cómo rayos llegó eso ahí? ¿Él, con lonjas? ¡Por, kami sama!

Admitía que esta cuarentena anduvo de flojo, comiendo cuanta chuchería había en la alacena, durmiendo en exceso, desvelándose a altas horas de la noche viendo películas, confinado en su pequeño estudio diseñando nuevos prototipos para vídeo juegos... En fin, se habituó a todas esas "actividades" olvidándose de su rutina de ejercicios y comprobando con horror que algunos de sus pantalones ya no le cerraban.

De ser soltero no le hubiera tomado demasiada importancia; total, nadie veía su cuerpo en casa, bien lo podía ocultar perfectamente con su ropa, pero ahora tenía esposa y deseaba verse atrayente para ella. Envidiaba a su mujer porque no necesitaba de extensas horas de actividad física para tener ese fantástico cuerpo, al contrario, comiendo saludable y practicando yoga era más que suficiente para presumirle su hermosa figura.

De repente se sintió aterrado ¿Y si ella ya no lo veía como antes? Con esa mirada de deseo cuando contemplaba su sola presencia ¡No! Urgía empezar cuanto antes a hacer ejercicio y ponerse irresistible para ella.

–¿Qué haces? – preguntó Rika a su marido asomándose desde el cuarto de lavado.

Ejercicio – le respondió un poco agitado.

Ryo movía las caderas de un lado a otro, bajaba y subía su cuerpo flexionando fuertemente las rodillas. La pelirroja quedó hipnotizada por ese trasero firme que se contoneaba sensual ante ella. Sacudió la cabeza alejando los pensamientos pervertidos que empezaron a formarse en su mente.

–Mejor ven a ayudarme a tender la ropa, hace un buen sol y no quiero usar la secadora.

–Voy.

El castaño se agachaba enérgico apretando el abdomen y volvía a incorporase tendiendo las prendas una por una. Rika lo observaba entre divertida y enternecida. Si supiera que para ella él era perfecto, que exagerado se comportaba por una lonjita apenas visible.

Al día siguiente...

–Anda muy obsesionado con el ejercicio, tanto en el día como en la noche. A mí no me molesta, pero a veces es tan exagerado con su cuerpo – dijo Rika hablando por teléfono con Juri y observando a su esposo afanarse con aquellos intensos movimientos.

–Me imagino, amiga. Tan lo menos el mueve su cuerpo. Takato es muy glotón y a veces le da flojera, pero tiene buena forma.

Las dos rieron y siguieron un ratito más con su plática.

Luego de despedirse de su amiga, llamó a Ryo para que le ayudara a pintar el cuarto de invitados que juntos habían planeado hacer al inicio de la cuarentena, aunque en esos momentos nadie podía visitarlos, a ella le gustaba tener bien decorada su casa. Afortunadamente, su madre tenía guardados unos botes de pintura que fácilmente pudo utilizar y no salir a comprar de en balde a la calle.

El moreno pintaba de arriba abajo y de lado a lado, tal como el muchacho de esa película de karate kid que vieron hace unos días. La joven esposa rodó los ojos ¿No se suponía debía bajar de peso? En cambio, parecía que estaba aprendiendo movimientos de karate. Escondió una sonrisa al notarlo muy concentrado en su trabajo.

Ya en la noche, Ryo se disponía a empezar su rutina, pero su adorada esposa de nueva cuenta lo interrumpió. Él, tan complaciente con ella fue a su encuentro, abrió la puerta de su habitación y lo que vio lo dejó sin habla. Su vista se enfocó en la mujer tan sensual que se hallaba recostada en su amplia cama, ataviada con un conjunto de lencería muy sexy. Tragó duro al contemplar su cremosa piel, esas tentadoras caderas y su estrecha cintura, sus manos empezaron a picarle ansioso por recorrer sus curvas. Ella adivinando su "urgencia", con el dedo le indicó que se acercara. Ryo ni tardo ni perezoso se tumbó a su lado y más que dispuesto a amar a su mujer toda la noche.

Respirando agitado se desplomó encima de Rika, apoyándose en sus codos para no aplastarla, ella se encontraba en las mismas condiciones y no tardó en acariciar su cabello castaño. A los pocos segundos, él le dio un húmedo beso en los labios apartando un mechón de cabello rojo detrás de su oreja.

–Este ejercicio me gusta más, amor.

–Mmmm... podemos practicarlo día y noche para que de una vez tu lonja desaparezca, aunque no sé porque te preocupas tanto. Ni se notan tus llantitas.

Ryo se carcajeó ante el humor de su amada.

–Ya... mejor no perdamos el tiempo en hablar y sigamos quemando calorías, preciosa.

La pelirroja no tuvo tiempo de responder porque su adorado rey capturó ardorosamente sus labios y ella gustosa lo recibió enredando sus piernas en las caderas de él, dispuesta a ayudarle a bajar esos kilitos de más.

Fin.

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