1 La adquisición

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¿Qué es lo peor que puede pasarte en la vida? ¿Perder a tus padres? Check. ¿Qué tu familia te abandone con tu hermana? Check. ¿Caer ambas en un orfanato libradas a su suerte? Check. ¿Qué un día cualquiera en un paseo por la ciudad una loca se obsesione contigo y decida que quiere que seas parte de su colección? Check. Todo y cada uno de los ítems los cumplí, definitivamente ese día no me tendría que haber levantado de la cama y menos que menos haber salido del departamento.

   —Tenemos al conejo central, el objetivo está asegurado —se escucha a un hombre hablando por el radio afuera de la puerta—. Perfecto central, estaremos con el conejo en la madriguera uno

    A lo que a mí respecta, mi aspecto es común y ni siquiera soy alguien que resalte sobre el resto, salvo por mi heterocromia lo único hetero en mí, entre otros aspectos físicos.

   Tenía todo planeado para sacar a mi hermana del orfanato y traerla a vivir conmigo, al fin conseguí un trabajo más o menos estable y un apartamento que no era un hervidero de cucarachas, al fin íbamos a poder ser felices en la simpleza de un hogar, en solo ser las dos.

   —Come —Me dice unos de mis secuestradores.

   —No tengo hambre.

   —Come.

   —¿Cuándo me dejaran ir?

   —La coleccionista aún no llega, pero viene en camino a verte. Come.

   —¿Eres sordo o simplemente estúpido? ¡QUIERO IRME!

   El hombre se acerca a pegarme mientras yo exasperada me enfrento ante él furiosa, no es porque sea una kamikaze, escuché a uno decir que no podían tocarme, menos aún dejarme marca, al menos hasta que llegue la loca que llaman, "la coleccionista", llegue. No sé de quién hablan, pero estoy aquí por ella.

   —No la vayas a tocar —su compañero le detiene el brazo levantado antes de que me impacte—, sabés cuáles son las órdenes y esa mujer es cruel, no le temblara el pulso para meter una bala en tu cabeza si tocas a su adquisición.

   —¿De qué hablan? No soy un objeto —ellos me ignoran— ¡¿DE QUE HABLAN?! —cierran de un portazo y el idiota con el que discutí me echa una mirada maliciosa.

   Mi situación no es la mejor, pero tampoco tengo tiempo para ponerme a llorar y lamentarme por la posición en la que me encuentro. Me asomo por la ventana y veo que estoy en una planta alta, la abro y veo que es bastante alto, pero si logro dejar mis pies bien cerca del suelo el impacto no va a ser tanto, una desventaja es que estoy descalza. Afortunadamente estos imbéciles creyeron que sería fácil cuidar a una simple chica, pero no soy una florcita delicada, está chica sabe defenderse.

   Me descuelgo como puedo tratando de como dije dejar mis pies lo más cerca posible del suelo, caigo a la tierra llena de hojas que amortiguan el golpe, y trepandome por una pared, me escapo por los patios de estas casitas en mal estado, tomo unos borcegos que me quedan dos talles más grande, pero no me detengo y sigo corriendo, escucho motos que aceleran y las camionetas que ví antes de irme, que van a toda velocidad con gente corriendo. Salgo a la calle y me paro frente a un auto que frena de golpe.

   —Por favor me persiguen, ayúdeme a salir de acá.

   —Madam.

   —¡Por favor! —le suplico desesperada.

   —Dejala subir —dice una voz atrás.

   La puerta de atrás se abre y me subo agitada, la veo a ella sentada en un extremo, me ve con una media sonrisa, está de traje, y no me da nada de confianza. Las camionetas pasan a toda velocidad y las motos también, puedo ver a los hombres correr armados. Ella me mira con curiosidad, es una mujer bella, debo admitir, sus rasgos son marcados y debajo del puño de su saco en cuánto mira la hora se asoman unos tatuajes, su cabello oscuro va a juego con su traje y su piel se ve tersa como sus uñas bien cuidadas de color negro, algo en ella no me gusta.

   ¿Qué hace alguien de traje en una zona cómo esta?

  ¿Qué hace alguien cómo ella en un auto útlimo modelo en una zona como esta?

   Mis sensores de pronto tienen un momento de lucidez, y la miro de nuevo, ella no apartó su mirada de mí, no me ha preguntado porqué o quién me persigue y se ve muy tranquila, observándome con su mirada penetrante.

   —Gracias pero creo que puedo seguir sola.

   —No te dejaré con esos hombres peligrosos que te andan buscando, conejita.

   Su voz algo gruesa, el tono pausado y calmado para decir las cosas y esa manera de llamarme que usó... es ella. Trato de conservar la calma y siento los instintos primitivos de supervivencia inundar mi cuerpo, pulso acelerado, sentidos aumentados y seguramente mis pupilas están expandidas al cien por ciento.

   —Voy a estar bien —intento abrir la puerta, pero tiene el seguro— ¡déjame salir!

   —¿Qué te tiene tan nerviosa, Nirvana?

   Volteo a verla con absoluto terror y mi cuerpo se prepara para luchar, voy a luchar, ella no va a llevarme.

  —¿Eres la coleccionista? —Ella asiente
  
   —¿De quién escuchaste eso? —niega con la cabeza y chasquea la lengua en desaprobación— quería presentarme formalmente ¿Por qué escapaste? —intenta tocarme y yo me alejo lo más que puedo—. Venía llegando, Nirvana, no me gusta la desobediencia, ven —no me muevo— ¡Ven! —sube su tono con autoridad.

   Intenta tomarme y forcejeamos, la golpeo con el codo logrando que me suelte, un orfanato te enseña a sobrevivir y a pelear. Trato de pasar por el asiento de adelante y el chófer pierde el control del auto casi chocando, frena de repente, logro abrir la puerta del lado del copiloto y le largo patadas a ella que intenta agarrarme por las piernas, mientras intento escapar. El hombre intenta sujetarme y ya no siento que me agarren las piernas, caigo casi de boca a la acera y veo unos zapatos que ya han estado frente a mí, alzo la vista y ella esta furiosa tomándose el labio partido, con su ropa llena de sangre y su rostro también. Me levanta del suelo sin mucho esfuerzo, es más fuerte y alta que yo, pero igual intento escapar. Me sujeta mejor de y me lleva a la rastras hacía el lugar del que supongo me escapé antes. Nadie se interpone a su paso y no le importa que grite, sabe que seguramente nadie vendrá a ayudarme.

   —Un tranquilizante ¡Ya!

   Grita ordenándole y alguien aparece con una jeringa.

   —No, no, no me dejes inconsciente.

   —Tranquila —me tira al suelo de una habitación, se saca el saco quedando con una camisa azul que contrasta aún más su piel clara, su cabello como la noche sin luna y sus ojos del color de la plata. Se arremanga y le quita con los dientes el tapón a la jeringa— solo yo puedo y créeme solo yo, va a tocarte.

   Se abalanza sobre mí, yo lucho lo más que puedo, pero ella es absurdamente fuerte, me tira del pelo hacia atrás y me inyecta en el cuello. Se queda sobre mí sentada en mi espalda, coloca un almohadón debajo de mi rostro cuándo comienzo a marearme.

   —Te has portado muy mal, conejita y yo que te vengo cuidándo desde hace tiempo —me susurra en el oído— Duerme, mi amor, dulces sueños.

   Besa mi mejilla y se quita, me siento como con la peor resaca de la vida. Sin su peso, gateo en cuatro patas como puedo y me tambaleo como si tuviera un sueño excesivo o una borrachera. Ella va caminando a mi lado y supongo que debe tener una expresión divertida, ni siquiera puedo verla, todo me da vueltas. Con su pie me toca tirandome de costado, y yo quedo mirando el techo que se mueve, el piso también se mueve y yo me siento flotar. Antes de cerrar los ojos le pregunto:

   —¿Por qué yo? —me sale en un susurro que creo que no escuchó, pero si lo hizo.

   —Porque eres una obra de arte, y yo las colecciono.

   Se agacha y me deja un corto beso en los labios, acaricia mi rostro y me duermo.

   En lo único que podía pensar era en mi hermana Savannah, de 16 años que aún me espera en ese horrible lugar. Le había prometido que iba a sacarla de ahí en cinco días, habíamos estado haciendo la cuenta regresiva cada día, y había comprado algunas cosas para ella. Lo tenía todo listo para recibirla, para finalmente estar juntas y apareció ella, esta mujer.
  
   En mi sueño veo cómo trato de alcanzar a Savannah y un brazo me toma de pronto por la cintura y me arranca de sus brazos, al volter mi rostro veo a esta mujer de ojos grises sonreír, y llevarme lejos de ella.

   Estoy secuestrada y solo Dios sabe que piensa hacer esta loca conmigo.

La coleccionista Donde viven las historias. Descúbrelo ahora