5 Vamos a esquiar

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Si ella fuera una cosa, sería sin lugar a dudas ese chicle que pisas un día de calor y se te pega en la zapatilla y hace un ruidito raro cuándo caminas, y se sigue pegando en todos lado; si fuese un insecto, sería una mosca molesta, y si fuese un parásito, sería una garrapata o un piojo.

   Es demasiado intensa y un pegote que no quiero tener en mi espalda, a dónde vaya ella se pasea a verme, si estoy en la sala, en la biblioteca, en la habitación dónde hago mi música y me pongo a esculpir, afuera. Es que cada vez que está en la casa aunque es grande, ella merodea cerca de mí y eso me irrita.

   —Deberias leer sobre el apego ansioso, estoy segura que lo tienes.

   —¿Tú serías la del evitativo?

   —Como evitarte si a dónde miro estás —abro los ojos grandes y luego los blanqueo— ¿No tienes que ir a trabajar de lo que sea que hagas?

   Nos movemos en círculo, ella intenta acercarse y yo me alejo.

   —Soy coleccionista, pintora y tengo galerías de arte, también son contrabandista de arte.

   La miro ante su repentina apertura ¿Desde cuándo es tan abierta conmigo?

   —Dijiste que querías conocer más de mí así te enamoras de mí —levanto una ceja.

   —¿Tienes problemas auditivos? ¿O tu capacidad de procesar y captar la información tiene interferencia? Yo no dije que quería conocerte para enamorarme de ti.

   —Dijiste que no podías enamorarte de una persona que no conocieras.

   —Ser y hacerse pendejo, no es lo mismo, pero es igual, por lo visto.

   —Voy a dejar que me conozcas.

   —Envía neurona al 555 y descarga la tuya, grátis. Voy afuera. De pronto  me entraron unas ganas homicidas, que seguro el frío me aplaca.

   Ella me detiene y la miro mal, coloca un abrigo en mis hombros y me da una taza de chocolate caliente. No voy a dejar que ella me guste o me caiga bien. Le agradezco en voz baja y salgo afuera, el vaho de mi respiración se evapora, está nublado como casi todo los días pero hoy nieva, atrapo un copo de nieve y veo como se derrite apenas toca mi mano, parece la felicidad que cada vez que llega a mí, se evapora.

   —¿Puedo acompañarte?

   —Ya estás aquí —le digo ofuscada.

   —¿Desde cuándo exactamente me sigues?

   —¿Quierés ir a esquiar? podríamos ir mañana —río porqué casi siempre evita responder lo que le pregunto, si es personal y ya respondió una pregunta, eso llena la cuota de hoy.

   —No sé esquiar. ¿Aparte qué tan segura estás de que no voy a huir? Tal vez conocí a un Yeti, que está con su familia y me ayudará a salir del país. Quizás de hecho en la hora que salgo al patio este Yeti se hizo mi aliado, ya tiene identificaciones falsas, me sacara de aquí y me iré a su casa, con su esposa Yeti y su bebé Yeti, que por cierto de se llama Bren —Ella ríe a carcajadas—, oh mi adorable y torpe Bren.

   —No seas absurda, no hay Yetis aquí —se para frente a mí y saca un copo de nieve de mi flequillo—. Eres tan hermosa Nirvana —besa mi nariz y cierro los ojos al sentir sus labios cálidos—. Mañana voy a llevarte a esquiar, no voy a reservar el lugar solo para nosotras, así que vas a comportarte. ¿Estamos de acuerdo? —me besa.

   —Sí.

   —Perfecto, dormiremos en el hotel.

   —No puedo ir usando vestido, moriré de frío.

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