11 Creyendo, cayendo

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Me siento tan estúpida por haber tenido celos de un perro ¡un perro! Electra es un pastor alemán y me mira sin moverse. Es hermosa, parece que es apenas una cachorra.

   —La tengo encerrada porque no quiero que se encariñe, la estoy entrenando y muchas veces no tengo tiempo de hacerlo, por eso cada vez que vuelvo de estar con ella, me meto a bañar, porque transpiro y me llena la ropa de pelo. La saco conmigo a correr todas las mañanas temprano mientras todos duermen, yo me duermo rápido, pero tú tienes el sueño tan pesado que ni te das cuenta cuando me levanto.

   —¿Puedo tocarla?

   —Sí, pero… —acerco una mano a su cabeza y ella mueve la cola complacida— sigue siendo una cachorra. Y queda bastante camino por delante. Nirvana ella va a ser tu compañera, ella va a cuidarte y solo nos obedecerá a ti y a mí. La semana que viene también la entrenaras conmigo —abro los ojos grandes— no te haré correr con ella en madrugada, eso solo lo hago yo.

   —Es hermosa.

   —Como tú —me besa en la mejilla y la perra ladea su cabeza viendonos—. Ahora vamos a dormir que estoy agotada. Electra a la cucha —cierra la puerta e intento escabullirme rápido, pero me toma de la mano entrelazandola a la mía.

   —Me dejaste creer que era una mujer.

  —Te apresuraste en sacar conclusiones y no querer ocupar su lugar te mantenía más obediente y cooperativa —se ríe.

   —Entonces ahora puedo desafiarte.

   —Nirvana —me llama la atención—. Hazlo y te levantaré cada día a las 5 de la mañana para salir a correr 3 kilómetros.

   —Mejor seré una buena chica.

   Ella se ríe y se muerde el labio inferior mientras se le marcan sus hoyuelos, que me encantan como le quedan.

   Subimos las escaleras e intenta ocultar su sonrisa, infructuosamente. Nos metemos ambas a dormir de nuevo, mientras ella sonríe como idiota. Me abraza por la espalda y me da el beso de las buenas noches. Al día siguiente, está sentada a la orilla de la cama con una bandeja llena para desayuno, la deja en la mesita de luz y me quita el cabello del rostro acariciando mi mejilla.

  —Despierta dormilona, te tengo buenas noticias.

   —¿Qué pasa? —digo con la voz ronca y adormilada.

   —Mira —me muestra una foto de mi hermana sin el yeso y sonriendo— ya está bien —Miro la foto y suspiro aliviada—. Sus notas han subido y parece que se está conociendo con ese tal Evan.

   —Ella dijo que eras su hada madrina o algo así ¿A qué se refería?

   —No quería firmar los papeles de adopción, así que pagué, para que me la dieran a cargo diciendo que se había ganado una beca. Quería sacarla de ese horrible lugar y llevarla a un lugar mejor y más cerca, por si pasaba algo.

   —Gracias —acaricio y tomo su mano. Ella me mira con los ojos brillantes—. Veo que trajiste para que desayunemos ambas.

   Coloca la bandeja entre las dos y desayunamos en la cama. Luego de terminar de comer ha decidido que debo aprender defensa personal, así que entreno con Devon 2 horas por día al aire libre, ella ha viajado y al despedirse de mí, por primera vez le correspondí el beso, me abrazó y se marchó besándome la mejilla con una sonrisa boba. Es tan linda cuando sonríe, se le marcan los hoyuelos y sus ojos grises brillan, bueno brillan cuándo soy yo quién está en su campo visual, de eso también me he dado cuenta.

La coleccionista Donde viven las historias. Descúbrelo ahora