2 Nuevo hogar

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Aturdida despierto sobre un colchón suave y cómodo, el olor de las sábanas limpias es notable, es mucho más rico que el perfume que uso para mis sábanas. Algo que aprendí apreciar cuándo salí del infierno del orfanato. Sigo algo aturdida por el sedante. El colchón se hunde a mi lado y veo otra vez sentada a esta mujer que llaman, la coleccionista, mirándome. Para nada creapy la escena.

   —Se me fue la mano con el sedante ¿Cómo estás?

   —No me digas, ni me dí cuenta ¿Dónde estoy?

   —En casa.

   —Esta no es mi casa —intento sentarme pero mi cuerpo pesa y me siento mareada, ella intenta ayudarme—. No me toques.

   —Conejita, es lindo tu espíritu combativo, pero me está cabreando. Ya te dije que no me gusta la desobediencia.

   —No me digas así. Tengo que ir —me paro y ella me ve tambalearme— a buscar a mi hermana, se lo prometí —tomo el pantalón que tenía puesto e intento ponermelo, la camiseta también está limpia y me doy cuenta que estoy en ropa interior, e intento taparme— ¿Me sacaste la ropa?

   —Ibas a dormir más cómoda así.

   —Nirvana —me toma de la muñeca y la miro frunciendo el ceño—, ahora eres mía y no puedes salir de aquí. Savannah está bien, no te preocupes por ella.

   —¿Quién eres? Sé que haces, coleccionar, pero quien eres y que tengo de especial que me quieres cautiva aquí.
  
   —Te lo dije, eres una obra de arte y yo, las colecciono.

   —Eso no tiene, ningún sentido ¡¿Crees que puede ir por ahí secuestrando personas porque según tú, son obras de arte?! ¡Tengo una vida, una hermana, y no te pertenezco!

   —Tines una hora para bajar a comer —pone un temporizador de los que se usan para la comida e ignora toda mi perorata—. Deja de ser tan quejica. Te quiero bañada y limpia, desobedece y vendré a bañarte yo —acaricia mi brazo y le quito la mano—. Ni se te ocurra usar esos estropajos —señala a la ropa que intenté ponerme— tienes ropa limpia en el clóset, también ropa interior —voltea para irse.

   —¿Qué hay del calzado? No puedo andar descalza.

   —Te pudiste escapar descalza, no creo que sea necesario entonces que uses calzado. Baja en cuanto la alarma suene, bañada y con ropa limpia.

   Se va, me siento en la cama y pienso en Savannah, tengo que saber a que se refiere con que ella está bien. Abro la cortina y veo un paisaje blanco, esto no es Australia. ¿Dónde estoy?, abro la ventana y miro hacía abajo, dónde ella me mira mientras come una manzana y me saluda con la mano, señalando el tiempo en su reloj pulsera.

  «Por aquí no vas a escapar, conejita»

   Cierro la ventana de nuevo y me meto al baño, me doy una ducha profunda. Mis pies y piernas están completamente sucios el agua se escurre llevándose el lodo y la mugre. Menos mal que al menos no me bañó y respetó por lo menos eso. Me coloco ropa interior limpia, todo lo que hay es de encaje demasiado sexy para mi gusto, lavo la ropa interior que me saqué y la dejo secando en la orilla de la tina del baño. En el clóset hay una hilera interminable de vestidos y faldas, ni un solo pantalón, entonces pese a lo que me dijo, bajo usando la ropa que traía.

   Bajo por la única escalera que veo y en cuanto llego al comedor la veo sentada de piernas cruzadas texteando, el mármol de la americana compite en oscuridad con su cabello lacio y brillante, que cae de forma abundante ocultando su rostro, al levantar su mirada al verme, noto ahora sin las drogas o la adrenalina en mi sistema sus raros ojos grises que creí haber alucinado. Parecen casi blancos, casi. Frunce el ceño al verme vestida con lo que explícitamente me dijo que no me pusiera.

La coleccionista Donde viven las historias. Descúbrelo ahora