[ Capítulo 4 ]

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Carraspeo, sonriéndole aún más a Jeongin

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Carraspeo, sonriéndole aún más a Jeongin.

—Del norte, por la zona que queda entre Blackburn y Dispersia —imagino que tengo el mapa de Cradaia frente a nosotros y voy señalando el lugar con el índice—. Tardaría como seis horas en llegar. Seis horas en auto —río un poco, con tintes de cansancio—. Y no tengo un auto, así que estoy encerrado aquí por el resto de la eternidad... O hasta que me gradúe —me volteo hacia él. Tiene la vista fija en mi dedo—. ¿Y tú?

—¿Conoces la zona del oeste? —me mira, tomándome de la muñeca para mover mi mano, haciendo que mi dedo se mueva sobre el mapa invisible. Sus manos están calientes, sus uñas me rozan la piel, y siento una ola de electricidad recorrerme toda la parte interna del antebrazo— Tearslam.

—Lo vimos en clase de geografía alguna vez—vuelvo a recabar en mis recuerdos, y la verdad es que nada sale a la luz. Tengo memorias más vívidas de encuentros sexuales que de las clases, porque el maestro de geografía tiene una voz equivalente a un somnífero. Hago una mueca, aunque un atisbo de información aparece como un salvador en mi archivo mental— Aguarda, ¿no es la zona protegida? Solo hay humanos en ese lugar.

—Exactamente —sonríe, orgulloso de que recordara algo, y me suelta la muñeca—. Solo hay humanos en Tearslam.

—¿Eres de ahí? ¿Pero cómo... ?

—Solo hay humanos en esa zona, sí —repite, y la sonrisa se le desvanece—. Pero hay pequeñas y agridulces excepciones de vez en cuando. ¿Alguna vez escuchaste sobre la Cacería del 94? La vemos en primer año, en Historia de los Seres Oscuros.

—No recuerdo una mierda de las clases de ayer, mucho menos las de primer año.

Me juzga profundamente con la mirada.

—¿Alguna vez atiendes a las clases, Hyunjin?

—A veces, cuando el tema es interesante —me golpeo la cabeza con los nudillos—, pero prefiero usar mi limitada capacidad de recordar para cosas más... Productivas.

Luce confundido, y eso solo logra hacerme gracia. Es el demonio más limpio que he conocido desde que entré al Chadburn (si ignoramos que tiene matar conejos —y comerlos— en su historial criminal).

—¿Qué clase de cosas pueden ser más productivas que una clase?

Lo miro de arriba a abajo, sin molestarme en disimular. Porque la posibilidad de que nos volvamos invisibles el uno para el otro cuando salgamos de aquí me aterra, pero sigue presente. Ese escenario en el que Jeongin continúe el resto de sus días encerrado aquí. Y, si no voy a volver a ver a este chico, lo mínimo que puedo hacer es darle una buena mirada, para al menos recordarlo en un futuro.

Para reírme con mi madre al recordar que ese demonio extraño que conocí en la Habitación del Diablo es lo más cercano que he tenido a un amigo de verdad, porque ya he hablado con él sobre cosas de las que nunca he hablado con mis supuestos mejores amigos (mi primera conversación con Yujin fue sobre a qué integrante de My Chemical Romance me cogería, por Santalan), aunque llevo años con ellos y solo unas horas con este idiota.

SacrilegiousDonde viven las historias. Descúbrelo ahora