[ Capítulo 8 ]

342 57 9
                                    

Nos hemos estado besando por tanto tiempo que perdí la noción

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Nos hemos estado besando por tanto tiempo que perdí la noción. No siento los labios, los tengo entumecidos, pero sí siento la lengua de Jeongin cuando se mueve sobre mi mandíbula hasta bajar por mi cuello. Húmedo, húmedo, húmedo. Sus manos se remueven con torpeza sobre mi pecho, bajo mi camiseta. Tocan todo lo que pueden tocar, todo lo que tienen a su alcance. Sea con su mano o con su lengua o con todo su cuerpo. Jeongin se retuerce sobre mí, buscando más y más contacto.

Me alejo de su boca y él se mueve hacia mí, buscando besarme otra vez, pero le quito el suéter antes de que pueda hacerlo. Jeongin no se niega; al contrario, levanta los brazos y hace más fácil todo el trabajo. Ahora tengo a Yang Jeongin completamente desnudo frente a mí, recostado sobre sábanas blancas con el rostro enrojecido y el cuerpo sudoroso, y es una imagen que difícilmente saldrá de mi cabeza. Sonrío, sin poder evitar relamerme los colmillos, y él traga saliva cubriéndose el rostro. Toma una bocanada de aire temblorosa. Agarro sus piernas con cuidado, y él se deja llevar, abriéndolas un poco por cuenta propia.

—Hyunjin —dice mi nombre en un susurro, jadeante. No me mira, no tiene el valor—, sé sincero conmigo... ¿Dolerá?

—No, mientras te preparemos bien —no puedo dejar de verlo, de grabar cada parte de Jeongin en mi memoria. No quiero olvidarlo, aún cuando hayamos salido de aquí. Levanto sus piernas hasta que quedan sobre mis hombros y beso su tobillo izquierdo. Jeongin gime por lo bajo—. ¿Quieres que lo haga yo, o... ?

—Nunca lo he hecho.

—¿Nunca?

—No. Es decir... —se limpia el sudor que le cae por la frente y cierra los ojos, frunciendo el entrecejo—. Lo intenté una vez. Lo intenté... aquí... —traga saliva, y una gota de sudor acompaña el movimiento por su garganta—. Pero no pude terminar. Entré en... pánico, supongo.

Acaricio su pierna, dibujando pequeños círculos sobre su rodilla.

—¿Estás seguro de que quieres hacerlo, Jeongin?

Me mira directamente a los ojos. Entrelaza sus piernas en mi cuello, acercándome más y acercándose más. Termino inclinado hacia adelante sobre el cuerpo de Jeongin, y él ahora tiene la espalda arqueada sobre la cama. Intenta sonreír, pero luce más desesperado que nada.

—Hazlo, Hyunjin. Haz lo que quieras, es tu turno —alarga la mano para acariciar la mía por unos dos segundos. Su piel es tan suave y tan cálida. Quiero tocarlo, quiero tocarlo—. No tienes que hacer preguntas. Solo hazlo, tienes mi permiso para hacerlo.

Respiro profundamente, dejo que el aire caliente de la habitación me llene los pulmones. Cuento mentalmente hasta tres, y entonces mi cerebro deja de funcionar.

Me inclino hacia atrás, poniendo abajo las piernas de Jeongin (ya volveré a tenerlas sobre mis hombros, solo tengo que hacer algo primero), y pongo su cuerpo boca abajo sobre la cama de un movimiento rápido. Jeongin se queda sin aire, con los ojos muy abiertos, y las piernas separadas. La vista es... maravillosa. Me permito tocarlo un poco más, acariciar y apretar y quizás lamer un poco. No puedo detenerme. Quiero sentir más a Jeongin, quiero probarlo, quiero llenarme de su esencia. Acaricio su espalda y me inclino sobre él, besándole el cuello y llevando una mano hacia abajo. Jeongin lloriquea y gime y jadea sin control.

SacrilegiousDonde viven las historias. Descúbrelo ahora