[ Capítulo 1 ]

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El colegio Chadburn siempre fue una mierda

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El colegio Chadburn siempre fue una mierda.

Un paso dentro, y te caía una condena de cinco años a seguir la lista de seiscientas reglas ortodoxas y descaradamente destinadas a beneficiar a toda criatura mágica que estudiara ahí. Del reglamento, podías contar con los dedos las que mencionaban explícitamente a los seres oscuros (que no sea para maldecirlos, obviamente, porque de esas sobraban).

Tenía sentido, de alguna forma. El viejo reglamento de Chadburn fue escrito apenas unas décadas después de la Gran Guerra contra los Seres Oscuros, la que hizo que criaturas mágicas y seres del inframundo convivieran en paz en Cradaia, pero que dejó en todo habitante un sabor amargo en los labios al pensar en personas del otro bando.

La escalera social del Chadburn también estaba organizada de acuerdo a los viejos tiempos. Demonios y vampiros a la izquierda, hechiceros y ángeles a la derecha. Y, que el Gran Demonio te perdone si cruzabas al otro lado, al lado prohibido, porque ellos definitivamente no lo iban a hacer.

No Lee Felix, eso estaba claro desde el segundo uno.

Aunque llevo pensando desde primer año que fantasea con tenerme entre sus piernas mordiéndole los muslos.

Siendo justos con él, ¿quién no desearía lo mismo?

—¡Oye, Felix! —le grito, desde el otro lado del patio. Se voltea, con esa ceja rapada arqueándose sobre esos ojos ámbar. El resto de su grupo también se gira a verme— ¡Basta una palabra para que te lleve a la cama, ángel!. ¡No tienes que devorarme con la mirada todo el tiempo!

Bufa, sonriendo con tinte socarrón, y pasándose la mano por el cabello cobrizo— ¡En tus sueños más podridos, Belcebú!

—¡Belcebú es un demonio, tarado! —algunos de sus amigos se ríen, pero él solo pone los ojos en blanco— ¡Solo admítelo y todo será más fácil!

—¿Por qué no te metes un incienso por el culo, si estás tan aburrido? —ya no está gritando, porque seguramente se cansó de atraer atención y porque me he acercado lo suficiente a su mesa como para escucharlo— O una estaca —me mira de abajo hacia arriba con semblante aburrido—, Nosferatu. Quizás así te mueras por fin.

—Preferiría ser quien te meta esa estaca —me inclino hacia adelante cuando lo tengo frente a frente. Sus amigos se están planteando si intervenir o no, principalmente porque he cruzado la línea que divide el área entre criaturas mágicas y oscuros. Es una suerte que no haya ningún maestro. Felix traga saliva—. O quizás otra cosa. Lo que tú desees —hago una reverencia, alzando un poco la cabeza para mirarlo—. Soy un vampiro dispuesto a cumplir todas tus fantasías.

—Púdrete, Hyunjin —escupe, con el ceño tan fruncido que una arruga profunda se marca en su entrecejo. El resto de sus amigos también me miran con desprecio, y una chica rubia sentada en la esquina de la mesa (creo que su nombre es Sana) ya está levantándose para echarme a patadas.

SacrilegiousDonde viven las historias. Descúbrelo ahora