[ Capítulo 2 ]

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Desaparece tras otro estruendo de madera vieja, y el cuarto se sume en una oscuridad parcialmente interrumpida por la lámpara de las polillas

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Desaparece tras otro estruendo de madera vieja, y el cuarto se sume en una oscuridad parcialmente interrumpida por la lámpara de las polillas. Me quedo paralizado en un inicio, solo mirando la habitación. Me sorbo la nariz y recojo la ropa del suelo, tirándola sobre la cama. Doy unos pasos de aquí hacia allá, y cada pisada resuena sobre las tablas de madera del suelo como si estuvieran lamentándose en voz alta, con un chillido que resulta agonizante. Termino por sentarme sobre la cama. Tiro mis zapatos hacia alguna parte del cuarto y cruzo las piernas.

Chasqueo la lengua, paso las manos sobre las sábanas (están calientes) y empiezo a contar los agujeros de la pantalla. Me acuesto sobre el respaldar con las manos detrás del cuello. Serán unas veinticuatro horas interminables, pero pensé que sería peor. Los rumores decían que, para las faltas más graves, se inducían torturas físicas en la habitación del Diablo. Una versión un poco más leve (más legal, para que no clausuren el colegio) del Tribunal de la Santa Inquisición.

Supongo que se pondrá peor cuando el hambre llegue. Será mejor distraerme hasta entonces, dormir o algo así.

Empiezo a ponerme cómodo cuando la puerta que está frente a la cama se abre, con un chirrido largo de metal oxidado. Logro ver por detrás del chico un retrete antiguo y un lavabo sucio. Así que fueron lo suficientemente piadosos como para poner un baño, gracias al Gran Demonio.

En lugar de concentrarme en el baño, me concentro en el chico.

Vaya.

Yang Jeongin, ¿verdad?

No es promedio.

Lleva puesto un suéter de lana negro que le queda demasiado grande y unos jeans rasgados al nivel de la rodilla. Va descalzo (mierda, ¿entró en ese baño descalzo?), y tiene las uñas de los dedos índice y meñique pintadas con un desgastado esmalte negro. Tiene el cabello castaño oscuro, que le llega hasta un poco más abajo de las orejas y le cae sobre el rostro cubriéndole en su mayoría los ojos. Se queda paralizado al verme, y se acomoda el cabello echándoselo hacia atrás.

Ahora soy yo quien se queda completamente en blanco.

Tiene un (solo un) ojo completamente negro. El otro ojo me mira con una curiosidad fundida con un asombro espasmódico, la pupila en forma de cruz dilatada por la sorpresa, la iris de un dorado parecido al de los ojos de los ángeles (de Felix), pero mucho más amarillo, mucho más vivo.

Los labios entre-abiertos me dejan ver una parte de sus dientes. Tiene un colmillo, de un tamaño minúsculo en comparación a los míos.

Mierda, ¡mierda! ¿El Gran Demonio escuchó mis plegarias?

Jeongin es un demonio (el más extraño que he visto, pero un demonio al final), y es un chico atractivo. ¿Cómo es que no lo había visto antes? Soy un imán de chicos mágicos y reprimidos y asquerosamente hermosos. Mide, como máximo, un metro setenta. ¿Los demonios pueden ser tan bajitos? Quizás no es un demonio, no tiene cuernos, pero eso no le quita la clavícula marcada que se deja entrever bajo ese suéter. Le sonrío con labios apretados y saludo con mi mano levantada. Él hace una mueca.

SacrilegiousDonde viven las historias. Descúbrelo ahora