[ Capítulo 11 ]

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No dice nada, solo abre muchísimo los ojos, con las cejas tan alzadas que tengo la impresión que llegan al borde de su frente, como una caricatura

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No dice nada, solo abre muchísimo los ojos, con las cejas tan alzadas que tengo la impresión que llegan al borde de su frente, como una caricatura. Un camarero diferente se acerca a nosotros y deja dos copas de cristal en la mesa, una frente a cada uno. Deja también la botella que acabo de pedir y pregunta si queremos que nos sirva la sangre. Le digo que en tono cortés que no es necesario y se aleja de nosotros con una reverencia. Durante todo el intercambio que he tenido con el camarero Jeongin no ha abandonado la expresión de sorpresa mezclada con confusión fundida en no-sé-qué (luce como si fuera a golpearme, o a besarme. Se está decidiendo en su cabeza, y la primera opción parece liderar).

—Nos conocemos hace un poco más de 24 horas —dice, aún estupefacto.

—Ya sé —respondo, destapando con los dientes la botella. Dejo el corcho a un lado de la mesa (tiene dos agujeritos por los colmillos) y empiezo a servir la sangre en la copa de Jeongin.

—Eso quiere decir que no nos conocemos en absoluto.

—Hablamos en ese cuarto por horas. Te dije cosas que no le he contado a mis amigos en cinco años —digo planamente, concentrado en el riachuelo rojo que llena poco a poco la copa. La relleno hasta la mitad y empujo la copa hacia Jeongin. Le sonrío—. Me agradas, Jeongin.

—También me agradas, pero creo que es demasiado pronto para... —se queda callado, tomando la copa con ambas manos y acercándola a sus labios. La huele, y el ojo de la cruz se le enciende enseguida. Carraspea, disimulando su entusiasmo por la sangre— todo esto.

—Jeongin.

—¿Sí? —dice, dándole un sorbo. Queda encantado con el sabor y le da otro más.

—Tuvimos sexo hace, ¿qué? ¿Menos de ocho horas?

Se atraganta y empieza a darse golpes en el pecho para recuperar el aliento. Mira a ambos lados, comprobando que nadie haya escuchado lo que acabo de decir, y luego me mira con los ojos enrabiados, como si le salieran llamas del ojo negro.

—Es... —tose— diferente.

—¿Te acuestas con cualquier chico que conoces por un par de horas?

—No —da otro sorbo y me da una mirada mordaz—, ese eres tú.

Auch.

—Mira Jeongin —empiezo a servirme la sangre y lleno mi copa mucho más que la de Jeongin—. Sé que es demasiado pronto, pero no te estoy pidiendo matrimonio. Tampoco te estoy pidiendo que seas mi novio —aún—. Solo quiero que —me encojo de hombros dejando la botella sobre la mesa— lo tengas en consideración. Que me tengas a mí en consideración. Quiero estar contigo, de la forma en la que tú te sientas cómodo. ¿Qué opinas?

Empieza a tamborilear sobre el borde de la copa de vino, tomando sorbo tras sorbo hasta que se termina el contenido de la copa. Se aclara la garganta y me hace un ademán para que le sirva más. Me rio, tomando su copa y llenándola otra vez.

SacrilegiousDonde viven las historias. Descúbrelo ahora