Parte 2

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Mi madre era la encargada de vender las pieles de los animales y, de vez en cuando, un poco de carne (solo cuando nos iba muy bien en la caza). Cuando estaba a unos meses de cumplir diecinueve años, mi madre me empezó a llevar más seguido con ella a la aldea. Había ido un par de veces antes, cuando eran fechas especiales para comprar verduras o un chocolate que me habían empezado a comprar solo para mi cumpleaños. Ahí es donde conocí a mi único amigo, su nombre era Lee Min-ho; llevaba conociéndolo como cuatro años; solo estaba él, ya que no solía salir mucho de mi casa porque vivíamos un poco alejados del resto, más adentrados en el bosque.

Min-ho siempre llegaba a hablarme al mediodía porque hasta esa hora se enteraba de que yo llegaba. Las noticias siempre tardaban un poco en llegar, pero si hablábamos de chismes, esos sí que volaban. Solía llegarme a decir lo que pasaba en la Aldea y sus actividades. Cuando lo conocí, me contó que desde muy pequeño había aprendido a bailar ballet y ahora que ya éramos grandes —él con veinte y yo con casi diecinueve— lo habían empezado a poner en el Ballet Real, que era la pequeña academia otorgada por la familia real.

Sí, teníamos un rey, una reina, un príncipe y una princesa (aunque ella estaba casada con el príncipe de otro lugar y no vivía con su familia). El rey Seo era bueno y justo. Era uno de los mejores reyes que hayamos tenido, me decían mis padres. Mientras pasaba toda la tarde hablando con mi amigo, me sentaba a cuidar la carreta de pieles del negocio de mi madre. No teníamos una tienda física aún, lo que dificultaba la venta un poco; ese era mi sueño, poder conseguirle una tienda a mi madre, y para mi padre darle un merecido descanso. Ambos ya estaban llegando a una edad donde ya no era tan fácil llevar su trabajo, al menos lo era para papá. Y quería poder seguir sus pasos y ayudarles en todo lo que pudiera. Al ver que mi madre se acercaba con un par de señoras siguiéndole el paso, me levanté de mi banco.

"Hola, Min-ho. ¿Cómo has estado?" Al verme a su lado, le preguntó a Min-ho.

"Bien. ¿Y usted, señora Hwang?"

"Bien, gracias. Te noto más delgado que la última vez que te vi".

"Ahm, es por el ballet. Últimamente me han dado un papel importante y he querido esforzarme al máximo, puede que demasiado".

"Es bueno que tengas ambiciones propias, no como este que solo nos ayuda, pero no haya que hacerle al final". Me molestaba que mi madre dijera eso, porque ya tenía planeado qué hacer con mi vida. Ser el mejor cazador de la Aldea y así conseguirles una vida mejor.

"Ay, pero su hijo es muy buen mozo", dijo una señora que venía detrás de ella.

"Por eso es que nunca lo traes a la Aldea, ¿verdad? No quieres tener nuera aún".

"No es eso... siempre se la pasa con su padre. Es un buen hijo al final de cuentas. En fin, ¿pieles de qué tipo querían?"

Era lo mismo de siempre. Cuando se hacía el atardecer, Min-ho y yo salíamos hacia el centro de la aldea y mi madre trataba de regatear un poco los precios. El centro era completamente diferente de noche. Iluminado con linternas y velas, era tan mágico que sentía una leve sensación de querer congelar el momento, y que no solo quedara en mi memoria. Cuando cumplí dieciséis, Min-ho me regaló un cuaderno junto con unos palitos de carboncillo. Una vez le conté sobre ese sentimiento, y al año siguiente me regaló esto porque supo que no podía pagarlo por mí mismo. Le agradecí mucho en su momento y desde ahí empecé a dibujar. Era algo que me apasionaba mucho, aunque no podía vivir de ello.

Min-ho era tan distinto a mí en tantas cosas que no entendía cómo llegué a ser su amigo. Ese día me llevó al auditorio porque quería enseñarme unas cosas de lo que iba a presentar a mediados de año, pero vimos que en el escenario, que era iluminado por dos linternas, había alguien bailando. No sabía mucho sobre ballet, pero a simple vista se notaba el talento que poseía esa persona. No podía quitar los ojos de esta persona, tenía un aura tan resplandeciente que podría decir que brillaba. Nos quedamos absortos unos minutos hasta que la puerta se abrió de repente y nos caímos al suelo.

"Jajaja, pero-" No podía parar de reírme. Había sido tan estúpido caernos de esa forma.

"Jaja, ven, ponte de pie". Me estiró su mano y me levanté aún sujetándome la panza por el dolor de haber reído tanto a carcajadas. Cuando estuvimos reincorporados otra vez, nos percatamos de que esa persona se había ido.

"¿Sabes quién podría haber sido?"

"No, ni la menor idea, pero de que sabía bailar, sabía bailar". Eso era más que obvio.

Fuimos hasta el escenario y Min-ho hizo algunos estiramientos y me enseñó los saltos que había aprendido a hacer. Él trataba de enseñarme, decía que tenía buen físico y buena altura. Y después de como un año solo había aprendido a estirarme correctamente, nada de esos saltos y giros que él podía hacer. Luego de unos minutos me despedí y fui en busca de mi madre. Siempre me esperaba frente al primer negocio donde daba inicio el bosque.

Volví a ver la carretilla; hoy había sido una buena venta. Se encontraba completamente vacía. Y mi madre había podido comprar varias cosas.

"Mamá, pásame la carretilla. Te ves cansada."

"No es nada, hijo, agradezco tu gesto". Le pasé la linterna que llevaba y empecé a empujar la carretilla. Miré hacia atrás y me mantuve estático. Vi la aldea en la cual no volvería en dos meses, hasta un poco después de mi cumpleaños. Hubiera estado horrorizado si hubiera sabido lo que estaba por empezar en mi vida. Un cambio un poco drástico para mi tranquilidad diaria.

 Un cambio un poco drástico para mi tranquilidad diaria

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Swan Lake {Hyunlix}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora