Parte 12

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Decidí ir a visitar a mis padres, porque prefería mil veces eso antes de que ellos vinieran y se enteraran de la situación. Mi atuendo era algo diferente de lo habitual —con colores—, y así no parecería depresivo por mi empleo de mala muerte. Siento que por el estrés había bajado un poco de peso, además de que ya no comía en los festines de la familia real.

Hace tiempo que no comía estofado de pato, filet mignon, o mucha carne en realidad. Solo la que comprábamos Min-ho y yo, y eso no era suficiente para mí porque mi amigo se la pasaba haciendo dietas, últimamente no tan estrictas gracias a Jisung.

Como empezaba a hacer frío, agarré mi chaqueta negra y un gorro de lana tejido que me regaló la madre de Seungmin. Últimamente no veía a Seungmin, se podría decir que veía más a su padre que a él. No entiendo cómo y por qué ellos se habían acostumbrado a que su riqueza era del mercado negro y podían no tener remordimiento de nada. Minnie me decía que era porque logró vivir toda su infancia tranquilo (aunque con la ausencia de sus padres) hasta que cumplió como 15 años, aunque después de pensarlo por un tiempo llegó a la conclusión de que era impotente, que si acaso él podía hacer un cambio; lo cual era incierto y casi imposible. Lo único que le quedaba es aprender cómo subsistir solo y cuando encontrara a alguien con quien formar su vida, escaparía de la familia.

Mis amigos eran unos románticos; no lo detestaba, pero no le encontraba el punto. Al llegar al centro del pueblo, entré a una tienda y compré las últimas verduras que quedaban, al igual que las frutas. Ya casi iba a empezar a nevar porque la temperatura estaba cada vez más baja, y no iba a crecer ningún tipo de hortaliza mientras tanto. Me despedí del señor, y me recibió un viento gélido. Creo que este año se había apresurado el invierno. Sujeté mi gorro bien y empecé mi caminata de dos horas hasta llegar a mi casa; menos mal que tenía una temperatura corporal mayor al promedio, por lo que no necesitaba abrigarme mucho.

Al llegar a mi casa, no sentía mis dedos y traté de meterme lo más rápido posible. "Mamá, estoy en casa. Traje verduras", llamé al entrar. Estaban sentados frente a la chimenea, dormidos mientras se agarraban de las manos y mi papá la abrazaba. Vi que ambos habían empezado a tener canas; solo una muestra de su edad. Al verlos tan tranquilos, me sentí tan culpable que me hinqué y abracé mis rodillas mientras me calentaba con la chimenea. Les mentía constantemente, y por ese motivo ellos podían vivir así, sin preocupaciones.

Fui a mi cuarto, no sin antes dejarles una nota para que no me despertaran y que sacaran las verduras para que les pegara frío. Me quité los zapatos, mi abrigo, el sombrero, mis pantalones y camisa. De una estantería saqué la cobija más pesada que había y me tiré a mi cama para enrollarme con la cobija. Amaba hacer eso y por esa razón me quitaba la ropa, para no quedar lleno de sudor a la mañana siguiente.

A la mañana siguiente, me puse ropa limpia y salí a saludar a mis padres. "¿Cuál es la dicha de que hayas venido a visitarnos?" Preguntó mi padre.

"Nada, solo los extrañaba. Me voy a quedar un rato largo esta vez ¿Tal vez un mes y medio?" Al llegar pensaba solo quedarme tres días como siempre lo hacía, pero al verlos pensé que era mejor pasar todo el invierno con ellos.

"Hijo, estás más delgado". Ah, cuando dije ropa me refería a un pantalón de algodón y nada más.

"No es nada, mamá. Solo no estoy comiendo mucha carne ahora. No necesitas preocuparte". No la quería preocupar. Tal vez solo había bajado masa muscular y fuerza porque no cargaba animales pesados ni nada.

"¿Cómo te vas a quedar tanto tiempo? ¿No tienes trabajo?". Jaja, sí, y uno que odio.

"Tengo vacaciones de invierno, ya que los animales migraron o invernaron". Mentiras y más mentiras.

"Entiendo... entonces ayúdame a almacenar las pieles que tu papá consiguió. Y gracias por las verduras. Vas a ver qué rica comida te cocino".

"Está bien, mamá".

En los próximos tres meses, solo pinté, comí y salí de vez en cuando a caminar (bien abrigado, por supuesto). Me gustaba ver la nieve caer, aunque después significaba limpiar el techo y la entrada de la casa. El silencio que se producía solo en invierno era mágico: no había pájaros y el sonido de la cascada tampoco estaba porque se encontraba congelada. Después de una nevada, solo se veía blanco en mi vista; los árboles no tenían hojas y todo parecía estar estático, detenido en el tiempo. Un día, en el pórtico, quise pintar la fachada de la entrada y el lugar donde se unía con el bosque. Todo era blanco, excepto por una cosa: una flor rosada que había salido de entre la nieve. Eso, para otros, podría significar nada, pero para mí era todo lo contrario; era el inicio de la primavera, un golpe a mi realidad y el exilio de mi tranquilidad.

Se que fue un poco de relleno, pero tratare de avanzar más rápido ahora que se vieron.

Swan Lake {Hyunlix}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora