UNA MEDUSA Y UN TONTO

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Jack

Me desperté... Y lo primero que vi fue a mi hermosa novia acurrucada junto a mí en la cama. Y sí, digo «novia» porque doy por hecho que después de lo de anoche... Diría que hemos vuelto. Aunque quizá debería comentarlo con ella primero. Pero regresando al presente... Bea estaba junto a mí en la cama y yo tenía un brazo rodeándola, ¿En qué momento me quedé dormido abrazado a ella? Y...

Oh oh.

Miré a mi izquierda y la cama de Jaime estaba impecable, ¿Ha pasado la noche afuera? ¿Habrá entrado y al ver a Bea se habrá ido? Oh, mierda. Aunque, creo que es mejor que levantarme estando Jaime en la habitación. Sería un tanto incómodo
—aunque de seguro luego me avasallará a preguntas y pedirá detalles. Y esos detalles... No me creo que ya haya perdido la virginidad, ¡No me lo creo! Al menos la perdí con Bea, ya puedo morir en paz. Salió demasiado bien para mis expectativas teniendo en cuenta que era novato. Evidentemente, Bea lo hizo mejor y eso me incomoda de pensar que ella lo hiciera con el orco de Mordor... Pero no voy a pensar en eso, ¡Me acosté con Bea! ¿Cómo reaccionará ella al despertar y nos vea...?

La verdad, es que Bea parece un completo angelito durmiendo, incluso durmiendo se ve preciosa, ¿Cómo lo hace para verse siempre bien? Y mientras me iba perdiendo en mis pensamientos, noté que Bea despertó. Mieeerda, hora de la reacción.

Desde kilómetros de distancia podía notarse el rubor de Bea y escondió un poco su cara en la sábana.

—Buenos días—fue lo primero en lo que pensé.

Creo que al notar la tranquilidad en mi voz, Bea se calmó y alzó la vista.

—Bu-buenos días...

—Por favor, dime que no te has vuelto de repente tímida después de lo de anoche...

—¿Qué? ¡No! Solo...—Desvió la mirada y de repente sus ojos se abrieron como platos—¡Mierda, Vero!—Se incorporó, aferrándose a la sábana para cubrir sus pechos—. Mierda, no le dije nada, ¿Qué pensará después de que yo no haya vuelto a la habitación?

—Quizá piense lo mismo que yo pienso de Jaime...—Señalé la cama vacía.

Los ojos de Bea parecían salir de sus órbitas.

—¿No creerás que ellos dos han...?

—¿Follado?—Terminé—. Conociendo a Jaime, dudo que se fuera por cortesía a solo dormir en otro sitio...

Bea se pasó una mano por la cara.

—Debería volver...

Intentó levantarse, pero yo la agarré del brazo y la tiré hacia mí. No quería que se fuera, no tan rápido al menos.

—Venga, quédate unos minutos más...

Bea rio levemente.

—¿Sabes que nos esperan abajo para desayunar, no?—Esbozó una sonrisa juguetona.

—¿Y? Como si les importasemos. Dudo que se fijen en qué faltan solo dos personas.

—Pasarán lista—recordó.

—¿Ya tan pronto quieres despegarte de mí?—Hice pucheros.

—Ya sabes que me encantaría quedarme todo el tiempo del mundo en la cama contigo.

—Genial, entonces hazlo.

—¡Ya te dije que nos esperan!

—Agh, vale...—La solté y me incorporé—. Pero ya te aseguro que pasaremos mucho más tiempo juntos a la vuelta...

Un amor inesperado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora